viernes, enero 17, 2025
Ciencia y Salud

Esta tecnología promete reactivar a las personas con muerte cerebral


Desde sus inicios la medicina se ha dedicado a alejar cada vez más la inevitable llegada de la muerte. Los éxitos son muchos, y en las últimas décadas no han hecho más que multiplicarse. Tanto es así que uno se pregunta si será posible, tarde o temprano, invertir el proceso: devolver a la vida a personas que han cruzado la frontera de la muerte.

El tema es tan metafísico como la ciencia ficción, pero los experimentos de un grupo de investigadores de Yale lo hacen más real que nunca. Después de devolver «a la vida» los cerebros de varios cerdos muertos en 2019, el equipo encabezado por el neurocientífico Zvonimir Vrselja ideó un plan para las cabezas humanas. La línea de investigación, plagada de obstáculos éticos y prácticos, quiere revolucionar el estudio del Alzheimer y de otras enfermedades neurodegenerativas. No obstante, también nos lleva a replantearnos lo que hasta ahora creíamos saber sobre la naturaleza de la vida y la muerte.


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¿Cómo se hizo el experimento?

La investigación publicada en la revista Nature en 2019 se realizó con cerebros de 32 cerdos destinados al matadero. Una vez explantados del cuerpo de origen, los cerebros se conectaron al ‘BrainEx’, un sistema de perfusión diseñado para restaurar la microcirculación y las funciones moleculares de los órganos, esta vez del cerebro. Actualmente, este tipo de tecnologías se utilizan de forma rutinaria para ampliar el plazo en el que los órganos pueden mantenerse con vida fuera del cuerpo antes de ser utilizados para un trasplante, y están contribuyendo a aumentar enormemente la disponibilidad de donantes.

En el caso del dispositivo desarrollado por los investigadores de Yale, su tecnología de perfusión está diseñada específicamente para restaurar la función de los órganos tras el daño que se produce con la privación de oxígeno que sigue a lo que denominamos «muerte». Estos procesos degenerativos que conducen a la muerte de las células neuronales suelen considerarse irreversibles, y en ello se basa la definición de muerte cerebral con la que hoy en día se constatan algunos fallecimientos.

Para comprobar con exactitud hasta qué punto son irreversibles los daños de la hipoxia en el tejido cerebral, los investigadores utilizaron una mezcla de sustancias capaces tanto de restablecer el suministro de oxígeno a las neuronas como de evitar los daños en la perfusión que suelen observarse cuando se intenta restablecer la circulación en tejidos afectados durante demasiado tiempo. Utilizando este sustituto artificial de la sangre, reanimaron cerebros de cerdo más de cuatro horas después de su muerte. Y no solo eso, volvieron a mostrar al menos cierta actividad cerebral: el córtex recuperó el color, las neuronas empezaron a producir proteínas y a mostrar signos de actividad metabólica y sináptica.

En sentido estricto, el cerebro no “volvió a funcionar”; por razones éticas y obvias, los investigadores utilizaron sedantes para asegurarse de que no pudiera surgir ninguna forma de consciencia o capacidad perceptiva en el órgano sin cuerpo. No obstante, el experimento demostró que la actividad de las neuronas, que se creía irreversiblemente dañada entre cinco y diez minutos después de recibir oxígeno, puede restablecerse, o al menos en una parte; incluso por un par de horas posteriores a la muerte.


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Vida y muerte

La frontera entre la vida y la muerte no es tan fácil de establecer como parece. Si observamos nuestro organismo desde un punto biológico: estamos compuestos por billones de células, que mueren y se replican continuamente, y cuyo funcionamiento cosiste en lo que llamamos «vida». Por regla general, la muerte se produce cuando el corazón deja de latir y su actividad no puede restablecerse. El cese de la circulación sanguínea priva a los tejidos del cuerpo del oxígeno que necesitan para funcionar, y empiezan a morir. En el caso del cerebro, una máquina devoradora de oxígeno, bastan unos minutos para que el proceso sea irreversible. Al menos, eso es lo que ocurre hoy en día con las tecnologías médicas de que disponemos.

No obstante, no es seguro que en el futuro no sea posible hacer algo mejor: encontrar la manera de que los órganos, y en particular el cerebro, vuelvan a funcionar incluso cuando han estado privados de oxígeno durante períodos muy largos. No significaría vencer a la muerte, pero sí ayudaría a salvar muchas vidas que hoy nos vemos obligados a considerar perdidas.


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Tecnologías innovadoras

En cierto modo, los dispositivos de perfusión mecánica ya están cambiando las reglas del juego. Sirven para mantener un órgano en buen estado mientras se transporta al paciente donde se va a implantar. O, como en el caso de los dispositivos de oxigenación extracorpórea de membrana (ECMO), para tratar a pacientes cuyo corazón o pulmones han dejado de funcionar, y así mantenerlos con vida mientras esperan a que sus órganos recuperen la salud, o a que un órgano esté disponible para trasplante.

Los investigadores de Yale también desarrollaron un sistema de perfusión llamado OrganEx, que puede utilizarse para preservar un organismo entero y ralentizar los procesos degenerativos, incluso cuando se utiliza una hora después de la muerte. Los experimentos con cadáveres de cerdos han dado resultados asombrosos, y parece que ahora se están probando tecnologías similares en humanos, para mantener en buen estado el cerebro de una persona muerta.



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