La Copa Mundial de 2026 será histórica…por sus grandes emisiones de carbono
A diferencia de Qatar, donde la mayor parte de los 3.6 millones de toneladas de CO2 se atribuyeron a la construcción de estadios, infraestructura y sistemas de refrigeración, en el caso de 2026 se prevé que el 85% de las emisiones provendrán del transporte: un 51% de viajes internacionales y un 34% de traslados interurbanos e intraurbanos.
Para enfrentar este reto, se han propuesto iniciativas que fomenten el uso del transporte público y reduzcan la dependencia del avión en los desplazamientos dentro de las ciudades sede. No obstante, la eficacia de estas medidas dependerá de la disponibilidad, accesibilidad y costos de dichas opciones, así como de la disposición de los aficionados y equipos para adoptarlas. Estos factores varían significativamente tanto entre los tres países organizadores como dentro de sus respectivas urbes.
Goles en contra del medioambiente
El impacto medioambiental del futbol se ha convertido en un tema de creciente interés a nivel global. Un estudio reciente del New Weather Institute y la organización Scientists for Global Responsibility advierte que la huella de carbono de la industria futbolística mundial equivale a las emisiones anuales de Austria, o alrededor de un 60% más que las de Uruguay, país que albergó la primera Copa Mundial, en 1930. Esta cifra corresponde a la quema de unos 150 millones de barriles de petróleo.
Además, el informe indica que un solo partido de la fase final de la Copa Mundial masculina de la FIFA puede emitir entre 44,000 y 72,000 toneladas de CO2 equivalente (tCO₂e), lo que corresponde a las emisiones anuales de entre 31,500 y 51,500 automóviles promedio del Reino Unido. “Con cada partido que se añade al calendario futbolístico, las asociaciones internacionales de futbol hacen que el mundo sea menos seguro”, señala el documento.
David Gogishvili, geógrafo de la Universidad de Lausana, en Suiza, declaró a la agencia AFP que, mientras otros eventos internacionales como los Juegos Olímpicos han decidido limitar su escala en cuanto a participantes, la FIFA adopta la dirección opuesta. “El apetito insaciable de la FIFA por crecer se traduce en más atletas, más aficionados, más hoteles, más vuelos. Es un ciclo sin fin que perjudica al planeta”, afirmó.
Diversos expertos señalan que la FIFA ha privilegiado la obtención de millonarios ingresos en detrimento del medio ambiente. Para la edición de 2026, se espera una asistencia superior a los 6.5 millones de personas entre los tres países organizadores, lo que podría traducirse en una derrama económica a nivel mundial de hasta 40,900 millones de dólares para el Producto Interno Bruto (PIB), además de 8,280 millones en beneficios sociales y la generación de cerca de 824,000 empleos de tiempo completo.
“A pesar de su enorme atractivo y su alcance global, el futbol enfrenta dificultades para reconocer su verdadero impacto ecológico debido a la falta de datos precisos y a la omisión de aspectos clave en sus cálculos de huella de carbono. Hay pocos indicios de que los responsables políticos estén dispuestos a evaluar seriamente el problema de la contaminación derivada del futbol, y mucho menos a tomar medidas significativas para reducirla”, concluye Stuart Parkinson, director de Scientists for Global Responsibility.