Por qué la gente actúa de forma tan extraña en los aeropuertos
En otro sentido, los aeropuertos son una zona de ausencia, donde el momento presente no es bienvenido. La atención de todos se dirige hacia el futuro, hacia sus vuelos y las aventuras que les esperan cuando lleguen a su destino. Esta intensa atención al futuro a menudo provoca frustración, sobre todo si los vuelos se retrasan.
Los límites personales también se vuelven fluidos. Además de comportamientos antisociales, los aeropuertos pueden albergar comportamientos prosociales, en los que desconocidos comparten sus planes de viaje y vacaciones, hablando con una intimidad inusual. En tierra de nadie, no se aplican las inhibiciones sociales normales. Y el alcohol puede lubricar aún más esta cohesión social.
Debido a la confusión de tiempo y lugar, los aeropuertos crean una sensación de desorientación. Nos definimos en términos de tiempo y lugar. Sabemos quiénes somos en relación con nuestras rutinas diarias y nuestros entornos familiares. También nos definimos en términos de nacionalidad. Sin estos marcadores, podemos sentirnos a la deriva. Ya sea causada por factores psicológicos o ambientales, y aunque sólo sea temporal, la desorientación puede tener efectos perjudiciales.
Efectos liberadores
En el lado positivo, todo esto puede tener un efecto liberador para algunos de nosotros. Como señalo en mi libro Time Expansion Experiences (Experiencias de expansión del tiempo) normalmente vemos el tiempo como un enemigo que nos roba los momentos de nuestra vida y nos oprime con plazos. Por eso, salir del tiempo a veces es como salir de la cárcel.
Lo mismo ocurre con la identidad. El sentido de la identidad es importante para nuestra salud psicológica, pero puede llegar a ser constrictivo. Como los actores que interpretan el mismo personaje en una telenovela semana tras semana, disfrutamos de la seguridad de nuestros papeles, pero anhelamos ponernos a prueba y estirarnos con nuevos retos. Por eso, salir de nuestras rutinas y entornos habituales resulta estimulante. Lo ideal es que la libertad que empieza en el aeropuerto continúe a lo largo de nuestras aventuras en el extranjero.
En última instancia, tanto si nos sentimos ansiosos como liberados, podemos acabar actuando fuera de nuestro carácter.
De acuerdo con las teorías del psicólogo Sigmund Freud, esto podría interpretarse como un cambio de nuestro yo civilizado normal a la parte primitiva e instintiva de la psique, que Freud llamó el «id». Según Freud, el «id» es el lugar de nuestros deseos y pulsiones, nuestra emoción y agresividad, y exige una gratificación instantánea. Normalmente, el “yo” controla el “yo”, pero siempre es susceptible de desbordarse, sobre todo cuando el alcohol o las drogas nos desinhiben.
Fuera de las restricciones normales, algunos veraneantes dejan que su yo se exprese en cuanto pasan el control de seguridad. Y una vez intoxicados, el yo domina por completo y puede provocar el caos.
Prohibir el alcohol en los aeropuertos puede sonar draconiano. Pero dado que hay tantos factores que fomentan el comportamiento antisocial, es difícil pensar en otra solución. En una situación en la que los límites se rompen, provocando un posible caos, un límite legal puede ser la única esperanza.
Artículo publicado en WIRED. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.