jueves, mayo 15, 2025
Cuba

la vida de una mujer sin hogar en Cuba


LA HABANA, Cuba. – Si se tratara de Harry Potter o de algún otro personaje de ficción, esta historia incluso tendría atractivo. Pero no es el caso. Su nombre es Yazmín y es una mujer real, de 58 años, que desde hace una década vive en el hueco de la escalera de un edificio habanero, luchando contra padecimientos psiquiátricos y la indiferencia de las autoridades.

En el interior de ese reducido espacio que conecta la planta baja con el primer piso, ha improvisado una peculiar vivienda. Allí se refugia, al menos, del mundo exterior. La estrechez del sitio apenas le permite tener un par de sillas, unas repisas para guardar sus escasos objetos personales y un estante rústico que, además de almacenar utensilios básicos, le sirve como meseta para preparar sus alimentos en un fogón viejo y destartalado.

La propia estructura ascendente de los escalones le proporciona un poco más de altura con un improvisado “segundo nivel”. Ahí ha construido un pequeño cuarto donde apenas puede mantenerse de pie. A este se accede por una escalera interna de madera, maltrecha y precaria. La “habitación” alberga un colchón desgastado y unas pocas mudas de ropa. La mayor parte del tiempo Yazmín lo pasa allí, acostada, escuchando un viejo radio que le acompaña en la penumbra.

“Llega el momento en que la sensación de encierro, de no poder hacer muchos movimientos, más la humedad que hay aquí, me agobian muchísimo. A veces me siento viviendo como una rata, y es triste”, dice.

Entrada del edificio donde vive Yazmín Entrada del edificio donde vive Yazmín
Entrada del edificio donde vive Yazmín (Foto: CubaNet)

Su situación se agrava con las inclemencias del tiempo. Durante las lluvias, el agua se filtra e inunda todo el espacio. Peor aún, cuando son muy intensas, la fosa séptica se desborda y su vivienda se llena de aguas albañales que representan un riesgo para su salud. Los insectos y roedores, dice Yazmín, son sus visitantes más asiduos.

Además, el constante tránsito de los vecinos por la escalera se convierte en una tortura. “Siento todo, cuando suben y bajan corriendo. A veces no puedo descansar”, se lamenta la mujer.

La falta de un baño adecuado es otra de las penurias que enfrenta a diario. Al no contar con inodoro, sus necesidades las hace en un hueco dentro del propio lugar en que habita, el cual mantiene tapado para que el mal olor no abarque todo el espacio. Tampoco tiene instalaciones de agua. Para disponer de agua potable depende de la caridad ajena o paga, cuando puede, para que le resuelvan unas pocas cubetas al día. “Esto hay que vivirlo para saber lo que es”, apunta.

Por si fuera poco, el edificio, de tipo multifamiliar y ubicado en el municipio habanero del Cerro, enfrenta un notable deterioro estructural y amenaza con colapsar, al igual que tantos otros en la ciudad. La antigua casa donde, en 1961, funcionaba la Jefatura del Batallón 187 de las Milicias Nacionales Revolucionarias —según conmemora una tarja en su entrada—, actualmente está tomada por ocupantes ilegales de distintas partes de la Isla.

Hace 10 años, cuando Yazmín llegó al edificio, ya todo estaba repartido. Lo único que quedaba disponible para habitar era el hueco de la escalera.

Derecho a una vivienda digna en Cuba, aún muy lejos de lograrse

Según estimados oficiales, Cuba necesita construir alrededor de más de 856.500 viviendas y rehabilitar otras 394.000 para amortiguar su crítica situación habitacional, fundamentalmente en las provincias de La Habana, Villa Clara, Holguín y Santiago de Cuba.

Este déficit habitacional condena a individuos y familias enteras a vivir en condiciones de hacinamiento y en edificaciones que son bombas de tiempo: en el momento menos esperado pueden colapsar y provocar daños humanos, como ha ocurrido incontables veces. 

Los derrumbes son habituales en la Isla, sobre todo en La Habana. Lamentablemente, muchos de estos han provocado muertes, incluida la de niños, y dejado numerosos heridos. Se estima que solo en la capital cubana se derrumban, total o parcialmente, unas 1.000 viviendas cada año.

La antigüedad de las construcciones, la ineficacia gubernamental, la falta de mantenimiento y el azote de huracanes y sismos ––estos últimos fundamentalmente en la zona oriental–– son algunas de sus principales causas.

La puerta del "hueco de la escalera"La puerta del "hueco de la escalera"
La puerta del “hueco de la escalera” (Foto: CubaNet)

De acuerdo con datos oficiales, al cierre de 2024, el 35% de las viviendas en el país estaba en condiciones regulares o malas. Muchos habitantes prefieren permanecer en ellas antes que instalarse en albergues estatales, donde no hay privacidad ni condiciones mínimas para vivir.

Mientras tanto, por segundo año consecutivo el plan de construcción de viviendas no se logró cumplir. En 2023, el Gobierno proyectó la construcción de 24.715 casas nuevas, pero solo consiguió llegar a 16.065 (65%). En 2024 apenas se terminaron 7.427 viviendas, el 55% de lo planificado, y se alertó sobre un aumento del “número de inmuebles en estado técnico regular y malo, sin poderse detener el deterioro”.

La escasez de cemento, materiales básicos y la incapacidad para distribuirlos figuran como factores principales de la debacle.

Aunque el régimen justifica con el embargo estadounidense su mala gestión, la caída de su capacidad de producción y de sus importaciones de materias primas, sigue priorizando y favoreciendo al sector turístico, al que inyecta millones de dólares. Construir hoteles y restaurantes, que se mantienen vacíos y sin generar los ingresos esperados, parece una fiebre incurable contraída por la elite que gobierna.

“Ellos no resuelven nada”: la encrucijada de pobreza, vivienda y salud 

El caso de Yazmín no es aislado, sino un crudo reflejo de la falta de acceso a vivienda digna en Cuba. Representa también la vulnerabilidad extrema a la que se ven expuestas personas en situación de calle o con enfermedades mentales y de bajos recursos, abandonadas a su suerte en un contexto de precariedad y desamparo.  

Mientras tanto, el régimen, que denomina a las personas sin hogar o indigentes “personas con conducta deambulante” y las asocia con delitos, busca recluirlas en lugar de implementar una estrategia integral que aborde las causas estructurales que han provocado el incremento del número de personas sin recursos básicos para vivir. 

La indolencia y la burocracia gubernamental condenan a Yazmín a las estrechísimas paredes que le ofrece la escalera del No. 208 de la calle Domínguez, en el Cerro. 

“Ellos no resuelven nada”, lamenta refiriéndose a las autoridades gubernamentales. “Yo voy a todos lados a resolver mi problema de vivienda y se ríen de mí”.

Según relata, recibe 1.500 pesos cubanos mensuales de asistencia social, menos de 5 dólares, una cantidad que resulta completamente insuficiente para cubrir sus necesidades básicas. De acuerdo con las estimaciones de algunos economistas cubanos, Yazmín necesitaría alrededor de 22.000 pesos cubanos mensuales para enfrentar gastos elementales. Es decir, casi 15 veces lo que recibe del Gobierno.

El edificio donde vive YazmínEl edificio donde vive Yazmín
El edificio donde vive Yazmín (Foto: CubaNet)

Además de lidiar con salarios y pensiones miserables, la población cubana sufre las consecuencias de una inflación descontrolada y de la devaluación de su moneda. Estas han reducido el poder adquisitivo en la Isla, donde casi el 90% vive en pobreza extrema, según una investigación realizada por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH). 

La crisis económica ha alcanzado sus niveles más críticos en años. “No hay” se ha convertido en un lema a lo largo y ancho del archipiélago. La escasez y la incompetencia se han vuelto endémicas. Alimentos, medicamentos, combustibles, materias primas y viviendas son solo algunas de las principales demandas de centenares de cubanos en medio de esta crisis.

A Yazmín, diagnosticada con esquizofrenia paranoide, se le suma la dificultad para adquirir sus medicinas. La crisis sistémica alcanza al sector de la salud, una de las “conquistas históricas” del régimen, y afecta fundamentalmente a personas dependientes de medicamentos que escasean en las farmacias y que se venden a sobreprecio en el mercado informal. Cuando no están en falta, a la población no le alcanza el dinero para comprarlos. Los pacientes psiquiátricos como Yazmín no han escapado a esta situación.

“Cuando no tengo mis medicamentos, me descompenso mucho”, explica. “Soy como otra persona totalmente diferente. Yo, mientras estoy medicada, funciono como una persona normal, voy y vengo, me siento en el portal con algunas ropas que me dan a vender, pero cuando me falta, me dan mis crisis”.

Entre las cosas que anhela está tener, al menos, un refrigerador o un televisor para entretenerse por las noches. Cree que soñar, a estas alturas, con una vivienda digna donde pueda recibir los fines de semana y en vacaciones a su nieta ––a la que apenas ve: no dejan que se quede con ella por las condiciones en las que vive––, es perder el tiempo.



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