¿Cuándo será el fin de las sondas Voyager?
Las Voyager son las únicas sondas interestelares. Lanzadas entre agosto y septiembre de 1977, son también las sondas más antiguas y distantes construidas por la humanidad que siguen activas. El secreto de su larga vida reside en la energía nuclear, pero ¿cuándo terminará su misión?
La misión Voyager
Las Voyager comenzaron como misiones planetarias. Su objetivo era llevar a cabo el llamado ‘Gran Viaje Planetario’, es decir, visitar los cuatro planetas exteriores del Sistema Solar mediante una serie de sobrevuelos. Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno nos mostraron un nuevo rostro gracias a sus cámaras robóticas y a sus numerosos instrumentos científicos. Los gigantes helados Urano y Neptuno, en particular, fueron estudiados por primera y única vez en la historia por la sonda Voyager 2, mientras que las exitosas observaciones de Júpiter y Saturno sirvieron de base para posteriores misiones interplanetarias a estos mundos, como Galileo, Juno y Cassini-Huygens. El objetivo principal de la Voyager 1 era Titán, uno de los satélites más intrigantes del Sistema Solar exterior. Sin embargo, una vez finalizado su viaje planetario, se pudo iniciar una nueva fase de la misión, la interestelar.
Las sondas interestelares
Tras sus últimas paradas planetarias (Titán para la Voyager 1 y Neptuno para la Voyager 2), ambas sondas alcanzaron su velocidad de escape del Sistema Solar, es decir, aquella que les permite abandonar la gravedad del Sol. Desde 2012, en el caso de la Voyager 1, y desde 2018, en el de la Voyager 2, se han convertido en interestelares, porque han cruzado el límite del campo magnético solar. Nos dimos cuenta de ello porque, a partir de entonces, las partículas cargadas procedentes del Sol pasaron a ser menos numerosas y energéticas que las del entorno galáctico. Esta fue una excelente oportunidad para estudiar los límites del Sistema Solar y el entorno fuera de la heliósfera. Alcanzar tal distancia solo es posible con la fuente de energía adecuada.
El secreto de una larga vida
Muchas sondas utilizan paneles solares, pero cuando nos alejamos demasiado del Sol se vuelven inútiles (la sonda más lejana que los utiliza es la Juno, que orbita alrededor de Júpiter). El secreto de las Voyager reside entonces en su corazón atómico: ambas están equipadas con tres RTG, generadores termoeléctricos de radioisótopos, pequeños generadores de corriente con los que las sondas pueden producir energía directamente a bordo. Cada RTG contiene 24 esferas de óxido de plutonio que totalizan cuatro kilos y medio. El isótopo 238 del plutonio es radioactivo, lo que significa que sufre un proceso de desintegración. En este proceso, los átomos de plutonio liberan partículas alfa (que serían básicamente dos protones y dos neutrones) y éstas golpean el contenedor del RTG, calentándolo. El calor se convierte entonces en energía eléctrica a través de termopares de silicio y germanio.
El final de la misión Voyager
Pero con el paso del tiempo, el plutonio a bordo se agota y los RTG producen cada vez menos energía. Como un largo canto del cisne, las Voyager agonizan lentamente. Las baterías nucleares tienen una vida útil máxima de 60 años. Por eso, para ahorrar la energía que se está agotando, el equipo de la misión está apagando gradualmente los diversos instrumentos que siguen activos. Por ejemplo, el pasado mes de octubre se apagó el instrumento de ciencia del plasma (PLS) de la Voyager 2 (su compañera Voyager 1 ya lo había apagado en 2007 debido a una avería). El instrumento se utilizaba para estudiar las partículas cargadas relacionadas con el campo magnético del Sol, y es precisamente este instrumento el que en 2018 determinó que la sonda había abandonado la heliósfera y se había convertido en interestelar. Quedan cuatro instrumentos activos: un magnetómetro y otros instrumentos utilizados para estudiar el entorno galáctico, con sus rayos cósmicos y su campo magnético interestelar. Estos son también los últimos años para ellos: en la próxima década (es difícil decir exactamente cuándo) las baterías de ambas sondas se agotarán para siempre.
Artículo originalmente publicado en WIRED Italia. Adaptado por Mauricio Serfatty Godoy.