Las tortugas marinas memorizan campos magnéticos para ubicarse en sus largas travesías
La tortuga marina, perteneciente a la especie Caretta caretta, es uno de los animales migratorios más conocidos: dependiendo de dónde nace, puede cruzar todo el Océano Pacífico a lo largo de su vida. El viaje comprende más de 12,000 kilómetros para llegar a las costas de México, Perú y Chile, donde encuentra hábitat y alimentos adecuados para su crecimiento.
La hipótesis de cómo guía su camino durante esta larguísima travesía, y de cómo regresa al cabo de cientos de millones de años al lugar exacto donde nació, es que este animal utiliza el campo magnético terrestre para orientarse. No obstante, aún quedan muchas preguntas abiertas sobre cómo lo hace. Según los resultados de un nuevo estudio publicado en Nature, las Caretta caretta son capaces de memorizar la «firma magnética» de una localización geográfica precisa, es decir, las características específicas del campo presente en esa zona. Resulta que las tortugas marinas jóvenes nacidas en cautiverio tienden a «bailar» en presencia de comida, y este hábito fue de gran utilidad durante la investigación.
¿Qué dice el estudio?
Según las hipótesis actuales, las tortugas marinas emplean el campo magnético terrestre para construir dos «herramientas de navegación» diferentes: un mapa magnético y una brújula, gracias a los cuales se orientan. El primero actúa como una especie de GPS, y da a los reptiles una idea de su posición. Por su parte, la brújula sirve para decidir en qué dirección moverse.
«Para poder utilizar estos instrumentos, las tortugas marinas deben conocer y memorizar de algún modo las coordenadas magnéticas del lugar al que pretenden dirigirse», explican los autores del estudio. Hasta ahora nunca se había comprobado esta hipótesis, así que los especialistas desarrollaron experimentos que lo hicieron posible por primera vez. El equipo recreó la «firma magnética» correspondiente a dos lugares geográficos distintos dentro de botes separados; luego colocaron a las Caretta caretta jóvenes en estos depósitos, asegurándose de que cada espécimen estuviera expuesto a los dos campos magnéticos durante el mismo número de horas. Además, solo proporcionaron alimento a los animales en presencia de uno de los dos campos magnéticos.