jueves, noviembre 20, 2025
Cuba

Teófilo de Luis Rodríguez, «un político profesional» de origen cubano


El escritor William Navarrete entrevista al exdiputado español de origen cubano Teófilo de Luis Rodríguez.

MADRID, España. – Me encuentro con Teófilo de Luis Rodríguez en el Milford, un establecimiento de la calle Juan Bravo, de Madrid, con una antigua clientela de habitués. Los lazos familiares de la familia de Luis con los Larrinaga comenzaron en la Cuba de principios del siglo pasado. Me acompaña su prima Margarita Larrinaga de Luis, quien creció y se ha mantenido muy cercana a Teófilo desde que vivieron en Cuba en la década de 1950 y, después, durante los 65 años de exilio de ambos. 

Desde 1995 y durante dos décadas y media, Teófilo de Luis fue ininterrumpidamente diputado del Gobierno español y el único de origen cubano en el Congreso. En total, ocho legislaturas que ha cumplido como un deber ciudadano hacia España, sin despertar quejas sobre sus funciones y con impecable desempeño. 

También desde su escaño y su posición contribuyó enormemente al tema de los derechos humanos en Cuba y a proteger de las persecuciones y el acoso a muchos disidentes de la Isla. Nuestra conversación fluyó con tono amistoso y cordial, y las anécdotas que me contó, algunas más personales y otras que pueden leerse en esta entrevista, merecerían un libro en el que, ahora que finalmente se ha retirado, puede dejarlas como legado. Sobre todo, porque políticos honestos y consagrados no son todos y, en su caso, tiene mucho que enseñar a quienes han llegado después.

―Cuéntanos de tus orígenes.

―Mi padre, Teófilo de Luis Sánchez, nació en Cienfuegos. Provenía de una familia en la que su padre, Teófilo de Luis de la Vega, era el menor de 13 hermanos originarios de Infiesto, en Asturias. Su madre, Isabel Sánchez, era catalana. Sus padres habían emigrado a Cuba, como solía suceder en el siglo XIX; en la Isla ya se habían establecido otros hermanos que se dedicaban al comercio. Los cuatro hijos de este matrimonio nacieron en esta ciudad del sur de Cuba y, al parecer, las actividades comerciales a las que se dedicaba Teófilo de Luis de la Vega florecieron porque, siendo aún joven, mi padre y sus otros tres hermanos (dos hembras y otro varón) se trasladaron para La Habana. Allí mi abuelo paterno fundó la fábrica de perfumes, cosméticos y jabones Luis y Compañía y la perfumería Astra, que se encontraba en la avenida de Carlos III.

Mi padre estudió en el colegio de La Salle y estando en esta institución conoció a Alejandro Larrinaga Verano-Aguirre, quien era compañero suyo. Por eso, dos tías mías, Isabel y Manuela, se casaron con dos hermanos Larrinaga (Severiano y Alejandro, respectivamente). Las familias Larrinaga y de Luis han permanecido muy unidas por casi un siglo.

Mi padre se casó con una ciudadana cubana, Mercedes Rodríguez Leal, nacida en Madrid, e hija de Gabriel Rodríguez Collete, un criollo cubano que se había educado en Bélgica y que regresó a La Habana después del nacimiento de sus hijos. La madre de mi abuelo Gabriel se llamaba Marie-Catherine Collette Vergus y era una belga de Lieja. Cuando falleció en La Habana en 1886, le hizo jurar a mi bisabuelo, Alejandro Rodríguez Capote, que sus hijos se educarían en Europa. Es esa la razón por la que mi abuelo Gabriel estudió y vivió en Europa hasta su vuelta a Cuba antes de iniciada la guerra mundial. 

La fábrica de cosméticos y perfumes Astra en La HabanaLa fábrica de cosméticos y perfumes Astra en La Habana
La fábrica de cosméticos y perfumes Astra en La Habana (Foto: Cortesía)

―¿Tuvo que ver la vuelta de tu familia materna a Cuba con los acontecimientos vinculados a las tensiones políticas de España durante las primeras décadas del siglo XX?

―Mucho. Mi abuelo, como dije, estudió en Europa y luego se fue a Extremadura para trabajar en la explotación de una mina. Es allí en donde conoció a Ana Leal y Leal, mi abuela, y se casaron. Se trasladaron luego a Madrid, donde vivieron en la calle Velázquez. Mi abuelo era liberal y agnóstico, había estudiado en el bachillerato francés, y cuando comenzaron los problemas políticos en España en 1931 decidió marcharse a París con su familia. En 1936, estando ya en la capital francesa se enteraron de que los nacionales habían entrado a Extremadura y que habían fusilado en la localidad extremeña de Feria a Rafael Rodríguez Leal, hermano de mi madre, un estudiante de apenas 18 años de edad. Como mi madre y sus hermanos tenían la ciudadanía cubana decidieron entonces marcharse a vivir a la Isla.

Por otro lado, antes de que los nacionales entraran en Extremadura, un hermano de mi abuela Ana que era sacerdote ―se llamaba Primitivo Leal― tuvo que ir a una ermita donde se habían refugiado personas contrarias a la República. Es allí donde los republicanos le meten 12 tiros con una pistola, y aun así logra sobrevivir. Cuando triunfó Francisco Franco llevaron a juicio a aquellos atacantes de la ermita, y él pidió que los absolvieran a pesar de aquellos 12 balazos recibidos. 

Teófilo de Luis y su hermano José Manuel, en La Habana, año 1957 Teófilo de Luis y su hermano José Manuel, en La Habana, año 1957
Teófilo de Luis y su hermano José Manuel, en La Habana, año 1957 (Foto: Cortesía)

Es por eso que yo digo siempre que en mi familia estamos en “tablas”. O sea, hubo víctimas de ambos bandos. He mirado siempre con recelo lo de la Ley de Memoria Histórica, porque casi todos en España tenemos recuerdos dolorosos. 

Todo este relato familiar ha sido clave en las ideas políticas que he defendido desde siempre y defiendo todavía.

―¿Tienes recuerdos de tu infancia en Cuba y de la salida del país?

―Nací en La Habana el 20 de junio de 1952. Viví primero en el Vedado, y luego en el reparto Kohly. Me mandaron a estudiar al colegio jesuita de Belén, en las Alturas de Almendares y cerca del sitio en que vivíamos. Allí hice mi comunión.

En cuanto triunfa la revolución de 1959 comenzaron las primeras expropiaciones. En julio de 1960, mis primos Larrinaga de Luis habían salido ya del país rumbo a Washington. En nuestro caso, mi padre se resistía a irse, entre otras cosas porque todavía se pensaba que aquel régimen no iba a durar mucho y también porque le daba pánico tener que enfrentarse a una nueva vida abandonando todo lo que había construido. 

Pero sucedió que, en diciembre de 1961, mi tía Isabel de Luis viajó de Washington a La Habana para asistir al entierro del tío Camilo, en realidad tío materno de los Larrinaga Verano-Aguirre, el primero de esta rama en instalarse en la Isla y quien acababa de fallecer en la capital cubana. 

Fue durante ese viaje que mi tía Isabel habló seriamente con mis padres y les dijo que tenían que mandarnos a mí y a mi hermano a Estados Unidos, donde ya estaban todos mis primos. Fue entonces que, tras convencerlos, salí de Cuba a vivir con ellos, a la edad de nuevo años y dejando a mis padres atrás.

―Llegas al exilio sin tus padres, pero rodeado de primos… ¿Qué sucede entonces?

―Yo estaba feliz con la idea de encontrarme con mis nueve primos. Además, era la víspera de las Navidades de 1961 y creía que iba a pasarme un buen tiempo sin tener que asistir a la escuela. Pero grande fue mi decepción porque apenas llegado a Washington lo primero que hicieron mis tías fue enviarme al colegio. En realidad, solo viví en Estados Unidos un año y medio porque en 1963 la familia decidió instalarse en España y viajamos todos a Bilbao, primos y tíos, y en esa ciudad vasca pasamos el verano de aquel año.

Un mes después, en septiembre de 1963, mis tíos terminan por instalarse en Madrid y a mi hermano José Manuel a mí nos enviaron a estudiar como internos en el colegio de los jesuitas en Valladolid. Mis padres seguían en La Habana y yo había vivido aquellos dos años sin otro contacto con ellos que las cartas que me escribía mi madre en unas hojas de papel cebolla muy finas (que conservo todavía) y con una letra tan chiquita que, al cabo de un tiempo, dejé de leerlas porque no las entendía.

Teófilo de Luis con Mercedes Rodríguez Leal, su madre y su hermano, José Manuel (Foto: Cortesía)

―¿Cómo te sentiste en España?

―Yo estaba encantado. Imagínate, con ese ramillete de primos, lo pasaba de lo más bien. Mi confort era el mismo que el de toda la tribu Larrinaga y siempre me sentí como uno más. 

Recuerdo que fue un choque cuando llegamos a Bilbao con acento cubano y no siendo de allí. Además, mis tíos se instalaron en Neguri, que era el barrio de la rancia burguesía bilbaína, con lo cual muy inteligentemente mis tías decidieron que todos los primos empezaríamos a vestirnos como los demás españoles de nuestra edad, dejando atrás nuestras vestimentas y costumbres norteamericanas. Gracias a esto no tuvimos ningún problema de integración y, desde ese momento, aunque nuestro estatus era el de “apátrida”, me sentí como un español más. 

Ya en 1964, estando en Madrid y estudiando en el colegio de Valladolid, llegaron mis padres de La Habana, después de tres años sin verlos. Imagínate el cambio. Yo que vivía feliz con mis primos, de pronto me vi conviviendo con mis padres, con quienes había perdido la costumbre de estar. 

Lo primero que hicieron fue cambiarme de colegio y ponerme en el de San Agustín, en la calle Padre Damián, en donde estudié hasta el final del bachillerato junto con mi hermano, quien luego se convirtió en numismático profesional, ámbito en el que ejerció hasta su fallecimiento, con 41 años de edad, en 1996.

Teófilo de Luis y su esposa, Teresa de Blas Teófilo de Luis y su esposa, Teresa de Blas
Teófilo de Luis y su esposa, Teresa de Blas (Foto: CubaNet)

―¿Qué formación profesional seguiste?

―Estudié Economía de Empresas en la Universidad Complutense de Madrid. De todos mis compañeros de clases yo era el viejo prematuro porque era el más serio, tal vez porque como exiliado sentía todo el peso de la responsabilidad para abrirme camino en la vida. Allí conocí a personas fabulosas que influyeron mucho en mi formación ética y moral, como mi amigo Javier Aznar.

Una vez graduado empecé a trabajar en una empresa de artes gráficas que pertenecía a la familia de un amigo. Al cabo de tres meses de estar en esta, otro amigo me propuso incorporarme a la dirección financiera de otra empresa con sede en Toledo. 

A la vez me incorporé al Instituto de Economía de Mercado y aprendí mucho de economía general con Pedro Schwartz Girón, político, economista y jurista que vive aún, para quien trabajaban entonces en este Instituto mis primas Cristina y Margarita Larrinaga. Este instituto era un think tank liberal fundado en tiempos de la Transición para promover ideas liberales en España con la llegada de la democracia, y por ahí también pasaron liberales como Carlos Rodríguez Braun, Francisco Cabrillo, José Raga, Joaquín Trigo, Juan Roig y Jesús Huerta de Soto.

Con Pedro Schwartz empecé a escribir artículos para Selecciones del Reader’s Digest y conseguimos que la Televisión Española comprara y transmitiera la serie de 10 capítulos Libertad de elegir, del premio Nobel de economía Milton Friedman, a través de un programa titulado Encuentros en libertad

Teófilo de Luis Rodríguez saludando al rey don Juan CarlosTeófilo de Luis Rodríguez saludando al rey don Juan Carlos
Teófilo de Luis Rodríguez junto al presidente Mariano Rajoy (Foto: Cortesía)

―¿A partir de este momento empiezas a codearte con el ámbito político español?

―Efectivamente. Pedro Schwartz me dijo en 1982 que iba a incorporarse a las listas de la Alianza Popular, de Manuel Fraga, quien en ese momento comenzó a unir las fuerzas políticas españolas de derechas en una coalición con el Partido Demócrata Popular y la Unión Liberal, procedentes de la Unión de Centro Democrático (UCD), algo que concluyó José María Aznar luego con el Partido Popular. 

Es en 1982 que comencé como coordinador de la asesoría económica de esta Coalición Popular fundada por Fraga y a establecer vínculos con Rodrigo Rato, José María Aznar, Federico Trillo e Ignacia de Loyola de Palacio, entre otros. De este modo se fue forjando mi compromiso político.

En las convulsas elecciones generales de 1986, Miguel Herrero, diputado y uno de los siete padres de la Constitución española de 1978, me propuso para coordinador del grupo parlamentario en el Congreso y luego, en 1989, con José María Aznar presidiendo el Partido Popular, me convertí en el secretario técnico del grupo parlamentario. 

Teófilo de Luis saludando al rey don Juan Carlos (Foto: Cortesía)

―Tengo entendido que en 1995 fuiste elegido diputado, un cargo que has mantenido sin mancha durante 24 años (hasta el 5 de marzo de 2019). Cuéntanos de esta larga y extraordinaria experiencia.

―En 1995 hubo elecciones a la Asamblea de Madrid y entré en las listas como diputado, accediendo en sustitución de Luis Eduardo Cortés Muñoz. Ya estaba casado con mi esposa Teresa de Blas y tenía tres hijos. En 1996 ganamos las elecciones y me mantuve como diputado desde la quinta legislatura hasta la duodécima, y como secretario técnico del grupo parlamentario del Partido Popular a la vez hasta 2012. O sea, compaginé el puesto de diputado con el de miembro de la dirección del grupo parlamentario durante 23 años. 

En 2012 fui propuesto por Mariano Rajoy para ocupar la Secretaría Cuarta de la Mesa del Congreso, cargo que desempeñé durante la legislatura de última mayoría absoluta del Partido Popular y desde 2016 como presidente de la Comisión de Seguridad Vial del Parlamento hasta 2019, y antes presidente de la comisión mixta de relaciones para el Tribunal de Cuentas. 

Teófilo de Luis Rodríguez en la proclamación del rey Felipe VITeófilo de Luis Rodríguez en la proclamación del rey Felipe VI
Teófilo de Luis Rodríguez en la proclamación del rey Felipe VI (Foto: Cortesía)

―¿Qué piensas de la situación política actual y de la manera en que se están manejando estos temas a nivel de los representantes de partidos y del Gobierno?

―Siempre digo que el sistema democrático actual es lo mejor que hemos tenido hasta ahora porque otra cosa sería una dictadura. Ahora bien, durante todos los años en que serví al pueblo español siempre me guió la capacidad de diálogo, de entendimiento y de conciliación en favor de los intereses del país. 

Sucede que muchos de los elegidos hoy han perdido la vocación política en beneficio de los intereses nacionales. Olvidan que ganar en causas políticas individuales no debe anteponerse al interés general, que lo esencial es llegar a acuerdos para que el país avance. 

El deterioro de la clase política hoy en día se debe a que los partidos no están identificando a las personas con verdadera vocación. Y esto es muy peligroso porque se está poniendo en juego la supervivencia del sistema democrático y dejando el camino libre a una polarización absoluta. 

Durante toda mi carrera solo me interesó trabajar por el interés nacional, independientemente de mis ideas políticas personales que siempre estuvieron presentes. De modo que me considero un político profesional y lo digo con mucho orgullo.

―¿Nunca regresaste o te propusieron regresar a Cuba?

―Estando de visita en el Congreso antes de su viaje a Cuba, el rey Don Juan Carlos se sorprendió cuando supo que yo era de origen cubano. Incluso se lo comentó a la infanta Cristina y llegó a sugerirme que lo acompañara en ese viaje, cosa que no sucedió evidentemente. Luego, estando en la Mesa del Congreso, una compañera me comunicó que habían recibido una invitación por parte del embajador de Cuba en España para que un grupo de diputados visitara la Isla. Lo primero que le pregunté fue si se había consultado previamente al Gobierno. Y luego le dije que si aceptaba ir sería a condición de que pudiera reunirme con quien yo quisiera. A las 48 horas de aquella propuesta, Jesús Posadas, presidente del Congreso, debió informarse acerca de mis actividades en relación con la situación de la disidencia interna en la Isla, pues me dijo: “Teo, mejor que no vayas”.

De ese modo, de los nueve diputados que iban a ir en el viaje solo lo hicieron cuatro. Y yo, por supuesto, no estaba entre estos cuatro. 

De mi núcleo familiar solo fueron una vez a la Isla mi hijo Borja, que lo hizo engañando a mi padre que aún vivía y diciéndole que iba a República Dominicana, y mi esposa Teresa. Al regreso del viaje, esta última me dijo que mirando La Habana desde el balcón del hotel tuvo la sensación de que el país había sufrido un bombardeo.

Teófilo de Luis Rodríguez (derecha) y William Navarrete durante la entrevista en el Milford de Madrid, noviembre de 2025 Teófilo de Luis Rodríguez (derecha) y William Navarrete durante la entrevista en el Milford de Madrid, noviembre de 2025
Teófilo de Luis Rodríguez (derecha) y William Navarrete durante la entrevista en el Milford de Madrid, noviembre de 2025 (Foto: Cortesía)

―Es conocida la labor que llevaste a cabo denunciando la situación política de la Isla en el propio Congreso español. ¿Puedes hablarnos de esto?

―Fue mi prima Elena Larrinaga de Luis, muy activa en esta causa, quien me pidió que interviniese en el tema de Cuba ante el Congreso. El objetivo era dar la alarma en el Congreso sobre la situación y defensa de los derechos humanos en la Isla y la protección de la disidencia interna. 

Esa pequeña intervención mía servía de protección a muchos que en Cuba eran perseguidos o acosados. Cada vez que me comunicaban un nombre y yo lo elevaba al Congreso aquella mínima acción impedía que tocaran al disidente en Cuba. Y de ello fui informado por los propios interesados cuando muchos de estos disidentes perseguidos lograron llegar a España.

También trabajé en el seno de la Unión Europea y en España para que cesara la colaboración con la dictadura castrista. Con información de los embajadores de Hungría, Chequia, Polonia y Eslovaquia, respecto a la nueva posición de la Unión Europea, inicié iniciativas en este sentido. Y consideré que para que las fuerzas de izquierda se unieran a nosotros la única manera era invitándolos a que intervinieran a favor de los sindicatos y de los derechos laborales de los trabajadores cubanos, como se hizo en Polonia. 

De este modo invité a todos los portavoces de partidos españoles, y todos, excepto Podemos, aceptaron que la iniciativa se llevara a Estrasburgo, en donde la presentamos desde hace bastante tiempo y ha quedado pendiente de debate y sin avanzar.



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