miércoles, noviembre 19, 2025
Cuba

así roban Lis Cuesta, Abel Prieto


En el MINCULT, quizás el más corrupto de todos los ministerios y probablemente el único donde les está permitido “oficialmente” la práctica de casi todas las variantes de la corrupción.

LA HABANA-. Si hay una institución de la dictadura cubana que, tal cual fue concebida, ha sobrevivido a todos los tiempos, tanto a las “rectificaciones de errores” de Fidel Castro, como a las purgas políticas de Raúl; a las auditorías como a las intolerancias y prejuicios de los “históricos”, es sin dudas el Ministerio de Cultura.

A pesar de los escándalos de corrupción que lo han sacudido en todas las épocas, de las censuras a artistas y demás crímenes cometidos, desde Armando Hart hasta el arrebatador de teléfonos Alpidio Alonso, jamás ha sido sacudido por una limpieza en profundidad, más allá de la remoción festinada de algún funcionario, siempre sustituido por otro que ha sabido “bañarse” tanto o más que el anterior, pero guardando bien la ropa.

En el MINCULT, quizás el más corrupto de todos los ministerios y probablemente el único donde les está permitido “oficialmente” la práctica de casi todas las variantes de la corrupción, solo se sobrevive cuando esta se mantiene como una especie de “pacto de silencio” entre funcionarios (a todos los niveles) y sujetos (artistas, escritores y comisarios culturales). Estos últimos, a cambio de ciertos privilegios, ponen su obra y sus quehaceres al servicio de la dictadura. Aunque este servicio se reduzca apenas o a firmar una “declaración” de la UNEAC o a mantener una postura falsamente “apolítica” tras la cual esconder la complicidad.

Cuando uno se detiene a revisar los diversos canales “institucionales” del MINCULT, a través de los cuales es posible “blanquear” esa corrupción, se da cuenta de que se trata, probablemente, de la única estructura gubernamental diseñada ex profeso para sostenerse mediante mecanismos oficiales que conviertan esa corrupción en algo “legal” o al menos moralmente aceptable, y que por tanto la institucionalicen, la conviertan en práctica “políticamente aceptable”.

Así, por ejemplo, con base en las carencias materiales que el régimen usa como su mejor método de control político, está en primer lugar el llamado “Departamento de Atención a Personalidades”. El cual anualmente maneja sumas millonarias de dinero, provenientes tanto del presupuesto del Estado como de ayudas externas, supuestamente con el fin de canalizarlas hacia todos los artistas de la nómina oficial que requieran de algún tipo de “asistencia social” pero que, en la práctica, pocas veces se torna efectiva ni llega a tiempo.

O lo que es peor, bajo la falacia de las “jerarquías culturales” (una especie de lista “blanca” elaborada como contraparte de una más extensa lista negra) termina favoreciendo a un mismo grupo de privilegiados —músicos y actores que son presencia constante en los actos políticos, voceros del régimen, amigos personales de este o aquel dirigente, hijos y nietos de estos que, a fuerza de espaldarazos y nepotismo, hacen carrera en la cultura—  donde son menos los que realmente la necesitan.

Hay miles de ejemplos, más horrendos que escandalosos, de lo nada efectiva que resulta esa “atención”: actores que se han visto obligados a acudir a las redes sociales para exponer sus casos de abandono y obtener ayuda. Por ejemplo, lo hizo recientemente Jorge Losada. También recordemos la casa que jamás logró disfrutar Elena Burke cuando, por una necesidad médica, solicitó cambiarse a un departamento con mejor acceso a la calle. Pensemos en el total abandono en que pasaron sus últimos días los músicos Carlos Embale y Celeste Mendoza, así como los actores José Antonio Rodríguez y Samuel Claxton; en contraste con rutinarios cambios de autos y casas que, entre otras curiosidades del MINCULT, terminaron convirtiendo a Amaury Pérez y a Abel Prieto en vecinos de “puerta con puerta”.

Mientras muchas celebridades mueren de hambre y enfermedades en Cuba, olvidados por los departamentos del MINCULT y la UNEAC que fueron creados supuestamente para auxiliarlos, otros que no requieren auxilios fundan sus negocios sobre la base de  esas ayudas institucionales. 

Desde talleres literarios, fundaciones artísticas, “iniciativas locales”, hasta eventos culturales, ferias y proyectos, todos imposibles de auditar, de controlar, de monitorear. La materia con la que supuestamente trabajan y el producto final no son ni inventariables ni contabilizables. Lo cual es ideal para el “desvío de recursos”, que es como le llaman al robo cuando lo cometen chapuceramente unos ladrones profesionales como los del MINCULT.  

Las jabas de carnes, vinos, pastas y demás “regalías” del ministro de Cultura, que llegaban puntualmente todas las semanas a la casa de Carilda Oliver Labra, en Matanzas, se sabe que pocas veces terminaron en su estómago; aunque sí en la canasta clandestina de sus vecinos, que tocaban a la puerta de la poeta no para escucharla declamar sino para saber en cuánto vendía la libra de carne de res o el paquete de café.

Si bien “Atención a personalidades” pocas veces ha cumplido sus objetivos de socorrer al que realmente lo necesita, ha servido en cambio para ayudar (y participar activamente) con los negocios de más de un artista que, como cobro por sus servicios a la dictadura, acude al departamento con la total certeza de que le corresponde, por su “jerarquía” política, ser “atendido”.

No es el único, pero sí es el caso ejemplar de Arnaldo Rodríguez (Talismán), cuyo negocio “privado” recibe la protección del MINCULT, incluidos la asesoría legal y hasta las gestiones para el abastecimiento y otros apoyos logísticos.

La empresa Mambo S.R.L., y el Habana Mambo Festival como producto, surgieron bajo el amparo financiero del Ministerio de Cultura, y como propuesta precisamente de la Dirección de Eventos del propio MINCULT, que no por casualidad dirige Lis Cuesta Peraza —esposa de Miguel Díaz-Canel Bermúdez—, que ya tiene sus experiencias de negocios en los asuntos de la comercialización de la cultura, vinculada como funcionaria a Bis Music y Artex, así como al Instituto Cubano del Libro. Esto último de los tiempos en que fue directora en Holguín, donde compartía complicidades con Alexis Triana, director de Cultura cuando el actual presidente cubano era Primer Secretario del PCC de la provincia.

Actualmente, según información recabada con fuentes en el propio MINCULT, Mambo S.R.L. recibe, tan solo del Departamento de Atención a Personalidades, un financiamiento anual que ronda los 150 mil dólares en insumos, sumados a los cerca de 20 millones de pesos cubanos que ingresa de la Dirección de Eventos, por concepto de gastos organizativos para Habana Mambo Festival. Eso sin contar otros ingresos asociados con las recaudaciones por conciertos, eventos teóricos y presentaciones, las ventas de productos, los viajes promocionales al exterior, los paquetes turísticos, alojamientos de participantes e invitados, y demás “cortesías”.

Gastos que, de acuerdo con la contabilidad del propio MINCULT, no resultan compensados por los escasos ingresos generados pero que, aún así, se justifican en el “trabajo de promoción de la cultura cubana como estrategia contra el bloqueo”, de acuerdo con fragmentos de los informes sobre expectativas y resultados del evento en 2025, a los que tuvimos acceso, aunque no han sido publicados por la institución. 

De haber sido concebida la dirección de “Atención a Personalidades” como mecanismo de auxilio que simulaba una “asistencia social” paralela a la oficial, desde sus inicios siempre ha servido como un canal para “desviar recursos” y para justificarlos “políticamente”.

Bajo esa “Atención a personalidades”, que tiene su versión propia en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, quizás se oculte el más profundo entramado de corrupción del Ministerio de Cultura, aunque muy por detrás de la corrupción ya institucionalizada en los departamentos de Relaciones Internacionales (con la facultad de manejar las ayudas del exterior, las donaciones, el “intercambio cultural”, entre otros atajos) y el Departamento de Eventos, desde el cual no solo se maneja la “programación cultural” sino el apoyo financiero y logístico (es decir, político) que recibirá cada una de las actividades que la integran. 

Conociendo estos detalles, si Abel Prieto sale a desmentir las más recientes acusaciones de corrupción que pesan sobre el Ministerio de Cultura, entonces hay que comenzar a tomárselas muy en serio porque todo cuanto este viejo peón publica en sus redes sociales va en una sola dirección: falsear la realidad cuando los dejan demasiado expuesto. Eso lo vimos hace unos días cuando, a pesar de la enorme impopularidad, intentó vendernos a un Miguel Díaz-Canel amado por el pueblo, sin más argumentos que su babosería de lacayo.

Si el ex ministro de Cultura y escritor mediocre —que hoy intenta recomponer al menos su carrera  política como “pensador” del oficialismo con locas teorías, la demonización del internet y, sobre todo, el “que viene el Coco” del “imperialismo cultural”— lanza desmentidos contra quienes lo señalan como artífice de ese imperio de corrupción que siempre ha sido el MINCULT, es porque sospecha que algunos muy cercanos a ellos pudieran haber roto ese “pacto de silencio” que siempre existe entre la dictadura y sus cómplices. 



Source link

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *