Mamerto apoya a Mamerto | ADN Cuba
Los expertos dirían, analizando la precaria situación de Cuba en la actualidad, que la inflación y el déficit provocan faltantes en la industria y en la distribución de productos, y que hay un amago de estampida social. Sin embargo, cualquier hombre sabio, campesino por más señas, lo expresaría más clara y poéticamente: Cuba en este momento está “como la puerca de Casimiro, barranca abajo y sin freno”.
No podía ser de otra manera. La “continuidad” es eso: una mentira disfrazada de algo bueno, dicha y redicha mencionando al pueblo y, como el buen ladrón, acusando de ladrones a todos los demás.
Pero esta vez da asco.
Cada vez que abre la boca el Puesto a Dedo que aparece como mandatario de Cuba, suelta algo que está entre la degradación y la ignominia. Al punto que, más temprano que tarde, habrá que operarlo de la degradación y extirparle la ignominia. Nuestras abuelas, sabias y buenas, siempre lo decían: “Dime con quién andas, y te diré quién eres”. Pero Díaz-Canel parece no haber tenido abuela.
Este artículo comenzó a nacer el mismo día del engaño. No el del 1 de enero de 1958, sino el de la trampa electoral del mamerto de Caracas, que es igual que mil cacas. Sospechaba que el mamerto cubano iba a tomar partido a favor de la ilegalidad venezolana, y debo decir que no me defraudó, nunca lo hace. Díaz-Canel y el Partido tomaron partido por la trampa, porque ellos mismos son una gran trampa.
El muñecón cubano que finge ser presidente fue “uno de los primeros gobernantes aliados del chavismo en felicitar y reconocer a Nicolás Maduro como ganador de las elecciones del pasado 28 de julio en Venezuela, se mantuvo en esa posición al declarar que Caracas enfrenta «una grosera campaña de descrédito» que «busca enmascarar otro intento de golpe de Estado».
Haciendo gala de su extremo analfabetismo político y de su ausencia absoluta de moralidad -un todo incluido- Miguelito Puesto a Dedo habló de la «postura incivilizada, violenta y fascista» de la oposición venezolana, y cualquiera pensaría que se estaba refiriendo a GAESA, a los órganos de la Seguridad del Estado o al Buró Político del PCC. Lo hizo con la misma energía absurda con la que sigue invitando a los esbirros a salir a la calle a lastimar al pueblo o a continuar construyendo el socialismo, ese sistema inoperante sin luz, sin agua y sin medicinas.
Es lógico que lo haga. En esa alianza del narcotráfico trágico, y donde Cuba cambia globos por botellas y hace el papel de “pez pega” que le señaló el Delirante en jefe, hay que seguir pegado a la ubre venezolana. O no alejarse mucho, aunque Nicolás Maduro sea un borrico impresentable que expulsaría de sus huestes el mismo Vito Corleone.
Pero la gente decente que queda en este planeta, la que se tiene que marchar de su país porque la barriga no les crece con la facilidad con que les crece a Díaz-Canel y su cúpula, no traga: Nicolás Maduro, además de bruto, indecente, impresentable, jactancioso y bruto (sé que lo dije dos veces) es la herencia maldita que nos dejaron Fidel Castro y Hugo Chávez, dos seres cuyas madres, si los valoraran honestamente, no hubieran deseado haberlos parido. O se los hubieran entregado en adopción a Iosif Stalin o al Coco de los cuentos infantiles.
Los que todavía conservamos unos miligramos de decencia y moral, que es como decir ética y sentido común, los que queremos que a Canel le rompan un día la cúpula, no nos creemos el cuento de la unidad mafiosa de “salvadores de la humanidad”, de “redentores de pueblos ofendidos”, porque ellos son quienes nos ofenden llevando a la miseria y a la violencia.
Pero lo malo tira hacia el mal. Los indecentes se juntan y los criminales se apoyan y bailan pegaditos. No es extraño que, cuando los ojos del mundo vieron el cambiazo que Maduro y su Consiglieri Diosdado Cabello dieron a la democracia robándose el resultado de las elecciones de Venezuela, la basura gobernante de Cuba, encabezada por el generalito sin batallas y sus marionetas, hayan apoyado, irrestrictamente, indecentes como son, a Nicolás Maduro.
Quedan para la historia las toneladas de baba sifilítica del gobernante cubano, que también soltó su trova de siempre: «Son tiempos de unión y de firmeza frente al imperialismo y las oligarquías que aprovechan la más mínima oportunidad para atentar contra el triunfo y la estabilidad de cada fuerza de orientación popular». Solamente le faltó lanzar una campaña en toda la isla con lemas como: “Maduro, seguro, a los yankis dale duro”… O, tal vez, encargar a miserables de la triste ralea de Bruno Rodríguez (Brunildo el Canalla) o Humbretico López, la difusión de consignas como: “Presidente Maduro, tú iluminas nuestro camino”, “Maduro nos ilumina cuando nos manda gasolina”, aunque sería más apropiada esta: “Maduro, Nicolás, a la escuela nunca vas”.
Pero en la juntera todo lo malo se pega. Las faltas de ortografía, el grajo y la manera de razonar (que no la de pensar). Hace unos días, tras la oscuridad en que la dictadura sumió al país, y ante el paso de un fenómeno atmosférico, de esos que parecen ensayos del Armagedón, Miguelito Díaz-Canel, dijo: «Aquí pasó un evento extremo, y sucedieron cosas que nunca habían pasado».
Se nota a simple vista la influencia de Nicolás Maduro en el Puesto a Dedo presidencial cubano. Es innegable y conmovedor que Díaz-Canel está “madurando”.