jueves, noviembre 6, 2025
Cuba

la voz que inauguró la televisión cubana


El fundador de la televisión cubana fue el español Gaspar Pumarejo Such, nacido en Santander el 8 de noviembre de 1913.

LA HABANA.- Hace 75 años, a las 9:30 de la mañana del 24 de octubre de 1950, apareció en las pantallas de los pocos televisores que había en Cuba la imagen de una cajetilla de cigarros Competidora Gaditana, acompañada de un jingle compuesto por Ñico Saquito. Así nació la televisión cubana.

Luego de que un sacerdote de la Iglesia del Carmen bendijera los estudios, a las 12 del mediodía se realizó la inauguración oficial, con un control remoto desde el Palacio Presidencial y las palabras del presidente Carlos Prío Socarrás.

Desde días antes, los habaneros habían observado con curiosidad los televisores colocados en las vidrieras de algunas tiendas, donde se mostraba el patrón de pruebas y se pedía al público que informara cómo se recibía la señal.

El fundador de la televisión cubana fue el español Gaspar Pumarejo Such, nacido en Santander el 8 de noviembre de 1913. Llegó a Cuba a los ocho años junto a sus padres y hermanos. A los 17 comenzó a trabajar en la agencia Humara y Lastra, distribuidora exclusiva de equipos RCA Víctor, donde pronto se convirtió en su principal representante.

Dejó ese empleo para ingresar en Radio Salas. Aunque aspiraba a ser locutor, debutó como cantante de tangos. Más tarde destacó con el periódico radial La Palabra, reconocido por su original saludo: “¡Aló, aló!”. Posteriormente pasó a la emisora CMQ, entonces ubicada en la esquina de Monte y Prado y propiedad de Miguel Gabriel y Ángel Cambó, quienes vendieron la empresa a los hermanos Mestre en 1943.

En CMQ, Pumarejo fue nombrado director de programación. Fue idea suya la creación de Radio Reloj, que comenzó a funcionar el 1.º de julio de 1947. Ese mismo año renunció al cargo por discrepancias con los propietarios, que no lo habían incluido en el consejo de dirección.

Gracias a su experiencia y contactos en el medio, fundó Unión Radio (CMCF) e intentó organizar un sistema cooperativo entre emisoras para retransmitir programas. Aunque el proyecto fracasó, Pumarejo fijó entonces su meta en un nuevo horizonte: la televisión.

En una competencia directa con los Mestre, creó Unión Radio Televisión. Envió un grupo de colaboradores a Estados Unidos para observar cómo se producían los programas, adquirir experiencia e importar el equipamiento, principalmente cámaras RCA, compañía con la que mantenía estrechos vínculos.

Para construir los primeros estudios de televisión, utilizó la residencia de sus suegros y la suya propia, en Mazón No. 52, esquina a San Miguel, donde hoy radica el Canal Educativo. El patio y el jardín los convirtió en el “Estudio al Aire Libre”, y aprovechó la cocina para crear el emblemático programa Cocina al Minuto, conducido por Nitza Villapol.

Al inicio contaba solo con tres cámaras, que se desmontaban y trasladaban a los lugares donde se realizaban otros programas. Con el tiempo incorporó más equipamiento y estableció nuevos estudios en el edificio Ámbar Motors y, posteriormente, el mayor de todos en Prado, entre Trocadero y Colón, en La Habana Vieja.

El 1.º de marzo de 1958, Pumarejo fundó el Canal 12, el primero en transmitir a color, instalado en espacios del entonces hotel Habana Hilton.

A pesar de no disponer de los recursos financieros de su competidor principal, Goar Mestre, Pumarejo logró sacar adelante proyectos ambiciosos gracias a su talento para los negocios, su amplia cultura, carisma personal y voz radiofónica inconfundible (aunque con leves problemas de dicción). Su energía y poder de convicción lo convertían en una figura magnética.

Una muestra de su popularidad fue el éxito del “Choripán”, un producto que Pumarejo anunciaba y degustaba ante las cámaras. Aunque era de baja calidad, se vendía masivamente. Por ello se ganó el apodo de El Hombre del Choripán, y el trío de Artie Valdés incluso le dedicó una guaracha titulada “Pumarejo me va a arruinar”.

Entre los muchos programas que creó destacan Hogar Club —con premios que llegaban hasta casas para los suscriptores—, El Club de los Niños, Escuela de Televisión, Reina por un Día, Noche Tropical, La Pregunta de los 64 000 pesos, El Gran Teatro del Sábado, Música Selecta, Media Hora de España, además de espacios humorísticos y circenses.

Una anécdota curiosa ilustra su sentido del espectáculo: en una transmisión en vivo, el cantante chileno Lucho Gatica, contratado por Pumarejo, se mostró abatido. Al preguntarle, explicó que había ocurrido un terremoto en Chile y no tenía noticias de su madre. Pumarejo le dijo que no se preocupara, que tenía una sorpresa. Acto seguido, se abrió una puerta lateral del estudio y apareció la madre de Gatica. Ambos se fundieron en un emotivo abrazo que conmovió al público.

En 1960, tras la intervención de los medios por el régimen castrista, Pumarejo partió al exilio. Primero se estableció en Miami y luego en Puerto Rico, donde continuó trabajando como locutor y presentador televisivo hasta su muerte en 1969.

En la década de 1970, cuando asistí a un curso de camarógrafo de televisión —que no llegué a concluir—, pude presenciar cómo se realizaban las transmisiones en vivo. Por eso puedo imaginar cómo debieron ser en los tiempos de Pumarejo y afirmar que, con los limitados recursos tecnológicos de entonces, lograban verdaderas maravillas.

A pesar de contar hoy con tecnología avanzada y más canales, la televisión cubana, excesivamente politizada y aburrida, ha perdido la capacidad de atrapar al público. Son muchos los que prefieren no malgastar tiempo —ni electricidad, cuando la hay— frente a una programación que ya no entusiasma a nadie.



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