miércoles, febrero 5, 2025
Ciencia y Salud

Las plantas invasoras agravan la crisis de los incendios forestales en California


El fuego siempre ha modelado el paisaje de California, pero hoy arde con más intensidad, frecuencia y se extiende más lejos que nunca. Un cambio impulsado por el desarrollo humano, el cambio climático y la prevalencia de especies invasoras: plantas no autóctonas que tienen efectos negativos en los ecosistemas locales. Las hierbas y los árboles llevados a California para la agricultura, el paisajismo o por accidente, han transformado la dinámica de los incendios en el estado.

«Muchas especies no autóctonas pueden propagar el fuego más rápidamente que las plantas endémicas», explica David Acuña, jefe de batallón de Cal Fire, el Departamento Estatal de Silvicultura y Protección contra Incendios. Esta transformación es una de las causas de los incendios forestales, cada vez más destructivos en California y en todo el mundo.


Charles Darwin Foundation Isabela Galapagos bosque scalesia

La científica mexicana Miriam San José trabaja para la Fundación Charles Darwin en las Islas Galápagos. Su esperanza es que los árboles de una especie clave vuelvan a crear un bosque.


Humanos y plantas invasoras, dos factores importantes

En el sur de California predominan los matorrales conocidos como «chaparrales». Este paisaje se caracterizaba históricamente por plantas cortas y arbustivas, y las hierbas originarias eran perennes, mantenían la humedad y permanecían verdes la mayor parte del año. Los incendios eran escasos, porque los rayos no alcanzaban su pico de acción. Cuando se producían, ardían pero no se propagaban mucho porque los espacios abiertos entre las plantas actuaban como cortafuegos naturales.

La introducción de gramíneas no endémicas en el siglo XVIII alteró radicalmente este equilibrio. Llevadas por los colonos europeos, evolucionaron junto con el pastoreo intensivo y las quemas rutinarias, lo que las hizo muy resistentes a las perturbaciones. Superaron a las especies autóctonas y rellenaron los huecos de los matorrales, creando una alfombra continua de material inflamable, especialmente a lo largo de zonas alteradas como las carreteras, frecuentes puntos de inicio de incendios.

A diferencia de las gramíneas autóctonas perennes, las no originarias son anuales, es decir, mueren cada año y vuelven a crecer a partir de semillas. Su ciclo vital tan corto deja tras de sí una densa capa de vegetación seca y muerta a finales de la primavera. «Tienen una gran relación superficie/volumen y son muy planas y delgadas, por lo que mantienen mucho material muerto en pie, casi todo el año», describe Carla D’Antonio, investigadora de comunidades vegetales y profesora de la Universidad de California en Santa Bárbara. En mayo, la hierba muerta cubre el suelo, Hugh Safford, investigador de vegetación y ecología del fuego de la Universidad de California en Davis, explica que es tan inflamable que se enciende con cualquier cosa: «Un cigarrillo, la chispa de alguien que arrastra una cadena por la carretera o un rayo».

Los pastos llenan todos los espacios disponibles, un fenómeno conocido como «continuidad del combustible». Cuando se produce un incendio, la línea ininterrumpida de vegetación seca actúa como una mecha que transporta las llamas hacia los matorrales. «La gente subestima la capacidad destructiva de los pastos porque se pueden cortar rápidamente, contrario a un arbusto es bastante difícil de cortar», expone D’Antonio. No obstante, afirma que si las chispas y las brasas vuelan hacia un grupo de hierbas introducidas, lo que está alrededor explota como la gasolina: «Se extiende tan rápido y es tan continuo. Es como echar papel de seda al fuego».


Imagen conceptual de un vehículo eléctrico (VE).

Los expertos en política dicen que las implicaciones de la orden ejecutiva de Donald Trump para los propietarios de vehículos eléctricos, y para los curiosos automotrices, no estarán claras hasta dentro de un tiempo.


¿Qué añade «leña al fuego»?

Los eucaliptos, introducidos en California a mediados del siglo XIX procedentes de Australia, añaden otra capa de riesgo de incendio. Conocidos por su olor aromático, estos árboles tienen hojas aceitosas increíblemente inflamables. Su corteza de papel se desprende y se engancha con el viento, transportando brasas hasta media milla de distancia. El problema viene cuando la gente los planta junto a su casa: «Siembras una planta muy caliente y de combustión vigorosa al lado de una casa, que está compuesta principalmente de materiales derivados del petróleo. Es un fuego muy fuerte», argumenta Acuña.

El incendio del túnel de Oakland, California en 1991 suscitó debates sobre la conveniencia de eliminar los eucaliptos. «La gente quiere conservarlos porque son emblemáticos, pero son muy inflamables», apunta Safford. Sin embargo, desde el punto de vista paisajístico, los pastos siguen siendo una preocupación mayor.



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