Mucho más que una expedición a la Antártida: «Hay muchísima vida después del cáncer y aquí estamos para demostrarlo»
«La vida es ahora”. Cruz Álvaro se tatuó esta frase en la muñeca izquierda tras superar un cáncer de mama. “Lo hice para que no se me olvidase que sólo tenemos una vida y hay que disfrutarla, no tenemos que vivir pensando en el mañana sino vivir el presente. No debemos perder el tiempo en ocupaciones banales. El cáncer me puso en mi sitio”, dice con una sonrisa durante su visita a la redacción de MARCA.
La madrileña, que trabaja como técnica en el Defensor del Pueblo, recuerda perfectamente el día que le dieron el diagnóstico. Hubo partes de la conversación con el médico que su mente no procesó en aquel momento. Pero rápidamente se puso “manos a la obra”. Tiró de su familia, pasó por 8 operaciones y estuvo muy entera hasta la mastectomía, la cirugía para extirpar el tejido mamario.
Al cabo de un tiempo llegó el bajón anímico. “Me metí en una cueva. Decía: ¿para qué me voy a comprar un vestido si me voy a morir mañana? No quería hacer planes y decidí buscar ayuda profesional”, reconoce. Y gracias a compartir sus miedos e inseguridades cambió el chip y decidió beberse la vida a sorbos. “¡Me compré hasta un apartamento en la playa! La gente no asocia el cáncer a supervivencia y es un error. Hay que dar visibilidad a la gente que sobrevive, que es mucha más”, argumenta. Y con esas ganas de vivir se presentó al Reto Pelayo Vida Antártida 2024. “Me lo tomo como la aventura de mi vida”, asegura.
La gente no asocia el cáncer a supervivencia y es un error, hay que dar visibilidad a la gente que sobrevive, que es mucha más
Una aventura que compartirá con otras cuatro supervivientes de cáncer, elegidas entre 538 candidatas de 11 países. Para celebrar una década del Reto, se adentrarán en el territorio más frío, seco y ventoso de la Tierra. Llegarán al desierto de hielo tras 14 días de navegación en una goleta de 39 toneladas con casco de acero naval. Partirán de Usuhaia (Argentina), doblarán por el Cabo de Hornos y recorrerán 10.000 kilómetros atravesando el paso de Drake, donde confluyen los océanos Pacífico, Atlántico y Austral y por donde fluyen algunas de las corrientes oceánicas más fuertes del mundo.
Si ellas pueden, yo también
Vivir una aventura así, como antes lo hiceron sus predecesoras en el Kilimankaro, el Annapurna, los Andes o Patagonia, se convirtió también en una motivación para Almudena Sánchez. Conoció el Reto Pelayo Vida a través de su pareja, quien le puso los documentales de expediciones anteriores para animarla. La farmacéutica se había detectado el bulto en el pecho mientras se duchaba. “Trabajo en un hospital y sabía todo el proceso que se iba a desencadenar si era malo. Negué el diagnóstico durante varios meses. No tenía antecedentes, era una persona joven (tiene 44), deportista, me había cuidado siempre mucho. Lo primero que pensé es que me iba a morir”, confiesa.
“Cuando pierdes el miedo a morir empiezas a vivir
Había sufrido varios abortos antes del diagnóstico. “Cuando vi los documentales pensé: ‘Si ellas han podido, ¿por qué no voy a poder yo? Ver mujeres que subían montañas, que iban en bicicleta al Annapurna o que hacían otros retos me sirvió durante los tratamientos. Cuando estaba en el sofá y pensaba que no podía, decía: ‘Vamos a intentarlo por el Reto Pelayo’. Hay un 80% de posibilidades de cura y mi cabeza hizo click gracias a este Reto”, reconoce Almudena, que compitió varios años en atletismo. “Cuando pierdes el miedo a morir empiezas a vivir”, reflexiona la abulense, que nunca había practicado vela antes.
Conoció el Reto gracias a MARCA
Tampoco la sevillana Macarena Bohórquez. No hace ni un año –el 24 de este mes lo hará– que le operaron de un sarcoma de partes blandas, que supone entre el 1 y el 3% de los cánceres diagnosticados en España. Fue ella quien se notó un bulto en la axila el año pasado, con 35 años. “Hasta el Reto Pelayo no empecé a decir la palabra cáncer. Lo negaba. No quería que fuera el centro de mi vida y que todo el mundo me preguntase por él”, reconoce.
Las expedicionarias del Reto Pelayo Vida Antártida 2024 en MARCA.
Conoció la existencia del Reto de 2023 la noche antes de ser operada, cuando navegaba por la sección de Aventura de la web de MARCA. “Esa noche ya me acosté con la idea de que yo iba a ser una expedicionaria al año siguiente. Se lo dije a mi marido”, recuerda. Y se convirtió en su motivación. “Mi tipo de sarcoma tiene un 20% de posibilidades de sobrevivir”, explica. Nunca había navegado y pegó carteles por toda la provincia de Cádiz. También se grabó un vídeo para contar su caso y pedir ayuda. “Pensé que lo iban a ver 100 personas y fueron 178.000”, recuerda entre risas. Respondió mucha gente y, gracias a ellos, aprendió a navegar para el Reto.
La vela, su mejor medicina
En el caso de Marta Castillo navega desde hace años. La pasión la heredó de su padre, que hizo la misma ruta por la Antártida en 2010, un año después de tener un linfoma. Ahora está leyendo sus diarios. “Cuando mi padre me veía mal por los tratamientos me llevaba a navegar porque yo en el mar revivo”, reconoce. También que ella nunca pensó en la muerte, pero que cuando recibió la noticia fue como si desconectase y lo viviese desde fuera. «Empecé a actuar como una autómata», confiesa.
A todas las que me escriben y están pasando por la enfermedad les mando la foto de mi último gotero para que vean que yo estuve muy mal pero que se sale
La maña conoció el Reto Pelayo Vida gracias a su oncóloga. “Me lo contó cuando estaba hecha polvo por la quimio. Ahora me han escrito varias mujeres, a raíz del Reto, preguntándome y a todas les mando la foto de mi último gotero para que vean que yo estuve muy mal pero que se sale de aquello”, explica. Porque uno de los objetivos del Reto es animar e inspirar a quienes ahora están pasando por un cáncer.
Vivir el cáncer en pandemia
“Es una palabra que está muy asociada a la muerte, pero hay muchísima vida después del cáncer y aquí estamos para demostrarlo. Aunque hemos pasado por momentos muy difíciles debido a los tratamientos, te vas recuperando poco a poco. Y míranos ahora, nos vamos a la Antártida”, dice Patricia del Solar.
A la madrileña, que nadaba tres días a la semana, le diagnosticaron cáncer de mama el 10 de marzo de 2020, pocos días antes de encerrarnos en casa por el Covid. Vivió todo el proceso en pandemia. “En el hospital ya había mucha tensión, los sillones estaban precintados, no daban citas, las agendas estaban bloqueadas… Tenía un tumor de 7 centímetros y no paraban de cancelarme citas. Tuve que ir a todo sola”, recuerda con impotencia. Pasó por una mastectomía y reconstrucción con dorsal. Tras los tratamientos, no podía con su alma. “El primer día que salí a la calle hice 50 metros y me volví porque estaba muerta”, recuerda. Ahora, llena de vida, navegará por la Antártida con un mensaje de esperanza.