Sacar dinero de los cajeros automáticos es una proeza
Como sucede con casi todo en Cuba, los cajeros automáticos solo funcionaron muy bien en sus primeros tiempos.
LA HABANA, Cuba. – Hace aproximadamente unas tres décadas que el Gobierno cubano comenzó a estimular el uso de los cajeros automáticos para obtener dinero de las cuentas bancarias personales o cobrar los salarios o las pensiones. Se dijo que era un método rápido, eficiente y que evitaría aglomeraciones en los bancos.
Como sucede con todo en Cuba, aquello funcionó muy bien los primeros tiempos. Los cajeros automáticos, que fueron colocados en las entradas de agencias bancarias o en lugares céntricos, contaban con un sistema operacional sencillo, de tecnología factible a cualquier persona. Tenían dinero casi siempre, a toda hora. Vehículos blindados de la agencia SEPSA, con hombres armados, exmiembros del MININT, reponían a diario el contenido de los cajeros.
Pero en los últimos años se ha convertido en una proeza y una tortura encontrar cajeros automáticos que tengan fondos y que no estén rotos o desactivados.
Cercanos a mi domicilio existieron ocho cajeros. En la actualidad hay dos desactivados, dos que hace mucho tiempo no funcionan y los cuatro restantes casi siempre están sin efectivo. Algo más lejanos, existen seis. Saber con nuestra tarjeta magnética si funcionan, conduce a que aparezca un mensaje que dice no poder brindar la cifra solicitada por desperfectos técnicos.
Las pocas veces que recargan las máquinas que aún brindan el servicio, es por lo general, alrededor de los días de pago. Cuando hallas un equipo que tiene efectivo, la cola de usuarios es enorme y la demora mucha. En ocasiones se acaba el dinero por ser mucha la cantidad de personas que acuden al lugar.
Otra tardanza se produce al concurrir allí muchas personas de edad avanzada, que tienen limitaciones visuales, o de capacidad cognitiva, pues a pesar del sistema sencillo para operarlo, no tienen habilidad o destreza.
Sucede con cierta frecuencia que estos ancianos, al no introducir el PIN adecuado, bloquean el aparato, que queda fuera de uso hasta que vengan los técnicos a extraer la tarjeta. Si esto sucede con equipos que están frente al banco, un trabajador de esa institución realiza la operación; si no, el propietario de la tarjeta debe dirigirse a una unidad señalada, que recoge y retiene la tarjeta.
Las denominaciones de los billetes no tienen una correspondencia con la cantidad a extraer por el cliente. Los billetes de 1, 5, 10, y 20 pesos son escasos. Si el monto a extraer termina en una cantidad así, la persona está obligada a usar el redondeo y siempre dejar cierta cantidad en su cuenta.
En otras ocasiones solo hay billetes de 500 o 1.000 pesos. Las autoridades dicen que imprimir nuevos billetes resulta muy costoso, y el país no puede en estos momentos realizar esa inversión.
Si intentamos indagar más del porqué no funcionan tantas máquinas, la explicación común es que no existen piezas de repuesto para repararlas, y como una seguidilla, la justificación de que por culpa del bloqueo no se pueden adquirir.
Es cierto que los equipos llevan una larga explotación, y el uso desmedido por las circunstancias propias del país genera roturas, pero tampoco reciben mantenimiento frecuente como pasaba años atrás.
Todos estos problemas dan lugar a que, lejos de descongestionar los bancos, como era su objetivo, ahora estén más abarrotados que nunca.
Las personas, para obtener la cantidad deseada, se ven en la engorrosa tarea de ir al banco desde horas de la madrugada, marcar en una cola para extraer la cantidad total o parcial que deseen y pasar largas horas allí, siempre con la esperanza de que no haya un apagón o se interrumpa la conexión, algo que sucede con gran frecuencia.
Según declaraciones de las autoridades, el Gobierno aspira a limitar el circulante para frenar la inflación. La realidad es que el Estado totalitario quiere imponer el sistema de pagos electrónicos a través de las plataformas cubanas Transfermóvil y EnZona y usar la moneda virtual, que entre otras cosas permitirá el control económico sobre la población, y además eliminar a los pequeños vendedores y negociantes del mercado minorista que escapan al impuesto fiscal.