Temporada de Giles y Oriente bajo agua Cubanet
Las decisiones de Gil fueron celebradas y aprobadas por unanimidad en la Asamblea Nacional del Poder Popular, que no fue capaz de velar por los intereses del pueblo al que dice representar.
LA HABANA.- La gente no quiere hablar de la distracción y, sin embargo, no puede evitarlo. Sabe que la candela está en las provincias de Oriente y que demorará en apagarse porque desde antes del paso del huracán Melissa, el estado cubano ya estaba sin capacidad de respuesta. Lo que en estos momentos sucede en Oriente es desgarrador, y podemos deducirlo apenas por lo que se ve en las imágenes. Experimentarlo en carne propia debe ser mil veces peor, angustioso e indignante, por eso toda Cuba, la de dentro y la de fuera, tenía sus ojos en las víctimas del desastre, que lo serán por muchísimo tiempo.
Así fue hasta la noche del viernes 31 de octubre, cuando fue dada la orden de sacar a empujones del plan pijama a Alejandro Gil -exministro de economía- y prenderle fuego delante de toda la nación. Candela grande esa, y con más arrastre -potencialmente- que el río Cauto, que ha dejado miles de viviendas bajo agua y miles de personas sin techo ni sustento. Digo potencialmente porque la justicia cubana está en manos de los mismos que conocían, encubrían y, muy probablemente, participaban en los delitos que ahora se le imputan a Gil, que son tantos, tan graves y cometidos en tan poco tiempo, que tal parece que su única función al frente del ministerio de Economía fue delinquir.
Ahora toca conducir con cuidado el sainete para que la candela no suba más allá de las rodillas, mientras se logra desviar un poco la atención de la crisis en Oriente, del exponencial incremento del riesgo epidemiológico a causa de las inundaciones, de la hambruna que se avecina por la pérdida de lo poco que aún se produce en Cuba, del trapicheo con las donaciones, del perrito abandonado sin piedad por los rescatistas de un régimen que aprobó una Ley de Bienestar Animal solo para quitarse de encima el reclamo de los animalistas, de la mezquindad de ese mismo régimen, que considera un acto de benevolencia conceder créditos bancarios y vender materiales a mitad de precio a familias que, antes del huracán, ni siquiera tenían lo suficiente para alimentarse.
De todo eso intentan alejar el foco sacrificando a Alejandro Gil, que estaba muy cómodo en el fondo de la desmemoria colectiva. Según la nota de la Fiscalía General de la República, toda la culpa es suya, pero sabemos que no es así, y entre las muchas lecturas que pudieran desgajarse de esa movida inesperada, figura la posibilidad de desmontar el actual gobierno de Miguel Díaz-Canel, a quien los cubanos consideran osogbo, irrelevante, torpe, corto de luces y falto de carisma, entre otras cualidades negativas. Díaz-Canel no solo nombró a Alejandro Gil como ministro de Economía, también alabó su idoneidad y lo secundó cuando dijo que el año 2021 –en plena pandemia de coronavirus- era el momento adecuado para aplicar el Ordenamiento Monetario, cuya deriva nos ha conducido a una catástrofe económica y social que supera, por mucho, al Período Especial de los años noventa.
Díaz-Canel fue el tutor de la tesis doctoral de Alejandro Gil, lo cual quiere decir que, además de profesarle confianza y amistad, lo honró con su aval académico, que es lo mismo que un pegote de fango del espeso lodazal en que se han convertido las comisiones de grado científico de las universidades cubanas, pero cuenta como otro espaldarazo. Ese espía, malversador, lavador de activos, falsificador, traficante de influencias, evasor fiscal, infractor y ladrón, fue defendido por el actual presidente de la República en cada paso del camino, y afectuosamente despedido por él tras su separación del cargo, reconociendo su desempeño como un servicio a la Patria.
Las decisiones de Gil fueron celebradas y aprobadas por unanimidad en la Asamblea Nacional del Poder Popular, que no fue capaz de velar por los intereses del pueblo al que dice representar, mientras los hechos de corrupción ocurrían delante de sus propias narices y de la Contraloría General de la República. Cuatrocientos setenta salarios paga Liborio a otros tantos diputados que solo se dedican a aplaudir, justificar y permitir, para que también a ellos los dejen hacer.
De esa caterva no se salva ni uno, así que Gil no va solo en esta caída. Su hija, que recién se acordó de que el pueblo de Cuba existe, ha pedido un juicio público y televisado con acceso para toda la prensa, porque sabe que su padre tiene mucho que decir, algo que también saben quiénes, desde la cresta más elevada del poder, ordenaron su quema pública. Un terremoto político es la única maniobra de distracción que pudiera resultar efectiva en medio del caos dejado por Melissa, y que ha comenzado a traducirse en protestas donde los pobres de esta tierra le gritan a la casta verde olivo, en su cara, que el bloqueo es interno.
Probablemente llevaban tiempo preparándolo para soltarlo en el contexto ideal, pero el huracán les metió prisa. Casi al cierre de octubre fue anunciado el tercer ascenso (en menos de dos años) de Oscar Pérez-Oliva Fraga, vástago de la familia Castro, quien podría sustituir a Díaz-Canel en cuanto la Asamblea Nacional lo nombre diputado, una simple formalidad que puede llevarse a cabo en sesión extraordinaria, a voluntad del que manda y sin la participación del pueblo cubano.
