viernes, noviembre 22, 2024
Ciencia y Salud

Toda la verdad sobre la dieta antiinflamatoria: ¿moda o ciencia? | Nutrir con ciencia



Basta darse un paseo por redes sociales para saber cuál es la dieta de moda. Ahora la inflamación es el enemigo a batir, como antes lo fue la grasa, después los azúcares y a saber qué será lo próximo.

La ciencia avanza, como es normal, y cada vez sabemos más sobre nuestra alimentación. La cuestión es qué enfoque le damos, cuánta es la evidencia, y cuánto es el negocio y las intenciones de vendernos determinadas dietas, modelos de alimentación, o estilos de vida. Estamos en un momento muy distópico en el que se patologizan procesos normales como la inflamación o la subida de la glucemia en sangre después de las comidas. Todo es extraordinariamente patológico, y lo que dice la ciencia, en realidad, es que todo es totalmente normal.

Ahora se lleva la dieta antiinflamatoria, y se vende como un recurso para acabar con la inflamación, ¿pero acaso la inflamación es un problema?

Realmente, la inflamación es necesaria, ya que es un sistema de defensa que tiene el cuerpo: si no hubiera inflamación, el cuerpo se quedaría indefenso ante las múltiples agresiones, por tanto, es algo deseable que ocurra y que funcione bien. Entre las funciones de la inflamación están:

Defensa contra infecciones:

  • Reconocimiento y eliminación: La inflamación ayuda a identificar y eliminar patógenos (virus, bacterias, hongos) y otros agentes infecciosos.
  • Respuesta inmunitaria: Inicia la respuesta del sistema inmunitario al atraer células inmunes al sitio de la infección.
Reparación de tejidos:
  • Eliminación de células dañadas: limpia el área de células muertas y tejidos dañados para permitir la reparación.
  • Regeneración de tejidos: promueve la curación y la regeneración del tejido afectado.
Barreras Físicas:
  • Contención de la infección: forma barreras físicas para evitar que los agentes dañinos se diseminen a otras partes del cuerpo.

Otra cosa es que la inflamación sea crónica, en este caso provocará efectos negativos como una inflamación prolongada que puede dañar tejidos y órganos, enfermedades crónicas (enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo II, artritis, y ciertos tipos de cáncer) y una desregulación del sistema inmune, que puede provocar respuestas inmunitarias inadecuadas o autoinmunidad.

Quizás sean mis ojos segados de nutricionista no pesocentrista, pero también creo que se está utilizando como un eufemismo para “gorda” o “gordo”. Ahora ya no estás gorda, sino que estás inflamada. Y no dejan de salir publicaciones de dudoso rigor científico que te ofrecen un protocolo antiinflamatorio, una dieta y unos cuantos suplementos, para bajar dicha inflamación.

Qué dice la ciencia

En una revisión sistemática se realizaron búsquedas en bases de datos como Medline, PubMed, EMCare, Cochrane y CINAHL para identificar ensayos controlados aleatorios (RCTs). Dos investigadores revisaron de forma independiente 1537 RCTs que medían cambios en los marcadores de inflamación después de prescribir una dieta de intervención. La revisión sugiere que las dietas antiinflamatorias, especialmente la dieta mediterránea, pueden reducir varios marcadores de inflamación y mejorar los resultados de enfermedades crónicas relacionadas con la inflamación.

En realidad, resaltan las propiedades antioxidantes de nuestra dieta mediterránea. No hay una dieta antiinflamatoria descrita como tal por la ciencia.

Quizás con la vida que llevamos de prisas, poca cocina y comida a domicilio, se nos haya olvidado en qué consistía una alimentación saludable, y en concreto la dieta mediterránea, que resalta la revisión sistemática. La dieta mediterránea se caracteriza por:

  • Frutas y verduras: ricas en antioxidantes y fitonutrientes, que ayudan a reducir la inflamación.
  • Grasas saludables: Aceite de oliva extra virgen, que contiene ácido oleico y antioxidantes con propiedades antiinflamatorias.
  • Pescados y mariscos: ricos en ácidos grasos omega-3, que tienen efectos antiinflamatorios. Por ello en las dietas nombradas como antiinflamatorias siempre van con suplementos de omega-3
  • Frutos secos y semillas: contienen grasas saludables, antioxidantes y fibra.
  • Legumbres: buenas fuentes de proteínas vegetales y fibra, que pueden contribuir a la salud intestinal y reducir la inflamación.
  • Cereales integrales: fuente de fibra y nutrientes esenciales que ayudan a la salud intestinal y a reducir la inflamación.

Los mecanismos antiinflamatorios que se producen aquí son los siguientes: antioxidantes y polifenoles (presentes en frutas, verduras, y aceite de oliva, ayudan a reducir el estrés oxidativo y la inflamación); ácidos Grasos Omega-3 (en pescados como el salmón y las sardinas, reducen la producción de moléculas inflamatorias); fibra dietética (mejora la salud intestinal, lo que puede tener un efecto antiinflamatorio indirecto al mejorar la flora intestinal); reducción de alimentos procesados de mala calidad y de ultraprocesados (la finalidad es reducir la inflamación crónica).

Quizás antes de dejarnos llevar por modas, y pensar qué dieta es mejor para dejar de ser mortales y alejarnos de la inflamación, el antienvejecimiento o demás circunstancias que van con la propia vida, habría que revisar como es nuestra alimentación de base. Si es necesario hacer cambios, bienvenidos sean, pero hacer por hacer, no siempre es una buena idea.

Es importante poner en jaque qué nos ofrecen y quién, ver su formación, su modo de trabajar, si hay ciencia detrás o un amifuncionismo de base, sobre todo, para no acabar poniendo en peligro nuestra salud y nuestro bolsillo.

NUTRIR CON CIENCIA es una sección sobre alimentación basada en evidencias científicas y en el conocimiento contrastado por especialistas. Comer es mucho más que un placer y una necesidad: la dieta y los hábitos alimenticios son ahora mismo el factor de salud pública que más puede ayudarnos a prevenir numerosas enfermedades, desde muchos tipos de cáncer hasta la diabetes. Un equipo de dietistas-nutricionistas nos ayudará a conocer mejor la importancia de la alimentación y a derribar, gracias a la ciencia, los mitos que nos llevan a comer mal.

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