No hay dinero para comer, pero sí para viajar
LA HABANA, Cuba. – “No hay dinero”, “no hay liquidez”, “hay que eliminar los gastos excesivos” pero a México se fue de paseo una “no primera dama” cuyos gastos de viaje (al nivel de una figura presidencial) serán asumidos por quienes, a las puertas de octubre, aún esperan por los “mandados” de septiembre, por quienes sufren más de 15 horas de apagones porque no hay combustible y, sobre todo, por quienes hacen colas en farmacias y hospitales a la espera de que China, Rusia, la OPS o los Pastores por la Paz donen el medicamento que necesitan.
No hay dinero para producir alimentos, tampoco para importarlos pero, al parecer, en la construcción del socialismo es indispensable que, una vez más, el presidente viaje (en jet de lujo) y acompañado de una persona a la que ningún decreto, ley, o disposición redactada y aprobada por la Asamblea Nacional haya otorgado esas funciones oficiales de alto nivel que desempeña, y para las cuales requiere de la aprobación de un presupuesto (asumido por el “Estado”) puesto que, hasta donde intuimos, el salario que la señora Lis Cuesta recibe como empleada del Ministerio de Cultura, por mucho que lo ahorre, no le puede alcanzar para pagarse la ropa, los zapatos, prendas y carteras que, más allá del buen o mal gusto, evidentemente no han sido comprados en Shein.
Mucho menos podría pagar un equipo de seguridad que, al ser dos objetivos a proteger y no uno solo, debió ser, una vez más, reforzado con más efectivos a los que hay que costear gastos de alojamiento, comidas y todo lo que implique mantenerlos en servicio de manera eficiente durante el tiempo que dure el viaje.
Ni siquiera el destino y propósito justifican la presencia de la que, en otras circunstancias y contextos hasta pudiera considerarse como una “figura complementaria”, incluida para asumir esa parte de la “apretada” agenda de trabajo con la que no podría cumplir el presidente. Pero lo más “apretado” de este viaje, como en los demás, ha sido la inclusión de la acompañante.
México, con los “amiguitos” y gemelos ideológicos Andrés Manuel López Obrador y Claudia Sheinbaum, con más de un acuerdo económico marchando, con varios pactos políticos en conjunto al máximo nivel de complicidad, ya no es un lugar donde sea necesario desplegar esos protocolos y proyecciones ilusionistas de “gobierno normal”, de “dictadura que se moderniza” para conquistar bolsillos y favores.
México es una plaza ya conquistada por el castrismo y en la que, por tanto, estarían de más esas simulaciones que solo se traducen en gastos innecesarios y, dándoles a probar de su propia medicina —es decir, de la que usan cuando quieren deshacerse de alguien de su mismo equipo—, en abuso de poder.
A no ser que pasear (con todo el “glamour” de una visita oficial), cenar con mariachis, emborracharse con tequila y cantar El rey —la canción que tanto gusta a Manuel Marrero— sea una “necesidad” tan urgente para ese “gobierno” que, ante la urgencia real de un gravísimo problema de sanidad —que ha costado la vida incluso a dos generales entre los últimos fallecidos—, continúa alquilando médicos a la nación azteca a la vez que se descubre incapaz de recoger las montañas de basura que sepultan las calles de la Isla.
Casi al mismo tiempo que el jet donde viajan Miguel Díaz-Canel y la “no primera dama” aterrizaba en México, el canciller Bruno Rodríguez Parrilla discursaba en Nueva York sobre la política de Estados Unidos con respecto a Cuba y calificaba el embargo económico de “criminal” apoyándose en los altos costos que, solo unas pocas horas de “bloqueo”, representaban para la salud y alimentación de cubanos y cubanas.
Dijo, por ejemplo, que cuatro meses de embargo equivalen, en pérdidas de dinero, a lo que costaría adquirir todos los alimentos de la canasta básica de un año, y que 25 días de sanciones se traducen en el monto que necesitaría el Gobierno cubano para producir e importar los medicamentos consumidos en la Isla en el mismo periodo de tiempo.
Como ciudadano, ya ni siquiera como periodista, me interesaría conocer cómo, en medio de una crisis que se está llevando por delante a miles de personas con hambre y con enfermedades que serían curables o tratables con un mínimo de recursos, se justifican financieramente esos viajes que, al menos por la parte que sirve apenas de compañía, son a las claras viajes de placer.
¿Cuál es el costo de cada uno, de dónde sale el dinero para incluir en ellos a alguien que no desempeña ningún cargo oficial en el Gobierno? ¿Alguien se ha detenido a sacar cuentas de esos viajes con la misma precisión con la que hacen las cuentas de los daños “causados por el bloqueo”?