Esto es lo que pasaría con los alimentos del mundo en caso de una guerra nuclear
Un equipo de investigadores de la Universidad de Pennsylvania desarrolló un modelo computacional capaz de predecir el impacto que tendría un invierno nuclear, provocado por una guerra internacional, en la producción global de maíz. Sus datos muestran que incluso el conflicto menos destructivo desprendería el suficiente polvo como para generar una crisis alimentaria. Con base en sus simulaciones, los expertos recomiendan preparar kits de emergencia agrícola con semillas especialmente seleccionadas para crecer rápido en temperaturas bajas.
El invierno nuclear es un escenario climático extremo en el que enormes cantidades de hollín y humo, generadas por explosiones y megaincendios, ascienden a la atmósfera y bloquean la luz solar durante meses, o incluso años. Esto provoca una drástica reducción de la radiación solar y un descenso significativo en la temperatura global.
Así caería la producción de maíz
El modelo se centró en el maíz, el cultivo más producido en el mundo. Además, supuso seis escenarios de guerra nuclear en 38,573 ubicaciones. En la simulación de menor impacto, con una guerra regional entre dos países pequeños, el uso de armas nucleares enviaría aproximadamente cinco millones de toneladas de hollín a la atmósfera (cinco teragramos), lo que reduciría la producción anual mundial de maíz en un 7%.
Las simulaciones mencionan que las regiones más afectadas serían Oriente Medio, Asia Central y Siberia. Mientras tanto, otras zonas reconocidas como el cinturón de maíz de Estados Unidos (el Corn Belt), el sur de Brasil y el noreste de China, permanecerían sin afectaciones.
En el peor escenario, con múltiples potencias lanzándose sus mejores bombas, la atmósfera recibiría 150 millones de toneladas de hollín (150 teragramos), que induciría una caída del 80% a la producción de maíz. En este punto, casi ninguna nación productora de granos se libraría del impacto. De hecho, a partir de la inyección de 15 teragramos, naciones como Estados Unidos o China también reducirían su producción. Solo los lugares en los trópicos lograrían preservar en buena medida su seguridad alimentaria. Al planeta le tomaría entre siete y 12 años recuperarse de un invierno nuclear.
Dado que el maíz es uno de los granos más importantes del mundo, los expertos creen que un invierno nuclear en cualquiera de los escenarios produciría una crisis alimentaria mundial generalizada, y un grave impacto en el sistema alimentario y de la economía. El informe completo se publicó en la revista Environmental Research Letters.
Hay otros agravantes en la producción alimentaria en caso de invierno nuclear. Un conflicto mundial puede dañar la capa de ozono y eliminar su capacidad de absorber radiación UVB. Esta es una radiación más energética que la ultravioleta convencional y puede provocar daños en el ADN, incentiva el estrés oxidativo, además de disminuir la fotosíntesis en las plantas. La llegada de la radiación UVB del espacio podría reducir hasta en un 7% adicional la producción de maíz. Eso deja, en el peor de los escenarios posibles, un desplome del 87%.
“Debemos prepararnos para lo impensable”
Los resultados de la simulación del la Universidad de Pennsylvania son concretos y fríos. “Si queremos sobrevivir, debemos estar preparados, incluso para consecuencias impensables», dijo Armen Kemanian, profesor de sistemas de producción y modelado, así como autor del estudio.
El equipo propone preparar “kits de resiliencia agrícola”: paquetes con semillas adaptadas a cada región y diseñadas para crecer en climas más fríos y con temporadas de cultivo más cortas. La estrategia debería mantener cierta producción de alimentos durante los años más duros de un invierno nuclear.
Incluso si las probabilidades de una guerra nuclear son bajas o se logra una salida pacífica a las tensiones actuales, los investigadores sugieren que los gobiernos consideren estos kits como parte de sus planes de emergencia. Después de todo, condiciones similares a un invierno nuclear también podrían desencadenarse por fenómenos naturales, como la erupción de un supervolcán o el impacto de un meteorito.
“Uno puede pensar que los estudios de esta naturaleza son solo mirarse el ombligo, pero nos obligan a darnos cuenta de la fragilidad de la biosfera: la totalidad de todos los seres vivos y cómo interactúan entre sí y con el medio ambiente”, concluyó Kemanian.
En enero de 2025, la Junta de Ciencia y Seguridad del Boletín de Científicos Atómicos ajustó el Reloj del Juicio Final a 89 segundos antes de la medianoche, un segundo más cerca que en 2024, debido a las crecientes tensiones nucleares, el cambio climático y a los riesgos asociados a tecnologías emergentes.