Salvar a las almejas: estas mujeres luchan por conservar una forma de vida sustentable en Sonora
Para recolectar las almejas, utilizan pequeños rastrillos con los que suelen extraer entre 25 y 30 ejemplares por cuadrante. Seleccionan una muestra aleatoria para medir peso y talla con vernier y báscula, y registran sus hallazgos. También llenan una bitácora de vigilancia, donde anotan observaciones generales del sitio desde la llegada, como la presencia de personas o basura.
Sin embargo, el olor fétido predomina durante la visita, pues el drenaje de los cultivos de camarón ha provocado acidificación del estero, malos olores y lodo que impide el desarrollo de otras especies.
La economía azul como horizonte
“Antes sembrábamos y era una tristeza ver que no había nada”, dice Laura Wuicochea, madre de Laura Acuña. Tras un cambio en la metodología y dejar de engordar las semillas de almeja, comenzaron a sembrarlas directamente en el sustrato. “Ellas se entierran de inmediato y viven del medio natural”, explica.
El ajuste ha facilitado el repoblamiento. Hoy, las almejas vuelven a ser extraídas por pescadores y aparecen incluso en zonas no sembradas. “Ella solita va desovando, entonces se va llenando todo”, dice Laura Acuña. “La última vez encontramos en la orilla desde muy chiquititas hasta almejas grandes que ya han muerto, pero de viejitas”. La cooperativa considera empezar a vender almeja en platillos para darle un valor agregado, para lo que requerirá más manos.
Este modelo comunitario responde a los principios de la economía azul: regenerar ecosistemas, crear empleos sostenibles y fortalecer el bienestar local. En la Tercera Conferencia de la ONU sobre los Océanos, celebrada del 9 al 13 de junio en Niza, Francia, una de las temáticas es la visibilización de iniciativas que nacen desde las comunidades y requieren apoyo para lograr la meta de proteger el 30% de los océanos para 2030.
El financiamiento externo ha sido clave. Las Mujeres del Mar de Cortés han recibido apoyo de Prescott College, el Instituto de Acuacultura del Estado Sonora (IAES), la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), AFD y COBI. Aunque en su momento dichos fondos les permitieron sostener a sus familias, los recursos actuales resultan limitados. La última aportación, de 32,000 pesos, fue utilizada para sembrar 450,000 semillas de almeja.
Un acto de memoria y resistencia
La recuperación del Estero Santa Cruz es también una historia de mujeres, de ciencia comunitaria y de vínculos profundos con la naturaleza. Según la ONU, las mujeres representan el 50% de la fuerza laboral en la pesca a nivel global, aunque muchas han sido invisibilizadas.
En Bahía de Kino, mujeres que antes no participaban directamente en esta actividad han enfrentado discriminación y malos tratos, pero han persistido. Para Delfina y Laura Wuicochea, sanar el estero es también revivir su infancia junto a sus madres. Para sus hijas, es la oportunidad de crear nuevos recuerdos.