La historia de la Independencia de México: resumen, personajes y antecedentes de la lucha por la autonomía mexicana
El cura Miguel Hidalgo, ansioso por tomar la Alhóndiga en Guanajuato, increpó a un joven que ahora se conoce como el Pípila para que corriera a la puerta y le prendiera fuego. El joven no lo pensó. Puso una losa sobre su cabeza, misma que sostenía con la mano izquierda. En la derecha llevaba un ocote en llamas. Corrió, casi a gatas, hasta la puerta, esquivando balas y combatientes realistas y su acto de valentía quedó como un ejemplo de heroísmo en la Independencia de México. Esta historia, con sus asegunes y distintas versiones, muestra la importancia de la lucha en la Alhóndiga de Granaditas, una de las victorias más significativas para quienes combatían a favor de la independencia de México.
Este sitio fue de suma relevancia para lograr la autonomía nacional. La intendencia de Guanajuato era una de las potencias más adineradas de la Nueva España. Contribuía de manera decisiva a la economía mundial. Cuando la lucha llegó, las familias más acomodadas y el ejército realista se atrincheraron en la Alhóndiga. La fuerza y furia del pueblo provocó una de las batallas más cruentas de la lucha armada. Muchos obispos condenaron la violencia del movimiento e incluso excomulgaron a Hidalgo por la masacre en la que acabaron con familias y militares por igual. La toma del recinto fue decisiva para los primeros días de la lucha armada.
Antecedentes de la Independencia de México
En 1808, una carta se movía por Madrid. Carlos IV informaba que cedía sus derechos sobre España y las Indias a su “aliado” y “querido amigo” Napoleón Bonaparte, quien a su vez entregó la Corona a su hermano José Bonaparte. Desde ese año, con el quiebre de la monarquía por la intrusión del ejército napoleónico y la revolución liberal española, las colonias comenzaron a cuestionar el poder del reino; aunque Nueva España se convertía en un epicentro de comercio y una fuente de ingresos importante para la corona. La tesorería de México debía pagar directamente a acreedores extranjeros. Es por eso que muchos peninsulares también buscaban la autonomía de la Nueva España; sin embargo, otro grupo de altas jerarquías y clérigos no quería que se abolieran sus privilegios.
Miguel Hidalgo e Ignacio Allende, por ejemplo, perdieron sus propiedades después de que el Decreto de la Consolidación de Vales Reales exigió a la iglesia que cobrara los capitales que tenía prestados. No tener más préstamos significó no poder sobrevivir, y enfrentar las sequías y el aumento en los precios. El 15 de septiembre de ese mismo año se empezó a orquestar el golpe de Estado y la autonomía mexicana. Algunas figuras peninsulares privilegiadas y de clase alta apresaron al virrey y poco después, surgió la primera conspiración en Valladolid, misma que se esparció hasta Querétaro.
El golpe de Estado
En Querétaro, la casa de los corregidores Miguel y Josefa Ortiz de Domínguez servía como punto de encuentro para intelectuales y amigos que pensaban que la independencia mexicana fortalecería la nación. Destacaban Ignacio Allende, Juan Aldama, Miguel Hidalgo, quienes tenían los nombres más populares al inicio del movimiento.
En 1810, la insurrección estaba planeada para estallar en diciembre, pero al ser traicionados, los insurgentes adelantaron el movimiento al 16 de septiembre; un domingo de misa en el que en lugar de rezar cánticos a Dios, el cura de la iglesia, Hidalgo, con su clásico estandarte de la virgen de Guadalupe, levantó en armas a los asistentes para luchar contra el mal gobierno.
En la capital, Francisco Xavier Venegas ocupaba el cargo como nuevo virrey y al enterarse de lo ocurrido, ordenó al general Félix María Calleja apagar las revueltas y restaurar el orden hasta entonces conocido.
La lucha continuó y los independentistas tomaron diversas ciudades clave. En el Monte de las Cruces, a punto de entrar a la capital, el ejército de Hidalgo derrotó a los criollos realistas que defendían la zona; sin embargo, después de buscar entrevistarse con el virrey y no obtener respuesta, el cura más famoso de la Independencia ordenó la retirada, lo que puso en juego la lucha por la autonomía y las vidas de los disidentes.
Allende, quien había permanecido a su lado, estuvo tan en desacuerdo con la decisión de Hidalgo que partió a Guanajuato mientras que el cura avanzó a la capital. Con su aparente triunfo, empezó a proclamar la abolición de la esclavitud, del tributo indígena y los estancos, declaró que las tierras indígenas eran para el uso exclusivo de ellos y autorizó la ejecución de los prisioneros españoles; sin embargo, la victoria estaba lejos de ser ganada.
José María Morelos, quien también era parte del clero, se presentó ante Hidalgo y tuvo como misión tomar Acapulco; José Antonio Torres ocupó Guadalajara y, Allende y Aldama destacaron en el mando del movimiento.
La lucha cuesta abajo
El 17 de enero de 1811 se presentó una de las grandes derrotas del movimiento. En la batalla de Puente de Calderón, aproximadamente 5.000 realistas derrotaron a 90.000 insurgentes. La lucha no se detuvo durante seis horas y los independentistas tuvieron que huir; eran hombres de campo, indios que se armaron con garrochas y machetes, no tenían formación militar ni llevaban armaduras. Los caballos tampoco tenían preparación militar, eran delgados y se espantaban con los sonidos del combate. Tenían 95 cañones, de los cuales, más de la mitad eran tubos de cobre vaciado amarrados a carros que no podían ser apuntados con facilidad.
La retirada se da cuando una granada cae sobre el carro de municiones y todo explota. Los insurgentes corren, pero el ejército de Calleja los persigue. Allende, Aldama y Joaquín Arias se quedaron en la batalla para que el resto del ejército pudiera huir. Allende estalló en ira por la estrategia que siguió Hidalgo durante la batalla, quien era una de las figuras más populares del movimiento y cuyo peso durante la lucha lo convirtió en el principal líder. Después de su fracaso, lo despojaron del mando militar.
Allende e Hidalgo, aunque con un mal sabor de boca por lo ocurrido en el puente de Calderón, viajaron juntos al norte para conseguir dinero, armas y tropas. Mientras estaban en Coahuila, Ignacio López Rayón quedó al frente de la lucha en Saltillo; pero poco después, los independentistas fueron traicionados por Ignacio Elizondo. Los militares detuvieron a Allende, Aldama, Hidalgo y José Mariano Jiménez, quienes iban de camino al norte . Los juzgaron en Chihuahua y sentenciaron a pena de muerte. Sus cabezas fueron trasladadas y colgadas en las esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, en Guanajuato, para mostrar el triunfo de la corona.
Morelos mantuvo la lucha y armó un ejército con sus más cercanos. Entre ellos, Hermenegildo Galeana, Mariano Matamoros, Nicolás Bravo, Manuel Mier y Terán, Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero. Establecieron sus tropas para tomar el sur de México, con lugares como Chilpancingo, Tixtla, Chilapa, Taxco, Izúcar y Cuautla al combate contra Calleja. En 1812 tomó Oaxaca, lugar clave para la estrategia insurgente.
Cuando se apoderaron de un amplio territorio, Morelos convocó al primer congreso independiente en 1813, fecha en la que se leyeron los Sentimientos de la Nación en Chilpancingo. Ahí Morelos recalcaba que América era libre y recibió el título de Siervo de la Nación. Más tarde promulgó la constitución de Apatzingán, que buscaba declarar la independencia absoluta de México. Entre los estatutos se encontraban la división de poderes en Legislativo, Ejecutivo y Judicial, la educación gratuita y obligatoria, el voto para los hombres mexicanos y la prohibición de los latifundios. El 22 de octubre de 1814. Un año después, en otro intento por tomar Acapulco, Morelos fue apresado y llevado a San Cristóbal, Ecatepec, donde lo fusilaron.
Aunque se realizó la constitución, la lucha continuaba y parecía que la fuerza insurgente estaba cada vez más débil, por lo que el nuevo virrey, Juan Ruiz de Apodaca, nombrado en 1816, intentó conciliar la paz y ofrecer amnistía a los revolucionarios. Muchos aceptaron pero en 1817, un grupo liderado por Fray Servando Teresa de Mier y Francisco Xavier Mina, intentó una nueva insurrección que fracasó con el fusilamiento de Mina y el encarcelamiento de Mier.
La victoria de la autonomía
La consumación de la Independencia tomó fuerza cuando el general Rafael de Riego se sublevó contra el rey Fernando VII a pidió al rey a jurar la Constitución de 1812. Se liberaron a los insurgentes presos y la libertad de prensa logró que se realizaran publicaciones subversivas en contra de la corona.
Por otro lado, los realistas liderados por Agustín de Iturbide apoyaban la autonomía mexicana pero estaban en contra de las revueltas y a favor de la propiedad privada. Buscaban la independencia por vía pacífica y el apoyo general de los combatientes. Los mandatarios le ordenaron acercarse a Apodaca, donde lideraba la insurrección Vicente Guerrero. Iturbide, en lugar de pelear, lo invitó a su causa.
Para el dirigente del ejército realista (Iturbide) era fundamental tener un plan sobre tres garantías: religión, unión e independencia. De este modo, la unión con el ejército independentista, haría posible que su estrategia se realizara. Después de su reunión, Vicente Guerrero lo reconoció como el primer jefe de los ejércitos nacionales y el 24 de febrero de 1821 se proclamó el Plan de Iguala para consumar la lucha. Siete meses después, el 27 de septiembre, se simbolizó el acuerdo con la entrada del ejército Trigarante a la Ciudad de México.
Mientras tanto, en España, nombraron a Juan O’Donojú jefe político de la Nueva España. Al llegar a Veracruz supo que el movimiento de autonomía era irreversible y se reunió con Iturbide para firmar los Tratados de Córdoba. Reconoció en ellos la independencia y el establecimiento de un Imperio mexicano. Es por eso que México cuenta con dos actas de independencia, esta, donde se reconoce como imperio es la primera. La segunda, con la caída de Iturbide cuando México se estableció como República. España reconoció la Independencia de México 15 años después.
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