domingo, diciembre 22, 2024
Cuba

actriz Solange Ramón de “La sombrilla Amarilla”


AREQUIPA, Perú – A principios de los años 2000 la actriz cubana Solange Ramón supo conquistar al público con su personaje de Anita en el programa infantil La Sombrilla Amarilla. Su personaje y la serie para niños tuvo y tiene gran impacto aún en  la televisión cubana debido a las frecuentes retrasmisiones.

Como Anita, Ramón se mantuvo cinco años en La Sombrilla Amarilla. De los 19 a los 24 la actriz dio vida a esta joven que devino un ícono para niños y adultos.

Como parte de su carrera en la Isla, la actriz también se desdobló en dramatizados como la telenovela Retrato de Mujer y la serie El Conde de Montecristo. En el cine, formó parte del elenco de la película Páginas del diario de Mauricio.

Desde hace más de una década Ramón emigró y se asentó en Cádiz, España. En recientes declaraciones para el portal CubaActores, compartió detalles sobre su vida actual, el impacto de su personaje Anita, y cuánto hecha de menos a Cuba.

“Anita me ha acompañado toda la vida, aún la gente se acuerda. Donde vivo, si encuentro algún cubano contemporáneo conmigo, me dice que ha crecido mirando el programa. A Anita le debo todo, a su frescura, su ingenuidad, le haberme acercado al público infantil que quiero muchísimo y al que le tengo respeto, porque son un público bastante sincero”, dijo al citado medio.

Ramón, estando en España, se ha mantenido vinculada al mundo del arte de una forma u otra, ya sea cantando, animando eventos, fungiendo como maestra de ceremonias. De igual manera, ahora además se dedica al sector inmobiliario y a su familia.

“Creo que no está mal que los actores incursionen en otros empleos, porque también son vivencias que lo nutren. Evidentemente, si te formas en algo más que no sea la actuación luego lo vas a emplear, vas a tener el recurso ahí, te abre otras perspectivas de trabajo tanto dentro como fuera del país. El mundo de la interpretación es muy bonito, pero puede resultar muy inestable, y vas a tener etapas en las que trabajas más o menos”.

La actriz cuenta que cuando llegó a España había recién terminado Páginas del diario de Mauricio, una película que fue conocida también en el país europeo. Con ese motivo, conoció a personas influyentes del medio, entre ellos productores y representantes.

“Las ofertas de trabajo y condiciones, por lo menos para mí, en esa época eran bastante turbias (…)  Me di cuenta que las cosas en España funcionan de manera diferente, o tienes padrino o un representante, el cual te saca el dinero, o entrabas en un tipo de complacencia, y ninguna de las tres me interesaba. Luego noté que muchas personas se hacían famosas por razones que para mí no tenían mérito, por estar con alguien, por un escándalo, y la prensa rosa es bastante cruel”.

Alejada de las redes sociales (de las cuales solo conserva Instagram), el ojo público y las pantallas, Solange Ramón logró abrirse camino. Estuvo casada 15 años, aunque ahora se considera “felizmente divorciada” y una madre orgullosa de dos hijas pequeñas.

“Habana de 12 años, que empezó la secundaria o el instituto como le dicen aquí. Su padre le puso el nombre, me pareció un poco raro, pero cuando le vi la carita dije: ‘Sí, tiene rostro de Habana’. Le gusta el anime y todo lo que tenga que ver con Asia, y dibuja muy bien”.

“Tengo a mi niña Camila que tiene siete años, ella es unicornio, felicidad, arcoíris. Habana es más radical, rebelde. Las dos son mis soles”.

A sus 44 años, Ramón reflexiona sobre el significado de ser cubana y la simbología tras un tatuaje con la bandera de la Isla que lleva en la pierna. Según comenta, representa la Cuba que dejó y sabe que “ya no existe”.

“Hablar de Cuba es siempre doloroso. ‘Cuba es un tatuaje en el corazón’, siempre la llevo dentro y me lo quise poner en la pierna. Es muy difícil que un cubano pueda sacarse a Cuba del corazón, a su gente, su idiosincrasia, sus calles, su música, olores”.

A pesar de vivir en Cádiz donde también hay mar, aunque con aguas más frías y revueltas, la actriz reconoce que hecha de menos la juventud vivida en la Isla, así como los atardeceres en el malecón habanero.

“Siempre llevo mi cubanía con orgullo, y cuando la gente me dice que no parezco de allá, digo que en la Isla hay de todo. Por eso me la quise tatuar, porque soy Made in Cuba. Por muchos años que pase fuera, Cuba siempre está en mí”.





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