lo único que une a Trump y Harris, y parece un sinsentido
«Vamos a crear un fondo soberano para Estados Unidos, para invertir en grandes proyectos nacionales para beneficio de todos los estadounidenses. ¿Por qué no tenemos un fondo soberano? Otros países los tienen. Nosotros no tenemos nada». Donald Trump hizo estas declaraciones en la primera semana de septiembre, en el Club de Economía de Nueva York, un mensaje que confirma el interés del expresidente estadounidense para impulsar la creación de un fondo de inversión soberano. Y no es el único: según publicó Bloomberg en la primera semana de septiembre, la actual administración Biden estaría ya trabajando en esta posibilidad, valorando distintas formas de llevarlo a cabo. La creación de un fondo soberano es el único proyecto común que parecen tener los dos grandes partidos políticos de Estados Unidos, y es llamativo que, como explican muchos expertos, se trata de un esfuerzo sin sentido para un país en la situación en la que se encuentra Estados Unidos, una economía con déficit fiscal y cuyos ingresos por la venta de materias primas ya se gestionan en fondos soberanos estatales.
La creación de un fondo soberano federal estadounidense se enfrentaría a varios problemas que hacen evidente su ineficacia. El primero es que ya existen estos fondos en Estados Unidos. Un fondo soberano es un fondo de inversión público, que los países normalmente utilizan para aprovechar los ingresos que genera la producción y venta de los recursos naturales que tiene un país. Noruega, o Arabia Saudí, son los mejores ejemplos, dos países que han creado fondos públicos gigantescos para canalizar los ingresos que reciben por la venta del petróleo de forma eficiente. Noruega orienta su fondo como una «reserva financiera y plan de ahorro a largo plazo»; y también para «proteger la economía de los vaivenes en los precios del petróleo», el mismo objetivo de Arabia Saudí.
En Estados Unidos ya hay fondos soberanos que utilizan ese mismo enfoque, pero tienen una diferencia con el nuevo proyecto federal que plantean los dos grandes partidos políticos del país: son estatales. El fondo Alaska Permanent Fund es el más grande de Estados Unidos, según los datos que recoge Global SWF, una firma de análisis e investigación sobre estos productos, y el vehículo maneja los ingresos por la extracción de petróleo en el estado, que estarían bajo su control. Así, el fondo federal que se está barajando crear ahora debería buscar formas de financiación alternativas, y eso plantea un problema.
¿Un fondo soberano en un país con déficit?
Una de las características comunes a los países que gestionan grandes fondos soberanos es que les sobra el dinero para hacerlo. Lo más normal es que estos fondos se construyan en base a un superávit fiscal, que permite capitalizar el fondo en los primeros años, antes de que empiece a ser un vehículo que pueda vivir por sí mismo, utilizando las rentas que genera con sus inversiones. El problema para Estados Unidos es que la economía corre ahora con un fuerte déficit fiscal y comercial. En otras palabras: no sobra el dinero, por lo que habría que buscar otras vías de financiación, o esperar a lanzar el proyecto en un momento en el que Estados Unidos vuelva a tener superávit, algo que, si se analiza la tendencia que sigue el país y las cifras que ha tenido el pasado, parece muy poco probable que pueda ocurrir en el medio plazo.
El esbozo del proyecto que ha presentado Trump con sus declaraciones tiene serias fisuras en este sentido. El candidato republicano ha declarado que el fondo se construiría con el dinero que generarán los nuevos aranceles que propone imponer a países como China, pero también habría anticipado que este dinero se utilizaría para poder financiar recortes de impuestos. Y no se puede soplar y sorber a la vez.
Otra opción que podrían tener los legisladores estadounidenses es financiar la creación del fondo con emisiones de deuda, lo cual plantea un problema claro. Tyler Cowen, director del Mercatus Center en la Universidad Georges Mason, lo explica en una columna de opinión en Bloomberg. «Es cierto que la rentabilidad potencial de la bolsa estadounidense es mayor que lo que costaría la emisión de deuda, pero lo que importa es el aumento del valor social del proyecto, no las rentabilidades que lograría el portfolio del gobierno». Si el fondo, por ejemplo, invirtiese a través de otros fondos de inversión privados, «el fondo soberano podría parecer un gran éxito, pero simplemente habría emitido más deuda y redistribuido los retornos bursátiles, del bolsillo del ciudadano, a sí mismo», explica Cowen, quien también expone las dificultades que existen si se crea un equipo gestor propio para elegir en qué acciones se invierte.
Los problemas políticos que plantea: gestión, inversión y tamaño
La idiosincrasia política estadounidense complica mucho el diseño de un fondo soberano federal. Cowen señala cómo «una característica común de los fondos soberanos de éxito es que tienen un alto grado de disciplina política». Países como Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudí no son democracias occidentales, como Estados Unidos, y las decisiones de inversión por parte del fondo se toman sin tener que atender a consensos políticos. Cowen reconoce que «Singapur sí es una democracia», pero matiza cómo «tiene un solo partido político muy dominante, y sus decisiones de inversión son opacas».
El caso de Noruega sería similar, una democracia «bien gobernada, relativamente poco corrupta y un alto grado de consenso político», señala. Además, el fondo soberano de Noruega cumple con una característica que, a priori, no la tendría el estadounidense: invierte fuera de sus fronteras sin que ello suponga un problema para los votantes. El plan que ha planteado Trump es invertir en «carreteras, aeropuertos, sanidad y producción de comida», y no se ha pronunciado sobre la posibilidad de aprovechar el fondo para invertir fuera de las fronteras estadounidenses, un proyecto que podría encontrar oposición por parte de votantes nacionalistas.
Otro problema político que plantea la creación del fondo estadounidense es que, si se dedicase a invertir en empresas domésticas, estaría ampliando el control del gobierno sobre la economía del país, algo que históricamente ha sido un problema en una de las naciones que más abraza el liberalismo económico y la separación de poderes. «El tamaño que tendría el fondo soberano que plantea Trump puede tener implicaciones políticas negativas», plantea Cowen, además de los escollos que tendría gestionar un gigante del tamaño que podría adquirir un fondo estadounidense de estas características. Cuanto más grande es un fondo, más se constriñen sus capacidades de encontrar valor y de gestionar el producto.