«Me duele mucho mi país»: Alfredito Rodríguez
SLP, México.- Sus hits, entre los que se hallan “Sagitario”, “Buena persona” o “Empapado de sudor”, le valieron en varias ocasiones el “Premio Girasol” que confería la revista Opina a los artistas más sobresalientes de cada año en Cuba. Y es que Alfredito Rodríguez tuvo una sorprendente carrera en la Isla, donde conquistó no pocos corazones y donde enfrentó más de un episodio de censura.
Alfredito trascendió en Cuba como uno de los más populares cantantes y conductores de televisón. Sus dotes de comunicador, su carisma y su personalidad lo llevaron a conducir programas como “Su noche con Alfredo” y “En familia con Alfredo”, que se posicionaron entre los favoritos de la teleaudiencia cubana.
Ahora, a sus 74 años, desde el exilio, en entrevista con CubaNet, evoca aquellos años en Cuba y manifiesta su dolor por la situación que atraviesa su pueblo.
¿Cuándo supiste que ibas a ser músico?
Supe que era artista. Músico no soy. Y supe que era artista desde el vientre de mi madre. Fueron los primeros juegos. Este juego bendito que salva y mata a la vez, que está lleno de oscuridades y también de luminosidades.
Fue lo único que me interesó, lo único que me apasionó definitivamente, grandemente en mi vida. De tal manera que apenas con 14 años comencé y, bueno, hasta el día de hoy.

¿Cuán difícil fue llegar a alcanzar el estrellato en tu vida?
Siempre es muy difícil y sigue siendo muy difícil. Y agradezco que lo sea, porque pienso que el hombre se empina ante las dificultades. A mí me parece que la gente apasionada es esa que necesita resbalar y caerse para volver a levantarse. Y yo, gracias a Dios, me he caído alguna vez en la vida, aunque hay una cosa que quiero destacar, me he caído y he puesto la rodilla en la tierra millones de veces, pero jamás he puesto la frente, que eso significa tener dignidad.
Tu estilo de vestir, ese estilo fino, contrastaba mucho en Cuba, ¿qué problemas te trajo?
Sí, me trajo problemas. Yo recuerdo que mi padre en el año 59 tenía dos o tres trajes, y sencillamente tuvo que venderlos. Los vendió porque era un “penetrado”, un tipo “mal”, ideológicamente, eso lo recuerdo perfectamente, aunque yo he querido siempre ser yo, y ya, así las cosas.
Imagínate, fueron tiempos de Sinatra, de Elvis, de Nat King Cole, de tanta gente importantísima, y claro que tuve problemas, tuve muchos problemas con el cabello también, suspensiones en televisión, en emisoras.


¿Realmente acudiste con un bate al ICRT a defender una canción tuya?
Soy un ser que siempre he estado alejado de la violencia, aunque tengo mi parte de “gallego” cuando me pongo colorado y es lógico cuando se me ofende, pero no, fui a reclamar mis derechos.
Hice una canción en su momento, a finales de los 70, principios de los 80, que se llamó “Buena persona”, que hablaba de que se “respire parejo”, que el “aire vuele”, y que se respire parejo es una frase rarísima para las personas que se sienten omnipotentes, que se sienten ser senadoras de sueños de los demás. Y fui a reclamar porque el número fue totalmente suspendido. Pero, por cosas de la vida, después de pasar eso, fue el tema más popular de Cuba en el momento. Incluso, me dieron el “Premio Girasol” de la revista Opina, por voto popular. Esa canción estaba en muchos templos, en muchas iglesias de Cuba, los pastores o los sacerdotes hablaban de la canción “Buena persona”.

Tenías un programa de entrevistas en la televisión, trabajas diferentes temas, diferentes entrevistados, ¿cómo recuerdas esa época?
Tuve muchos programas, creo que cuatro o cinco programas conduje, dirigí. En los años 70 inauguré un programa en Cuba que se llamó “Buenas tardes”, y ahí conducíamos un grupo de artistas, cantábamos, hacíamos música.
¿Había autonomía en el programa para decidir?
Sí, en esos programas, en el de entrevistas, en “Buenas tardes”. Era sencillamente decir, “bueno, esto es lo que quiero hacer, y si esto no se hace, pues no se hace, de lo contrario que me convenzan que está mal hecho”. Como nunca pudieron convencerme de que estaba mal hecho eso, invitar a personas a hacer llamadas telefónicas con otras que no estaban en Cuba, rescatar –por decirlo de alguna forma–, ir a la memoria colectiva y decirles “esta persona existió, esta persona fue una estrella”.
En aquel momento me estaba aburriendo. Me parecía que me estaba repitiendo y repitiendo al encaramarme en un escenario. El primer programa se llamó “En Familia con Alfredo”, de lunes a sábado; el segundo fue “Su Noche con Alfredo”, o al revés; el tercero, “Sábado Especial”, que eran dos horas y media al aire; y luego, un programa que se llamó “La Diferencia”, los miércoles.
Me trajo muchísimas cosas bonitas. Por supuesto, muchísimos regaños, pero yo decidí que desde que mamá y papá dejaron de existir, otras personas no me iban a regañar sin yo hacer nada malo, así que hice caso omiso y fui para adelante, y fui para adelante una vez más por el favor del pueblo, por el público que, sencillamente, me ha aupado, me ha amamantado, me ha querido, yo no tengo cómo agradecerle.


¿Cómo y por qué emigraste, y cómo fueron esos primeros años?
Bueno, si mis hijos estuvieran en Cuba, estuvieran en Burundi, estuvieran en Tahití, ahí estaría yo, definitivamente.
No sé vivir sin mi familia, no cambio oro ni bienes materiales por los bienes que yo pienso que son los verdaderos, llámese hogar, no casa, llámese amor, definitivamente, eso. No estoy dispuesto –ni nunca estuve dispuesto– a cambiar nada material o nada que afectara mi espíritu. De tal manera, Alfredo, mi hijo mayor, decidió emigrar, yo me quedé con mi esposa y con mi perro Lucas en Cuba, y después vino un contrato a México. Estuve por dos años, tres años, dirigiendo artísticamente el Canal 13 de televisión en México, me traje conmigo a México a mi hijo Daniel, traje a mi perro, y un día Daniel se levantó y me dijo, “papá, voy con mi hermano”.
Y ese mismo día le dije a mi mujer, “bueno, ahora es donde yo por lo menos me voy a Estambul o me voy a donde sea, pero voy donde están ellos”. Aunque la gente la primera palabra que dice es “libertad”, yo no puedo tener libertad si no estoy atado, por decirlo de alguna forma, a la gente que quiero, y no estoy junto a la gente que quiero, porque tampoco todo se es libre.

¿Migrar te ha cambiado o te ha detenido?
Por supuesto. Yo era un ser que llenaba estadios, que tenía multitudes delante de mí, pero ¿sabes qué?, estoy realizado, porque “I was”, yo fui. Es decir, no lo hago ahora, tampoco creo que lo podría seguir haciendo con esta cantidad de años que tengo, porque no tengo 30 ni 20 ni 18 ni 16, como cuando empecé. Pero estoy compensado, porque yo soy un hombre realizado, tanto en mi carrera profesional como en mi vida particular. Además, no soy un ególatra ni un megalómano, ni tengo delirio de grandeza de ningún tipo. Yo pienso, como dijo José Martí, que “toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”, y si en un momento representé algo, qué bueno, porque en realidad, ni me considero músico, ni me considero el mejor cantante, ni me considero el de mayor tecnicismo.
Eso sí, me considero una persona que trata de comunicar con los demás y de darle en su corazoncito. Si eso lo logro, estoy bendecido.


¿Cómo es la vida ahora?
Vivo con mi esposa, mis dos hijos. Alfredo vivió muchos años en Los Ángeles, vino aquí, tuvo su niña aquí en Miami, aunque no vive ni en Miami ni en Los Ángeles, ni en Afganistán, vive por el mundo y vive montado en un avión. Y Daniel, mi otro hijo, vive muy cerca también de nosotros. Somos una familia bastante reducida.


¿Qué le sucedió a tu hijo que le negaron la entrada a Cuba?
Mi hijo trabajó por muchos años con el desaparecido Quincy Jones, quien pidió expresamente que cuando fuera a Cuba, quería ir con Alfredo.
De esta manera, habló una vez, creo que habló dos, no sé si habló tres, y recibió sencillamente oídos sordos. Entonces yo le aconsejé a Alfredo que no tratara de explicarle a Jones aquello –cuando digo “aquello”, no es Cuba, porque Cuba es una maravilla, sino aquel sistema político, por decirlo de alguna forma, creo que lo estoy llamando muy bien–,nadie te va a entender, porque no lo entiende nadie. Nadie entiende que tú le niegues la entrada a una persona de la que debes sentirte orgulloso, que no te ha hecho nada, que ha puesto el nombre de Cuba muy, pero muy, pero muy en alto, y que sencillamente te rehúses a responder que lo dejas entrar. Ya eso lo dice todo, nadie tiene que “dejarme” entrar a mi país, a ninguno de nosotros, nadie tiene que dar ningún permiso de nada.
¿Has regresado a Cuba?
Regresé una vez mientras vivía en México, mi suegra se puso grave y mi esposa iba a ir, y una vez más arriesgué muchas cosas. Acompañé a mi mujer, y le dije, “tú has estado siempre conmigo y ahora no te quedas sola”, y fui por unos dos días, y no he regresado más.
Cuando ya vives en otro lugar que no es Cuba, empiezas a aquilatar cosas, como el significado que tiene la palabra “alas”, que es muy importante. Me duele mucho mi país, me duelen los cubanos.

¿Cómo definirías el sistema que hay en Cuba y lo que están pasando los cubanos?
Sencillamente es una prepotencia y una dictadura, definitivamente, es que no hay de otra, no cabe de otra. Cuando hay personas que hablan de Cuba, los que quieren entender mal –porque yo estoy seguro que quieren entender mal–, dicen, “mira cómo habla mal de su país”, y no, una cosa es hablar mal de Cuba y una cosa es hablar mal del desgobierno que existe en mi país, son dos cosas completamente distintas. José Martí vivió muchos años fuera, y no estaba en contra de Cuba, estaba en contra del colonialismo español, entonces no tiene nada que ver absolutamente una cosa con la otra.
No alcanzaría un pliego de papel, ni cámaras, ni casetes, ni nada para hablar de esta historia que me duele tanto. Yo quiero que los cubanos sepan –los que piensan de una manera y los que piensan de otra– que a todos les agradezco, porque formaron a este hombre, no me formó ningún conservatorio, ni me formó ninguna escuela específica en Cuba. A mí sencillamente me hizo el pueblo, me formó el pueblo y yo sería un mal agradecido si no les agradezco. Lo que quiero para todos es la unión, lo que pasa es que yo no puedo pedir que otros hagan lo que yo no fui capaz de hacer, porque eso es demagogia.
Yo pienso que Dios está allá arriba y determinará lo que se merece mi país, que es un país tan bello, que es un país tan acogedor.
¿Regresarías si cambiara el Gobierno?
A vivir me parece que no, pero regresar… no sé si cuando eso pase tendré todavía un hálito de voz y mis cuerdas vocales responderán, pero sería hermosísimo. (Ahora mismo se me está enchinando la piel). Regresaría a cantarle a mi gente, a los que están allí y a otros que sé que van a ir también para unirnos todos, por supuesto que sí, yo no los olvido jamás. No hay un 31 de diciembre que yo no brinde a las 12 de la noche por muchísimas cosas y por mi pueblo y por mi país.
Si no hubieses sido artista, ¿qué profesión hubieses elegido?
Artista, definitivamente.
¿Tu mayor orgullo en la vida?
Mi mayor orgullo, mi familia.
¿La canción que define tu carrera?
Son muchísimas, son muchísimas, pero yo quisiera que a mí me definiera mi canción “Buena Persona”.
¿El artista que más admires?
Mi hijo Alfredo.
¿El momento más triste que has tenido sobre el escenario?
Una vez que me quedé sin voz, totalmente. Recuerdo que fue en un estadio en Cuba, entré a cantar, estaba perfectamente, me quedé sin voz y le dije a los músicos, “vamos a comenzar de nuevo desde arriba, vamos a hacer el show otra vez, completo”. Y gracias a Dios, pude.
Su sal. Extraño los adoquines de La Habana vieja, extraño mi barrio guapo de San Leopoldo, en Lealtad entre Lagunas y San Lázaro. Extraño las manos encallecidas de mis hermanos, extraño a las mujeres, mucho. Creo que la mujer cubana es una mujer sencillamente tocada, especialmente.
En una palabra, lo que deseas para Cuba en el 2025
Alas, libertad total.