miércoles, febrero 5, 2025
Economía

El cordón sanitario a la ultraderecha aboca a la parálisis institucional del eje París-Berlín


Las dos principales cabezas de la Unión Europea, Francia y Alemania, están sumidas en una profunda polarización que altera todavía más los planes para hacer remontar sus debilitadas economías, algo que genera muchas inquietudes en el seno de la UE.

Ambos países no solo tienen en común la debilidad de sus respectivos PIB. También se ven sumidos en una muy similar inestabilidad política, imposible de solucionar en el corto plazo debido a la aplicación de una misma estrategia, aquélla que establece un cordón sanitario en torno a la extrema derecha, para evitar todo pacto con este tipo de formaciones.

En el caso de Alemania, es especialmente evidente el callejón sin salida en el que los políticos teutones se han metido. Pese al fracaso del Gobierno de Scholz, lo cierto es que sus rivales, los democristianosde la CDU, tienen muy escasas opciones de gobernar en solitario, y necesitarían el apoyo, además del Partido Liberal, de Alternativa por Alemania (AfD). Pero es un pacto imposible, dado que la CDU apoya el cordón sanitario que aísla a la AfD.

Ante esa situación, la única vía de escape es la formación en Berlín de un Ejecutivo todavía más polarizado hacia la izquierda, en el que se aglutinarían los socialdemócratas del todavía canciller Scholz, los poscomunistas de Die Linke y Los Verdes.

En Francia, el partido de Emmanuel Macron tampoco puede aspirar a ningún tipo de apoyo por parte de la extrema derecha de Marine Le Pen. Es así muy posible que el nuevo Gobierno deba escorarse también hacia la izquierda, la opción que el jefe de Estado lleva meses evitando aun cuando fue esa opción ideológica la que ganó las elecciones legislativas del pasado julio.

Este horizonte es todavía más comprometedor en el caso de París que en el propio de Berlín. No en vano Francia afronta unos problemas de deuda y déficit públicos mucho más graves que los propios de Alemania.

Tan grandes desequilibrios solo pueden corregirse por la vía del recorte del gasto público, dado que el escaso crecimiento del PIB galo es incapaz de ofrecer ayuda alguna. Ahora bien, un Gobierno de izquierdas rechazará por principio todo ajuste en el sector público, y abocará a un mayor desequilibrio de las finanzas públicas de Francia.

Macron tiene este enorme problema con sus cuentas que, sumado a un crecimiento pírrico, hacen incluso ver la posibilidad de que los galos entren en una crisis financiera. Es imposible que ambos países consigan aprobar las cuentas de 2025, lo que aboca a Berlín y a París a una parálisis, económica e institucional, bien entrado el próximo año. En el caso alemán, las elecciones están convocadas para el 23 de febrero y parece que nadie conseguirá mayorías para nombrar un Gobierno.

Por su parte, en Francia acaba de caer el gobierno más efímero de su historia. El ya exprimer ministro, Michel Barnier, duró solo medio año en el cargo y el pasado jueves presentó su dimisión al ser censurado por la Asamblea Nacional por su proyecto de presupuestos.

Todo desemboca así en un horizonte marcado por el crecimiento moderado y la incertidumbre fiscal. Así puede resumir el año de Francia en términos macroeconómicos. En el Observatorio Económico Mundial de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), publicado recientemente, prevén que el país vecino crecerá un tímido 1,1% en 2024, antes de disminuir al 0,9% en 2025 y quedarse en el 1% el próximo año. «Se espera que el impulso temporal al consumo privado en el tercer trimestre de 2024 debido a los Juegos Olímpicos se recupere a partir de 2025, ganando impulso a medida que aumenta la desinflación y el poder adquisitivo», dicen los expertos.

Por otro lado, tal y como avisaba el anterior Ejecutivo liderado por Michel Barnier –el breve– se prevé que el déficit aumente al 6,1% del PIB este año y en las proyecciones para los próximos años se supone un «menor esfuerzo de consolidación, con un impacto estructural que ajuste del saldo primario del 1% del PIB para 2025 y del 0,5% del PIB en 2026», dicen los expertos del organismo multilateral.

Asimismo, proyectan que la deuda seguirá elevada, concretamente hasta el 120% del PIB en 2026. Es decir, el descubierto de Francia estará muy lejos de cumplir los mandatos europeos que dicen que hay que situar el déficit por debajo del 3%, máxime ahora que el país carece de presupuestos y que el presidente de la República, Emmanuel Macron, va a promulgar una Ley Especial que prorroga los presupuestos de 2024 para poder hacer funcionar mínimamente al país a la espera de nombrar a un nuevo primer ministro que proponga un nuevo proyecto de cuentas públicas.

Las recomendaciones de la OCDE se han elaborado sin tener en cuenta la actual situación que atraviesa el país vecino.

Los expertos de Bloomberg recalcan que las implicaciones económicas que supondrían no tener presupuestos aprobados y prácticamente un año de parálisis son diversas. Por un lado, si el Gobierno hace concesiones de, aproximadamente, 10.000 millones de euros en 2025 (excluyendo los retrasos en la indexación de las pensiones y los aumentos de los impuestos a la electricidad y a los empleadores) para asegurarse un apoyo de la oposición y devolver gradualmente el déficit al punto anterior a la crisis en 2029 «la deuda tenderá al alza».

Al mismo tiempo, si el país sigue sin presupuestos mucho tiempo, prevén que eso suponga una merma en su crecimiento del 0,5% para el próximo año.

En el caso alemán, la falta de presupuestos y el mecanismo constitucional del control de la deuda de Berlín, está volviendo su industria cada vez menos competitiva que, sumado a los altos precios de la energía y la competencia china, lastran por completo a la economía de la locomotora de Europa, llegando incluso al terreno negativo en 2023.

A pesar de que todo apuntaba a que finalizaría este año de nuevo en recesión, en la OCDE hablan de un «estancamiento» en 2024 de la economía teutona, con un crecimiento prácticamente nulo (0%) y una magra recuperación al 0,7% en 2025. Para 2026 los datos mejorarían tímidamente, con un avance del PIB del 1,2% al cierre del año.

Desde el organismo apuntan a que la baja inflación y el aumento de los salarios serán un respaldo para el consumo, que será lo que librará a la locomotora de Europa de caer en el terreno del crecimiento negativo este año.

En el medio plazo, «la incertidumbre sigue siendo elevada» tras el fracaso de las negociaciones de los presupuestos de 2025 y la caída de la coalición semáforo. A largo plazo, recomiendan a Berlín que impulsen la inversión para la transformación verde y digital del país y desvíen «la carga tributaria del trabajo hacia los ingresos de capital y la riqueza».

El sur sostiene a Europa

El eje franco-alemán siempre fue el principal sostén de la Eurozona, mientras el sur del bloque, conformado por España, Italia, Grecia y Portugal, eran las economías más rezagadas del Viejo Continente. De hecho, durante la crisis de deuda del 2010, a esta conjunto de países se les denominó los PIGS (Portugal, Irlanda, Grecia y España -Spain en inglés-), un acrónimo que en la lengua de Shakespeare significa «cerdos». Por aquel entonces era «la Europa de las dos velocidades».

Las tornas ahora han cambiando un poco. Mientras en 2010 la rentabilidad del bono griego a diez años frente al alemán era prácticamente considerado «bono basura», es decir, no era rentable. Ahora el bono francés a 10 años ha llegado a estar a la misma rentabilidad e incluso inferior que el heleno.

A finales de noviembre, la incertidumbre política que asolaba -y asola- Francia, hizo que el rendimiento del bono francés a diez años vista oscilase entre el 2,964% y el 3,025%, mientras que el del país heleno se movía entre el 2,973% y el 3,008%.

El exministro de economía francés, Antonie Armand, aseguró en una entrevista televisiva que «Francia no es Grecia». Asegurando que Francia tiene una economía, una situación de empleo, de actividad, de atractivo, un poder económico y demográfico mucho mayor.

Pero lo cierto es que Francia no es Grecia en el sentido de las cuentas públicas. Mientras los galos van a la deriva en deuda y déficit, las previsiones para Atenas son totalmente las contrarias.

Desde 2020 han reducido el pasivo 40 puntos y el presupuesto presenta un déficit del 1,5%. Asimismo, el Monitor Fiscal del FMI, publicado en octubre de este año, prevé que Grecia consiga recortar su déficit al 0,9% el próximo año y se quede estancado en el 1,5% hasta 2029. Por su parte, la deuda se quedará estancada en el 145%.

Por su parte, España se erige ahora como la economía desarrollada que más va a crecer este año. En la OCDE han revisado al alza el crecimiento de nuestro país para este ejercicio hasta el 3% y sitúa el de 2025 en el 2,3%.

En términos fiscales, la organización da por buenas las expectativas del Gobierno. Prevén que el déficit acabe el ejercicio en el 3% del PIB y que se corrija hasta el 2,5% en 2025 y siga bajando hasta el 2,1% en 2026. En cambio, argumentan que resulta «crucial» una «aplicación efectiva» del plan de consolidación fiscal, remitido por el Gobierno el pasado 15 de octubre y avalado por la Comisión Europea, «para cumplir con las reglas comunitarias, poner la deuda en una trayectoria descendente (actualmente está en torno al 102% del PIB) y liberar recursos para futuros gastos prioritarios, especialmente ante el envejecimiento de la población.

Portugal, por su parte, el gobierno conservador de Luís Montenegro, acaba de aprobar un proyecto de presupuestos con la mayor bajada de impuestos de la historia.

La clave de todas estas bonificaciones fiscales viene por un superávit presupuestario del 0,4% del PIB para este año y del 0,3% en 2025. Sumado a un buen desempeño de la economía, que crecerá un 1,8% en 2024 y un 2,1% en el próximo ejercicio, según las previsiones del Gobierno. Las previsiones de crecimiento de los lusos para este año y el que viene por parte de la OCDE se alinean bastante con las del Gobierno, prevén una ralentización del al 1,7% en 2024 y un estancamiento del 2% en 2025.

Por su parte, Irlanda se puede denominar el gran vencedor de los PIGS. Tras años de recortes y ajustes, el país fue capaz de levantar cabeza por sí mismo sin necesidad de ayudas externas.

A pesar de que este año la OCDE augura que entre en recesión (-0,5%), prevén una fuerte remontada del PIB el año que viene, hasta el 3,7%, sostenida durante 2026, que cerrará con una expansión del 3,5%.

Italia, el reflejo de Alemania

El caso de Italia es más complejo, ya que el país transalpino tiene una fuerte dependencia de la economía alemana. El comercio entre ambos países es muy potente y el sector de la automoción es de los más expuestos a estos vaivenes económicos. En concreto, los fabricantes de componentes mecánicos y la maquinaria industrial. Los expertos estiman que el 20% de un coche alemán está formado por componentes fabricados en Italia.

Asimismo, el país transalpino atraviesa un importante problema financiero debido al Superbonus que implantó el gobierno de Georgia Meloni.

El crecimiento italiano será muy bajo, la OCDE prevé que se quedará en el 0,5% al cierre de 2024 y para 2025 hablan de «repuntará modestamente» hasta el 0,9%. En cuanto a las cuentas públicas, la deuda se quedará estancada en el entorno del 146% del PIB de aquí a 2026. En cambio el déficit sí que se corregirá por debajo del umbral del 3% en 2026.

La Eurozona está en horas bajas y desde Bruselas están haciendo todo lo posible para que la competitividad crezca ante un año que se prevé turbulento en lo geopolítico.

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