mitos y anécdotas sobre el Bárbaro del Ritmo
SANTA CLARA, Cuba. – En febrero de 1957 el nombre de Benny Moré ocupaba titulares en las planas principales de los periódicos venezolanos que no reseñaban precisamente su éxito tras el paso de la Banda Gigante por los clubes caraqueños. El Bárbaro del Ritmo había caído preso por propinarle un “cabillazo” en la cabeza al empresario y exboxeador Max Pérez, que se había negado a pagarle la cifra acordada por su presentación en los carnavales, unos 44.000 dólares. De aquel infortunado percance, Moré logró salir ileso gracias a las gestiones diplomáticas del mismísimo Bola de Nieve. Tras regresar a La Habana, juró que jamás volvería a presentarse en Venezuela.
Conocido como el “Sonero Mayor de Cuba”, no son pocas las anécdotas en la corta pero prolífera vida de El Benny que marcaron su trayectoria como artista extravagante y prodigioso, uno de los más grandes intérpretes y compositores de la historia musical de la Isla. Bartolomé Maximiliano Moré nació el 24 de agosto de 1919 en el barrio de Pueblo Nuevo, en Santa Isabel de las Lajas, al que él mismo bautizó en uno de sus temas más populares como “su rincón querido”.
Hijo de una familia humilde, el mayor de otros 17 hermanos, debió dedicarse desde temprana edad a diferentes oficios para sobrevivir económicamente como al corte de caña y luego a la venta de viandas y hierbas medicinales. Según cuentan apuntes biográficos sobre su juventud, llegó a La Habana escondido en un camión de verduras para abrirse paso en la música cantando en bares y cantinas hasta que ganó un concurso de la emisora radial CMQ, lo que lo daría a conocer en el ambiente artístico de la época. De formación totalmente autodidacta había aprendido a tocar el tres y la guitarra, aunque no leía partituras y en materia musical se autocatalogaba como un “analfabeto”.
El despunte de su carrera se dio gracias a que el legendario Miguel Matamoros lo contrató como voz prima de su conjunto. Según describe Rafael Lam, autor de la biografía Benny Moré, el símbolo de la música cubana, “la presentación de Bartolo ante Miguel fue algo decepcionante” porque “vestía muy mal, con alpargatas, camisa zurcida, le faltaban tres dientes”.
Con la agrupación de los Matamoros, Moré viaja por primera vez a México en la década del 40 y decidió quedarse allí por un tiempo para debutar en el cine y contraer matrimonio con la mexicana Margarita Bocanegra, musa de la canción Dolor y perdón. En tierra azteca también surgió el famoso tema Bonito y sabroso y el sobrenombre artístico (Benny) por el que sería conocido en toda Latinoamérica.
A pesar la popularidad obtenida por el también bautizado “Príncipe del Mambo”, Rafael Lam refirió en una entrevista que Moré tuvo una “vida azarosa, miserable, de menosprecio” y que “era un hombre de mala salud” con una deficiencia hepática que “acortó su vida”.
El investigador también indica que resulta incierto que Benny fuera adicto al cannabis: “No podía fumar marihuana porque se quedaba mudo y le tenía pánico a eso”.
Aunque se casó en tres oportunidades, allegados a su figura entrevistados por Lam descartan que fuera un mujeriego.
Se cuenta que El Benny apenas dormía debido a su propia vida bohemia, intensa y trasnochada que le exigía su presentación recurrente y casi diaria en bares y cabarets. Era aficionado a la cocina, especialmente al arroz frito, aunque no comía demasiado. Prefería el aguardiente y, de hecho, fue el rostro publicitario de la marca Cazalla. En cuanto a su estilo de vestimenta, especialmente los icónicos tirantes con pantalones holgados, se dice que eran para ajustarse mejor la prenda, ya que la hepatomegalia que lo aquejaba le impedía el uso de otro tipo de cinturones.
Contrario a lo que pudiera parecer, El Benny no era una persona extrovertida. El investigador Leonardo Acosta en su libro Elige tú, que canto yo, asegura que no le agradaba “hablar entre multitudes mayores de tres o cuatro amigos” pero que, para él, “cantar era otra cosa”. También lo describe de esta forma: “No era guapo ni tampoco manso, ni era bobo ni trataba de ser vivo. Era espontáneo y afable, siempre bromista y ocurrente, podía ser informal y regado, pero se hacía respetar sin necesidad de esforzarse. Era cariñoso y humano, y si las cosas le salían bien era porque sabía lo que quería y sabía hacerlo”.
El cantante de la banda de El Benny, Rafael Díaz Contreras, apodado como “El Diablo”, en entrevista con CubaNet, aseguró que muchas personas trataron de desvirtuarlo por envidia y otras razones malsanas. Dijo, además, que tenía la costumbre de llegar tarde a las presentaciones y colarse incógnito entre la gente para subir al escenario en el último momento, justo cuando todo el público aclamaba su presencia. A pesar de todo lo que le achacaron, era en extremo dadivoso y “no le tenía amor al dinero” al punto de regalarlo sin muchos miramientos a familias pobres o vagabundos que hallaba a su paso. “Cuando los médicos le prohibieron tomar, fue que adquirió la costumbre de echarse ron en las manos y acercárselo a la nariz”, contó el recientemente fallecido músico santaclareño.
Acerca de su dentadura postiza trasciende otra anécdota: El día que recién estrenaba los dientes en pleno Teatro América decidió quitárselos ante el cargado auditorio para cantar mejor. En el libro de Acosta se asegura que fueron muchas las críticas urdidas por los músicos y la prensa que lo tildaron de grosero e irrespetuoso. “Lo bueno de él es que se reía de todo eso”, escribe el autor.
A pesar de que recibía miles de dólares por sus presentaciones, Moré prefirió vivir alejado de la zona cosmopolita de La Habana y hasta sus últimos días residió en el reparto La Cumbre, en el entonces barrio humilde de San Miguel del Padrón. Allí, en su conuco, acostumbraba a sembrar y a criar animales. En una ocasión, Celeste Mendoza relató que El Benny la invitó a sacrificar “una lechona” a la que había bautizado con su nombre, porque solía apodar a los cerdos como personalidades de la música.
Bartolo tuvo una muerte prematura el 19 de febrero de 1963 producto de la cirrosis hepática. Según refirió El Diablo, quien anotaba en una libreta cada parte médico de El Benny, los diagnósticos recurrentes ante de su fallecimiento fueron: “estado grave”, “complicaciones renales” y “fiebre alta”.
Sobre los tantos mitos, anécdotas y ditirambos sobre el Bárbaro del Ritmo, Acosta dejó escrito: “Quien haga la prueba de comparar las críticas que le hacían a El Benny en vida y los elogios que le dedicaron luego de su muerte, quizá llegue a la conclusión de que en este mundo hay que morirse para que hablen bien de uno”.