jueves, marzo 6, 2025
Ciencia y Salud

Los incendios forestales están contaminando las reservas de agua


Tras el incendio de Hayman de 2012, el río Poudre tenía tantos sedimentos que el proveedor de agua tuvo que cambiar temporalmente a un suministro de agua alternativo. El carbono, otro contaminante de los incendios forestales, también puede causar graves problemas a los gestores del agua. «Cuando se clora el agua en una planta de tratamiento, se pueden crear algunos compuestos cancerígenos», alerta Rhoades. «Así que si se producen grandes pulsos de carbono en las plantas de tratamiento, especialmente en las que no están acostumbradas a ello, tienen problemas».

Los municipios con plantas depuradoras sencillas que extraen el agua de una sola fuente son los que corren mayor riesgo: «Si dependes de un suministro de agua muy limpia, tu planta depuradora no es muy grande porque no la necesitas», dice Sheila Murphy, investigadora hidróloga del USGS, «así que algunas cuencas, si alguna vez se produce un gran impacto, no están preparadas para ello». Ahora que hay más incendios en zonas que no están acostumbradas a ellos, es un gran reto para los proveedores de agua».

Mantener limpia la cuenca es apenas una pieza del rompecabezas

Si un incendio daña las infraestructuras, las ciudades pueden tener que hacer frente a la posible contaminación química de las tuberías quemadas. Cuando el incendio de Marshall arrasó Louisville, Colorado, en 2021, dejó cientos de casas y edificios calcinados. La ciudad conocía los riesgos de la infraestructura quemada por las experiencias en comunidades afectadas por incendios como Paradise, California, por lo que iniciaron una gran campaña de muestreo de agua para analizar los compuestos orgánicos volátiles (COV) y los compuestos orgánicos semivolátiles (SVOC), dos contaminantes y carcinógenos comunes relacionados con los incendios.

«Estas pruebas y lavados sistemáticos permitieron a la ciudad limpiar barrio por barrio, manzana por manzana y casa por casa», menciona Cory Peterson, subdirector de servicios públicos de la ciudad de Louisville. «El sistema de distribución de agua pudo recuperarse con relativa rapidez, pero también queríamos asegurarnos de que las tuberías de servicio individuales de las viviendas eran seguras», y siguieron realizando pruebas durante todo el proceso de reconstrucción de las viviendas y crearon un mapa interactivo para que la comunidad pudiera ver el estado de la calidad del agua de sus propiedades.

Aunque las ciudades disponen ahora de muchas herramientas y amplios conocimientos para responder adecuadamente en caso de emergencia, «los efectos a largo plazo que estos cambios del ecosistema tienen en nuestro suministro de agua son algo desconocido y poco explorado», alerta Matt Ross, científico especializado en ecosistemas y profesor adjunto de la Universidad Estatal de Colorado.

La respuesta y rehabilitación adecuadas son complicadas porque dependen del terreno de la región, del suministro de agua existente y de las infraestructuras. El USGS está realizando investigaciones en California, Oregón, Nuevo México, Montana y Colorado para ver cómo responde la cuenca hidrográfica de cada región: «Algunos lugares pueden ser más resistentes a los efectos del fuego, mientras que en algunas zonas donde hay tormentas extremas, como Nuevo México, a menudo vemos una respuesta de sedimentos muy grande que puede causar muchos daños y llenar los embalses», sostiene Murphy.

Hay más factores

Además de la geología y las precipitaciones, también hay que tener en cuenta el uso del suelo: «¿Hay minas antiguas en la región o hay uso agrícola? ¿Hay zonas de contacto entre la ciudad y los bosques? Todos estos factores influyen en lo que se ve en la cuenca», explica. Una vez concluida la investigación, esperan dar a los proveedores de agua una idea más clara de los riesgos potenciales de cada región, para que las ciudades puedan prepararse mejor.

La recogida de datos y el seguimiento también son esenciales, refiere Ross, que ha estado trabajando para instalar sensores remotos en los arroyos para medir la calidad del agua en tiempo real. Estos sensores son cada vez más comunes y captan parámetros básicos como el oxígeno disuelto, la acidez y los sedimentos en suspensión. «Es realmente útil saber lo que entra en el sistema y puede proporcionar una alerta temprana», manifiesta Witheridge.

También está el trabajo a largo plazo que se prolonga años después del propio incendio. Los administradores de tierras pueden plantar árboles para estabilizar los suelos o establecer vegetación más cerca de los arroyos y restaurar la función de las cuencas hidrográficas, dice Rhoades. Y también hay trabajo en la fase inicial, como el clareo de árboles y la limpieza de bosques para prevenir incendios o, al menos, evitar que alcancen una gravedad elevada.

En general, se está produciendo un cambio hacia un enfoque más holístico de la gestión de incendios. «Pensamos en los efectos de los incendios no solo en el número de hectáreas quemadas o de estructuras destruidas, sino también en lo que ocurre en las cuencas hidrográficas o en la salud de los habitantes de comunidades humeantes situadas a miles de kilómetros de distancia», indica Cordner, «Todos estos efectos en cadena nos obligan a realizar urgentemente todas las tareas de mitigación que podamos».

Artículo originalmente publicado en WIRED. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.



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