Los centros de esquí están almacenando nieve para afrontar los inviernos cálidos
“Proporcionamos un 100% de seguridad en la nieve. Cualquier estación de esquí puede empezar la temporada en una fecha concreta”, expresa orgulloso Antti Lauslahti, director general de Snow Secure.
Añade que el sistema ha funcionado bien incluso cuando las olas de calor del verano empujan las temperaturas por encima de los 40° grados. Bajo las mantas, las temperaturas no superan aproximadamente 1 o 2 grados centígrados. Snow Secure y sus clientes pueden comprobar que sus reservas de hielo se mantienen frescas gracias a sensores de temperatura en tiempo real.
Inevitablemente, parte de la nieve se derrite y se escurre durante los meses de verano, pero Lauslahti declara que su empresa pretende asegurarse de que las pérdidas no superen el 30% de la pila original. Mustonen ha observado este nivel de rendimiento en su centro de esquí. Por ahora, el sistema parece resistir incluso los veranos europeos, cada vez más calurosos: «Todavía no hemos llegado a temperaturas en las que se derrita del todo», comenta Lauslahti.
Una solución que requiere aserrín
No solo las estaciones de esquí pueden aprovechar la nieve almacenada. Uno de los clientes de Snow Secure es una planta maderera. Allí, el personal guarda grandes piezas de madera bajo una gruesa capa de nieve cubierta con las mantas. Así se evita que la madera se seque demasiado en verano y se mantiene fresca y fácil de cortar.
Elizabeth Burakowski, de la Universidad de New Hampshire, indica que, en general, el almacenamiento de nieve es «una gran estrategia para hacer frente a la incertidumbre que nos produce vivir en un clima que se calienta rápidamente», y adhiere que los centros de esquí deberían plantearse el uso de máquinas pisanieves eléctricas, para reducir las emisiones y la dependencia de los combustibles fósiles.
Snow Secure tiene mucho interés en promocionar su sistema de mantas. Pero hay otra forma de cubrir una pila de nieve y aislarla durante meses. Y se utiliza desde hace siglos. Basta con esparcir aserrín o virutas de madera sobre la nieve. «Es una tecnología elegante. Es realmente fiable y sencilla», apunta Kjell Skogsberg, quien trabaja en el sector de las energías renovables.
En 2001, Skogsberg y un colega publicaron un artículo sobre un sistema de almacenamiento de nieve que habían diseñado para un hospital de Sundsvall, al este de Suecia: «Es como un pozo con el fondo ligeramente inclinado donde se vierte la nieve», explica. La nieve se cubre con una capa de 200 milímetros de espesor de virutas de madera para evitar que se derrita demasiado rápido. Luego, durante el verano, el agua derretida fluye suavemente hacia una salida situada en la esquina inferior del pozo, pasa por unos filtros que eliminan la arenilla y la suciedad, y finalmente el agua fría se dirige a un intercambiador de calor. Esto ayuda a bajar la temperatura de otro flujo de agua que se bombea a través del sistema de refrigeración del hospital.
«Se usa para el aire acondicionado y la refrigeración de procesos, como las máquinas de rayos X», describe Skogsberg. El sistema sigue utilizándose hoy en día, y puede cubrir completamente la demanda de energía para la refrigeración de verano del hospital, que, con 1 gigavatio por hora para el periodo de mayo a agosto, es considerable. Skogsberg está en conversaciones con una empresa energética que podría construir una versión de la tecnología para un sistema de refrigeración urbana. Los aeropuertos, que tienen mucho espacio al aire libre que también podría utilizarse para almacenar nieve, propone.
Destaca que él y sus colegas han experimentado con mantas y otras formas de aislamiento, pero nada fue tan bueno como el aserrín. Este método puede reducir las pérdidas de nieve en verano hasta en un 20%: «Funciona por sí solo», señalando que, cuando el montón se deforma con el calor al derretirse y compactarse aún más, las virutas de madera caen de forma natural dentro de las depresiones, manteniendo cubierta la parte superior.