pide entrar en los BRICS
Turquía ha dado un paso inesperado que puede suponer un hito importante en la situación geopolítica mundial, por la importancia que tiene el país, situado en una encrucijada geográfica que une Oriente con Occidente. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan habría solicitado oficialmente entrar a formar parte de los BRICS, el grupo de países encabezado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, que representa el bloque rival de Occidente, la OTAN y, en general, los países llamados desarrollados que se encuentran dentro de la órbita estadounidense. La petición de Turquía se enmarca dentro de un proyecto de convertirse en el nexo de unión entre el bloque occidental y su adversario oriental, encabezado por China e India, principalmente, pero aleja al país turco, miembro oficial de la OTAN, de esta órbita de influencia, con las implicaciones que esto puede tener. A finales de octubre se producirá una cumbre de los BRICS en Rusia y todo apunta a que se debatirá entonces sobre la entrada de Turquía, que se suma ahora a una larga lista de países, como Indonesia, Tailandia o Vietnam, entre otros, que se han acercado a los BRICS con la intención de engrosar sus filas. China, que tiene posibilidades de convertirse en la primera economía mundial en los próximos años, necesita el apoyo de nuevos socios para poder hacer frente al enorme reto que se le plantea.
El historial de Turquía como país que quiere ser amigo de todo el mundo no ha empezado con la solicitud de incorporarse al grupo de los BRICS. Según se ha filtrado a la agencia Bloomberg, el país habría llevado a cabo una petición oficial para incorporarse al grupo de países que encabeza China, pero el acercamiento del país euroasiático hacia el bloque rival de la OTAN no ha empezado con este movimiento. En los últimos años, Turquía ha expresado interés en formar parte de la Organización de Cooperación de Shanghai (SCO), el grupo rival de la propia OTAN que crearon China y Rusia en el año 2001. En un momento en el que el país atraviesa una crisis importante en su divisa, entre otros frentes, el gobierno turco parece intentar conseguir nuevos socios para poder reforzar su situación en el frente diplomático.
La idea que Erdogan tiene es convertir a Turquía en un nexo entre Oriente y Occidente, y lograr mantener buenas relaciones con todas las partes por igual, una tarea titánica, y que cada vez parece menos factible, si se tiene en cuenta el desarrollo de los acontecimientos geopolíticos de los últimos años. «Turquía puede convertirse en un país fuerte, próspero, prestigioso y efectivo si mejora sus relaciones con Oriente y Occidente de forma simultánea», ha declarado Erdogan este mismo fin de semana en Estambul. Sin embargo, las mismas fuentes que han filtrado la petición oficial para unirse a los BRICS, señalan como el motivo principal la frustración que siente el gobierno turco después de décadas tratando de entrar en la Unión Europea, sin tener éxito.
La propia organización de los BRICS se creó como una alternativa al bloque Occidental, encabezado por Estados Unidos, y que cuenta con herramientas como el Fondo Monetario Internacional (FMI) o el Banco Mundial, una rivalidad real que Erdogan parece querer minimizar. «No tenemos que elegir entre la Unión Europea y la Organización de Cooperación de Shanghai, como muchos dicen», ha declarado en el pasado el presidente turco. Su último movimiento, sin embargo, encaja con la estrategia de acercamiento al bloque asiático, un proceso que dejó evidencias con los acuerdos de venta de gas a los que llegó con Rusia desde que empezó la guerra de Ucrania.
La entrada de Turquía a formar parte de las filas de los BRICS se podría decidir entre el 22 y el 24 de octubre, cuando se producirá el próximo encuentro de la organización, en este caso, en Rusia. Es posible que se produzca una reacción de los países líderes del bloque Occidental contra Turquía por su petición oficial a entrar en los BRICS, pero hay expertos, como los analistas del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS, un centro de investigación francés sobre cuestiones geopolíticas y estratégicas), quienes explican cómo, dentro de los BRICS, parece haber dos intenciones diferenciadas: «Lo que podemos ver es que los BRICS+ [el acrónico que se utiliza para definir a los países originales, junto a las últimas incorporaciones, que se han producido este año, de Irán, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía] son un grupo más flexible, nacido de la intención de los países del sur a ser tomados más en serio en los foros internacionales, dominados por Occidente, y no una alternativa al orden mundial. La excepción, claro está, es Moscú», explican.
El peso del grupo aumenta con las nuevas incorporaciones
Los BRICS han ido sumando nuevas incorporaciones a sus filas desde su creación en el año 2009. Entonces, Brasil, Rusia, India y China pusieron los cimientos de un bloque organizado para reivindicar la importancia de estos países, y tratar de presionar para ganar peso en las organizaciones internacionales, dominadas por el bloque anglosajón y sus aliados. En 2010 Sudáfrica se incorporó al grupo, y se creó el acrónimo que todavía hoy da nombre a la Organización.
A finales del año pasado los libros del cártel se abrieron por primera vez en 13 años, para incorporar nuevos miembros: Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos engrosaron las filas de los BRICS, ahora conocidos como BRICS+, pero Argentina y Arabia Saudí, dos países que, en principio, también habían pactado entrar en el grupo, finalmente se quedaron fuera. La negativa de Argentina se produjo por la llegada de Javier Milei a la presidencia, mientras que Arabia Saudí decidió frenar su entrada y continuar participando en los encuentros del grupo como socio «invitado».
Ahora, los BRICS pretenden seguir aumentando de tamaño, y hay una larga lista de países posicionados para pasar a formar parte del grupo en los próximos meses. La reunión de octubre en Rusia será clave en ese sentido, con Malasia, Tailandia, Azerbaiyán, Vietnam, Indonesia, Argelia, y Turquía, esperando su turno para incorporarse al grupo.
A día de hoy, gracias a las incorporaciones de 2024, los BRICS ya suponen un 26% del PIB mundial, más del 44% de la población de todo el planeta, y un 24,3% de la producción global de petróleo, entre otras materias primas. Poco a poco, el cártel quiere ser un actor de peso en los mercados mundiales, y ha dejado claras sus intenciones de, por ejemplo, ir desbancando al dólar como la divisa más utilizada para el comercio mundial, una tendencia que, por el momento no se está produciendo, y que muchos analistas ponen en duda que vaya a tener éxito. No hay que olvidar que la mayor parte del comercio de materias primas del planeta está denominada en dólares, incluso cuando las relaciones comerciales se producen entre dos países que no utilizan dólares en su economía como divisa nacional.
La lista de países que están llamando a las puertas de los BRICS, una vez se ha confirmado que Turquía se une a ella, sumaría 5,3 puntos porcentuales al peso del grupo en la economía mundial, hasta superar el 31%; también sumaría 12 puntos porcentuales (si se cuenta a Arabia Saudí) a la producción de petróleo total que controlarían, llegando a batir el 36% de la oferta mundial, y, sobre todo, añadiría 8,3 puntos a la población mundial que está bajo su influencia, hasta superar, por primera vez en la historia, el 50% de todos los seres humanos del planeta. Alcanzará, si todos los países de la lista terminan incorporándose, el 52,7% del total.
«Está cumpliéndose el escenario que ha descrito el investigador Julien Vercueil, que apunta a una expansión continua de los BRICS, en contra de una posible ruptura y deterioro de su poder, como muchos han teorizado», explican desde IRIS. «Sin embargo, en este escenario de expansión, la economía mundial, en vez de dividirse entre el bloque del Sur y del Norte, estaría moviéndose hacia un choque que producirá reformas en el orden económico mundial. Este es el escenario más probable, teniendo en cuenta cómo se ha producido la última entrada de países al grupo. La segunda entrada que se está barajando probablemente no se producirá en 2024, ya que India y Brasil tienen reticencias, por lo que los países que han solicitado su entrada tendrán que esperar a 2025. Pero, ¿qué supone un año cuando se trata de reformar la arquitectura de todo el mundo?», explica el centro de investigación.