jueves, febrero 13, 2025
Cuba

Más que «captar divisas», habría que generarlas


LA HABANA, Cuba. – En verdad se aprecia un gran apuro por parte de los jerarcas del castrismo en su afán por captar una parte de las divisas que entran al país por medio de las remesas familiares y otras vías informales. A la apertura inicial del mercado de 3ra. y 70 en el barrio habanero de Miramar, le siguió rápidamente el establecimiento de una red de tiendas que comercializarán en dólares de manera minorista y mayorista. 

No son pocas las voces que se han alzado con el argumento de que, más que captar las divisas, lo idóneo para la sociedad cubana sería que la economía pudiera generar las divisas que necesita el país, con el objetivo de poder importar los bienes que precisa la población, así como los insumos y materias primas para potenciar la producción nacional. De ese modo, además, no se estaría ahondando el apartheid que se crea con el creciente funcionamiento de establecimientos vedados para el ciudadano que no recibe la moneda dura.

Pero, claro está, para poder importar hay que contar con rubros exportables que propicien los ingresos que, a su vez, garanticen las compras en los mercados internacionales. Y he ahí donde falla la economía castrista. 

En la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular se aclaró que sin producciones no hay exportaciones, y las producciones o servicios que podrían propiciar tales ingresos, por lo general, no alcanzaron las cotas previstas. Por ejemplo, durante 2024, se incumplieron las producciones de níquel, ron, azúcar y la captura de langosta. El turismo, por su parte, calificado últimamente como “la locomotora de la economía cubana”, solo ingresó el 76% de lo previsto. En resumen, el ingreso en divisas del país se vio afectado en más de 900 millones de dólares. 

No hace mucho el régimen anunció que se elevaban los aranceles para la importación de productos terminados, mientras se disminuían los relacionados con la importación de materias primas e insumos por parte de las mipymes. Todo con el propósito de que esas formas de gestión no estatal, además de que se dediquen más a producir que a comercializar, se conviertan en suministradoras de esos insumos a la deteriorada industria nacional. 

Conviene destacar que esa maniobra arancelaria no es un acontecimiento nuevo en el devenir de la economía cubana. El Gobierno de Gerardo Machado, mediante el famoso arancel de 1927, gravó las importaciones de productos terminados, y disminuyó el arancel para la entrada de materias primas, y así propiciar el desarrollo de la industria nacional. 

Según nos cuenta el historiador Julio Le Riverend en el tomo IX de Historia de la Nación Cubana, a partir de esa reforma arancelaria aumentaron las producciones nacionales de huevos, aves, carnes, calzado, mantequilla, quesos, arroz, maíz y leche condensada. 

También eran otros tiempos. Hay que tener presente que la década del 20 del siglo XX, cuando en la República se respiraban los beneficios del Tratado de Reciprocidad Comercial firmado en 1902 con Estados Unidos, presenció la llegada a la Isla de cientos de obreros extranjeros que venían atraídos por las ventajas que les reportaba trabajar en Cuba.  

Ahora, por el contrario, con una alicaída empresa estatal, en medio de una emigración y un éxodo que priva a los centros laborales de mano de obra calificada, y con un sector no estatal que sufre las presiones de la maquinaria gubernamental, es muy poco probable que una reforma arancelaria, por sí sola, se convierta en el motor que genere las divisas que necesita la economía nacional. 



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