Los socialdemócratas de Alemania ganan por un estrecho margen a la ultraderecha en Brandeburgo, según los sondeos a pie de urna | Internacional
Las encuestas que se difunden antes de los comicios no suelen equivocarse en Alemania, pero las elecciones en Brandeburgo han sido peculiares hasta en eso. El Partido Socialdemócrata de Alemania SPD ha sido la formación más votada, con el 31% de los sufragios, según los sondeos a pie de urna publicados por la cadena pública ARD en cuanto han cerrado los colegios electorales. El esprint de los socialdemócratas en los últimos días de campaña, en el que encuesta tras encuesta iban recortando la distancia con la ultraderecha, se ha traducido al final en un vuelco. Alternativa para Alemania (AfD) ha acabado en segunda posición, con el 30% de los votos.
El partido del canciller, Olaf Scholz, consigue así retener su mayor feudo y defenderse del avance de este partido de extrema derecha, que en las últimas elecciones regionales, el 1 de septiembre pasado, consiguió vencer en Turingia y quedar segundo en Sajonia. La victoria de AfD en el este alemán provocó un terremoto en la política nacional: por primera vez un partido ultra conseguía ser el más votado en un Parlamento regional desde la II Guerra Mundial. El cordón sanitario que aplican el resto de formaciones evitará que los ultras entren en los gobiernos, pero cada vez se está haciendo más difícil aislarles.
La victoria de los socialdemócratas en Brandeburgo, el Estado federado que rodea Berlín, tiene una lectura que va mucho más allá de la confirmación de su actual presidente, el muy popular Dietmar Woidke. El SPD federal puede respirar tranquilo al haber evitado una derrota dolorosa y con potencial suficiente para desestabilizar la coalición que encabeza Scholz. El tripartito de socialdemócratas, verdes y liberales se encuentra en cifras históricamente bajas de popularidad. Los sondeos indican que ni sumando todos sus votantes podrían superar a la Unión Cristianodemócrata (CDU) si se celebraran elecciones federales ahora.
Pero todavía falta un año para la cita con las urnas (28 de septiembre de 2025), y la victoria en Brandeburgo es mucho más que un respiro temporal. Para Olaf Scholz significa que, de momento, nadie se va a cuestionar si es el mejor candidato posible para enfrentarse a la CDU de Friedrich Merz. Su liderazgo, aunque debilitado por unas encuestas que muestran su bajísima popularidad, no se discute en el partido.
Los analistas argumentaban que perder Brandeburgo, el gran bastión socialdemócrata, donde el partido ha gobernado ininterrumpidamente desde la reunificación en 1990, abriría la veda para empezar a debatir internamente —o quizá incluso en público— la conveniencia de enviar a Scholz a la pelea electoral. El canciller, que ya ha anunciado que quiere presentarse, ha esquivado la bala. De momento.
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El vuelco en Brandeburgo se explica, en parte, por la alta participación, del 46,1% a las 14.00 horas, 15 puntos porcentuales más que en 2019. Pero también por el efecto Woidke, la popularidad del actual presidente socialdemócrata del land. Woidke, de 62 años, lleva una década al frente de este Estado federado conocido por sus lagos y bosques y por acoger la primera fábrica de Tesla en Europa. La empresa de Elon Musk ya es el mayor empleador de la región, con 7.000 puestos de trabajo, y ha contribuido a su éxito económico.
En Brandeburgo, a diferencia del resto del país, el producto interior bruto (PIB) crece a buen ritmo. El land tampoco tiene los problemas de despoblación que preocupan a los otros Estados que formaron parte de la antigua Alemania comunista: el número de habitantes (2,5 millones, de los 83 que tiene el país) se ha mantenido estable desde la caída del muro y su capital, Potsdam, es un destino cada vez más codiciado por los jóvenes profesionales que quieren irse de la capital, Berlín, y a la vez seguir estando cerca de ella.
Woidke evitó durante la campaña la presencia de sus compañeros de partido. Scholz no participó en ningún mitin, pese a que vive en Potsdam y representa a esa circunscripción en el Bundestag. El barón socialdemócrata, que ha llegado a criticar las políticas de la coalición, ha intentado que no se le relacione con el SPD federal y que los habitantes de Brandeburgo le voten a él y no al partido. Por eso había hecho una apuesta política tan arriesgada como efectiva: si perdía las elecciones, se retiraría de la primera línea.
En los últimos comicios para el Parlamento de Brandeburgo, en 2019, el SPD había logrado vencer a la ultraderecha por un estrecho margen (26,2% frente al 23,5%). Los democristianos quedaron en tercer puesto con el 15,6% y los verdes, en cuarto, con el 10,8%.
Los sondeos a pie de urna, que normalmente apenas se desvían del recuento en unas pocas décimas, confirman el vuelco que se está produciendo en las últimas citas electorales, con Los Verdes de capa caída y el partido de la antigua líder de la izquierda, Sahra Wagenknecht, consiguiendo apoyos de dos dígitos.
Este domingo los ecologistas lamentan haber obtenido el 5% de los votos, la mitad del buen resultado de los últimos comicios y en el límite para entrar en el parlamento. La Alianza Sahra Wagenknecht (BSW por sus siglas en alemán) confirma con su resultado (12%) que se ha convertido en un actor al que hay que tener en cuenta en cualquier coalición en el este de Alemania. Los conservadores de la CDU ha obtenido también el 12% de los sufragios. Tanto los liberales del FDP como el partido de izquierdas Die Linke se quedan fuera del parlamento al no haber superado la barrera del 5%.
Pese a que la inmigración es competencia federal, la campaña electoral en Brandeburgo ha girado en torno al debate sobre las deportaciones y las leyes de asilo. El auge de la ultraderecha ha arrastrado a los conservadores moderados, incluso a los socialdemócratas, hacia posiciones que hace una década casi nadie osaba defender en Alemania. A las victorias de AfD se han sumado varios casos de ataques con cuchillo perpetrados por refugiados que han conmocionado a la sociedad y han encumbrado la migración al primer puesto entre las preocupaciones de los alemanes.
El Gobierno de Scholz ha endurecido la legislación para aumentar las deportaciones y retirar prestaciones a los refugiados. Presionado por la oposición democristiana y los ultras, este mes ha impuesto controles en todas las fronteras para luchar contra la migración ilegal, en un golpe a la libre circulación en la UE que amenaza al espacio Schengen.