No diré ‘no lloréis’, pues no todas las lágrimas son amargas
Reconozco que llevo intentando escribir esto más de dos años (Spoiler: no ha quedado tan bien como imaginaba, como suele pasar en todas las despedidas). Concretamente, desde una tarde calurosa de mayo en el Foro Itálico de Roma, con dos cafés sobre la mesa y el mejor jugador de la historia del pádel diciéndome: «Jesús, 2024 será mi último año». Y como me ha sido casi imposible encontrar las palabras para resumir lo que ha significado Bela para el pádel, he optado por resumir lo que ha significado para mi carrera profesional.
Yo llevaba unos pocos meses en MARCA, acababa de empezar 2017, me empeñé en darle espacio al pádel en el diario… y se me ocurrió empezar con el mejor. Eso sí, no se me ocurrió otra de forma de contactar con él que por Facebook. Y respondió. “Te doy mi teléfono, escríbeme y concretamos, que ahora estoy en la piscina con los niños”. Flipé a un nivel que ni imagináis. Desde aquel momento, y con una primera videollamada a duras penas Madrid-Pehuajó, Bela me ha acompañado en mi crecimiento personal y profesional.
El regreso triunfal en el Master Final de 2018, la ruptura con Lima, la aventura con Tapia– pandemia de por medio- con adiós histórico en Menorca; los dos retos con Sanyo, el último triunfo en Monterrey con Coello o las lesiones que frenaron a un deportista que siempre me pareció indestructible. Todos esos –y muchos más- momentos siempre aderezados con un ‘sí’ por respuesta a cada llamada de teléfono y una sonrisa en cada encuentro.
Hace un par de años, un buen amigo escribió ‘El día que Bela ya no esté…’. Y ahora que ya se ha ido no tengo ni idea de qué debemos añadir al final de esos puntos suspensivos. Quizás un ‘recordaremos’, seguido de: sus estadísticas extraterrestres, su mente prodigiosa a la altura de los más grandes de la historia del deporte, su capacidad de reinvención, su voracidad infinita, su respeto al triunfo y a la derrota o sus enseñanzas a las estrellas del presente y el futuro. Quizás ‘diremos’ que cuando se haya ido muchos pondrán en valor lo que hizo, hace y hará para que el pádel esté en primera línea de batalla junto a otros ‘gigantes’. Quizás ‘diremos’ que está a la altura de los Nadal, Jordan, Phelps, Bolt… o Messi.
Quizás la persona que está escribiendo estas líneas sólo pueda agradecer una y otra vez por haber coincidido en el tiempo con una persona que siempre le trató de forma exquisita, a la altura de su figura dentro del 20×10. Y quizás ‘El día que Bela ya no esté’ aprendamos a disfrutar del camino, a recordar con ternura el pasado, a recibir al futuro con los brazos abiertos y a emocionarnos con cada bienvenida y cada despedida.
Para esta en concreto, permitidme que cierre con esta frase de Gandalf que me ha inspirado a titular esta pieza: «No diré ‘no lloréis’, pues no todas las lágrimas son amargas». Y es que ahora mismo el mundo del pádel (yo, al menos) se identifica con esos tres hobbits que tuvieron ver partir a su amigo, después de tanto sacrificio y de una larga travesía, hacia la recompensa de las Tierras Imperecederas.
Un justo premio a 30 años de carrera que, sin embargo, nos deja al resto nostálgicos, mirando hacia el horizonte con un nudo insoportable en la garganta y esperando que en cualquier momento aparezca un barco de regreso con la albiceleste como bandera… y un pehuajense al timón.
Viento en popa… y a TODA BELA.
Gracias por tanto, Boss.