Tres cuartas partes de las tierras del planeta son más áridas que hace 30 años
Pese a que las lluvias torrenciales son más frecuentes, alrededor del 77.6 % de la superficie terrestre del planeta es ahora más seca de lo que era en la década de 1990. Actualmente, las tierras áridas y poco fértiles constituyen el 40.6% del suelo (los datos excluyen la Antártida). Así lo revela el más reciente informe de Naciones Unidas “La amenaza mundial de las tierras secas: tendencias regionales y mundiales de la aridez y proyecciones futuras”.
La situación es muy grave. Nuestra vida depende enormemente de la calidad del suelo porque es la base de los sistemas alimentarios del mundo. La situación es peor cuando nos concentramos en los suelos para uso agrícola: más de la mitad está degradados debido a prácticas no sostenibles que generan su aridez, erosión, salinización, compactación, acidificación y acumulación de contaminantes químicos.
De seguir a este ritmo, la FAO alerta que la superficie mundial de tierra cultivable y productiva por persona equivaldrá, en 2050, a solo una cuarta parte de la que había en 1960, poniendo en riesgo la vida de millones de seres vivos.
Para revertir esta situación, los cerca de 200 países reunidos en la 16 Conferencia de las Partes (COP16) de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), realizada en Riad, Arabia Saudí del 2 al 13 de diciembre, se comprometieron a priorizar la restauración de tierras y la resiliencia a la sequía, reconociendo que esto es indispensable para garantizar la seguridad alimentaria y la adaptación al cambio climático.
Entre los acuerdos alcanzados, destacó la financiación de más de 12 mil millones de dólares para hacer frente a la degradación de tierras y la sequía, especialmente en los países más vulnerables, así como la movilización de recursos por parte del sector privado en el marco de la iniciativa Business4Land. Estos son recursos urgentes para restaurar más de 1,000 millones de hectáreas de tierras degradadas y aumentar la resiliencia., pero no están ni cerca de ser suficientes. Es que durante la conferencia mundial se dio a conocer que se necesitan al menos 2.6 billones de dólares en inversiones totales para 2030 para tender el problema. Esto equivale a más de 1,000 millones de dólares diarios en inversiones para alcanzar los objetivos globales.
“Es urgente acelerar la restauración de tierras y la resiliencia a la sequía. Confiamos en que los resultados de esta sesión conduzcan a un cambio significativo que refuerce los trabajos para preservar la tierra, reducir su degradación, aumentar las capacidades para enfrentar la sequía y contribuir al bienestar de las comunidades de todo el mundo”, afirmó en su discurso de clausura el Presidente de la COP16, el Ministro de Medio Ambiente, Agua y Agricultura de Arabia Saudí, Abdulrahman Alfadley.
‘Sentipensar’ los suelos
“Parte del problema con la desertificación tiene mucho que ver con la desconexión que se hizo del proceso natural de formación de suelos. El suelo se usa como un mecanismo de soporte y no como una interfaz biológica y ecológica. Ningún ecosistema en el planeta es cuadriculado, ni alineado como un ejército como lo vemos en los monocultivos. El suelo y la vegetación son una dualidad”, explicó Marco Antonio González Ortiz, Coordinador General del Grupo Autónomo para la Investigación Ambiental A.C. (GAIA).
Una dualidad que, a decir de la investigadora Silke Cram, del Instituto de Geografía de la UNAM, también es importante percibir con los cinco sentidos. Para la especialista en suelos urbanos “hay que ‘sentipensar’ los suelos, usar nuestros sentidos (oído, olfato, gusto, vista, tacto), para generar emociones y que esas emociones nos conduzcan a actuar, porque “no es la razón lo que nos lleva a la acción, sino la emoción”.
Árboles y vegetación para salvarnos
Los informes Atlas Mundial de la Sequía y Economía de la Resiliencia a la Sequía, publicados por la CNULD, señalan que las sequías afectan los medios de subsistencia de 1,800 millones de personas en todo el mundo y estiman que, para 2050, 5,000 millones de personas vivirán en zonas áridas, amenazando sectores económicos clave como la agricultura, la energía y el agua, lo que demuestra la urgencia de tomar medidas.
Para revertir la desertificación, la estrategia más eficaz es la conservación de los bosques, los árboles y la vegetación asociada. Estas barreras naturales evitan la erosión del suelo, protegen las cuencas hidrográficas, reducen la salinización, proporcionan hábitats para la biodiversidad y absorben parte de las emisiones de dióxido de carbono que agravan el cambio climático.
El ejemplo mundial en restauración de suelos y creación de paisajes verdes y productivos es la Gran Muralla Verde (GGW), en África, continente donde la degradación alcanza cifras de hasta el 65% de su territorio. Se trata de una iniciativa en la que, desde 2007, participan 22 países regionales para restaurar 100 millones de hectáreas de tierras degradadas, que se extienden a lo largo de 8,000 kilómetros de este a oeste. El programa pretende secuestrar 250 millones de toneladas de carbono y crear 10 millones de empleos verdes para 2030.
Otro ejemplo es el país anfitrión de esta COP16. Arabia Saudí, es una región desértica que, a través de las iniciativas Verde Saudí y Verde de Oriente Medio, pretende convertir el 30% de su territorio en reservas naturales, plantar 50 mil millones de árboles —el 5% del objetivo mundial de forestación— y restaurar 40 millones de hectáreas de tierras degradadas.
En México los suelos agrícolas ya atraviesan procesos de degradación de severos a muy severos. La degradación de tierras asciende a más del 70% del territorio nacional en diferentes niveles. Los pequeños productores son los más afectados debido a que representan el 72% del total de la fuerza productora de alimentos en el país y proporcionan el 40% de la producción nacional agropecuaria. Entre 2000 y 2019, la tasa anual de degradación de tierras fue del 3.8%, así lo indica el Informe nacional de acciones contra la desertificación, degradación de tierras y sequía 2024.