Petróleo, con P de “pobreza” Cubanet
LA HABANA.-Ante el mismísimo Raúl Castro, y habiendo enviado a la Isla a su Ministro de Situaciones de Emergencia, Rusia ha prometido regalar, para esta semana, 4 generadores de 100 MW cada uno, adelantar 62 millones de dólares en equipamiento para el Sistema Eléctrico Nacional (SEN) —como parte del crédito de 60 millones anunciado hace poco por el viceprimer ministro ruso Dimitri Chernyshenko. Además pondrán en puertos cubanos, lo más pronto posible, 80 mil toneladas de diésel que necesitan los generadores para funcionar, puesto que el petróleo nacional es demasiado pesado, es decir, inútil para sustituir el combustible importado una vez se agote.
Y eso sucederá demasiado pronto, puesto que 80 mil toneladas son poco más de medio millón de barriles en un país que diariamente necesita 125 mil, y aún suponiendo que no sea el total del combustible en las reservas, y que solo se emplee en alimentar las cuatro nuevas máquinas —en una situación demasiado hipotética para que suceda en Cuba donde el régimen es experto desvistiendo y vistiendo santos, aunque solo sea con taparrabos—, la regalía petrolera rusa rendiría menos de un mes, quizás dos, pero el punto es que regularmente se necesitaría más diésel, que ni siquiera por esta vez será regalado, en tanto Vladimir Putin sí practica, y mejor que Raúl Castro, eso de “cero gratuidades”.
De hecho, si los más entusiastas entre nosotros, incluidos los de la prensa del régimen y las ciberclarias, interpretaran sin pasiones la nota oficial, así como las anteriores sobre las negociaciones bilaterales, no se trata de un acto de caridad sino de un crédito, pagadero en un plazo ya pactado, es cierto que casi con cero interés, pero agregado a la deuda cubana, que ya por estos días excede el monto de lo que se había condonado por los rusos y hasta por los acreedores del Club de París.
Pero leyendo a diario los reportes alarmantes de la Unión Eléctrica (UNE), el número de unidades generadoras fuera de servicio por falta de combustible, así como teniendo en cuenta lo que sabemos sobre la cantidad de industrias y autos estatales parados por el asunto del petróleo y la gasolina (que hoy en algunos puntos de nuestra geografía se cotiza el litro a más de 800 pesos en el mercado informal), la demanda de los generadores domésticos y de las instalaciones “estratégicas” y las del turismo, ya vamos intuyendo que las 80 mil toneladas apenas alcanzarán para poco más de una semana.
Para mantener encendidas las plantas que llegarán a partir de este 23 de noviembre, y que estarían conectadas al SEN antes del 31 de diciembre, el régimen necesitaría desembolsar como mínimo unas 4 veces al año, unos 40 millones de dólares, que es el valor aproximado de las 80 mil toneladas de diésel, teniendo en cuenta que Rusia lo vende a Cuba con precios de hasta un 25 por ciento por debajo del valor de la tonelada de ese combustible en el mercado internacional, que hoy ronda los 650 dólares.
Unos 160 millones de dólares que se sumarían para finales de 2025, como parcial, a la nueva deuda rusa de más de 60 millones (las piezas ya van costando 2 millones más sobre el límite del acuerdo, sin contar los costos del montaje y la puesta en marcha), lo que nos regresaría de nuevo a la situación de crisis energética actual, incluso a un escenario mucho más grave, a no ser que Putin, una vez más, reinicie su contador.
Llegado ese momento pudiera encontrarse el régimen en peligro de muerte, mucho más que ahora. Por una parte, la crisis energética ha empeorado lo que ya estaba crítico en cuanto al turismo, como principal fuente de divisas. Los turoperadores están reduciendo y hasta anulando las ofertas en el mercado cubano por causa de los apagones (ningún turista quiere viajar a Cuba para encerrarse en el hotel, ya que no puede caminar de noche por ciudades totalmente apagadas, y donde cada día la violencia escala a peor); las demás industrias no están produciendo, lo que se traduce en la importación de casi el ciento por ciento de los bienes; la emigración masiva de familias completas ha recortado el monto total de las remesas, y las comercialización de brigadas médicas no rinde hoy lo mismo que hace una década atrás, quizás ni en un 20 por ciento.
Por la otra parte, Donald Trump ha prometido terminar la guerra entre Rusia y Ucrania una vez comience a gobernar en enero de 2025, y probablemente su plan —en el cual Marco Rubio tendría un papel decisivo como Secretario de Estado pero, además, como político que conoce muy bien los asuntos cubanos—, incluya entre otras demandas más importantes, el compromiso del Kremlin de poner distancia de las costas estadounidense alejándose de Cuba, así como determinados acuerdos sobre los combustibles que, de cierto modo, también tendría consecuencias en las relaciones con China.
Tengamos en cuenta que la estrategia de Putin con su acercamiento íntimo con Cuba, como base militar a las puertas del “enemigo común”, está indiscutiblemente ligado a la invasión a Ucrania y a sus pretensiones de hegemonía global; que Cuba ha sido la carta a jugar en una situación de desespero, y por eso una carta que será desechada una vez que aparezca otra carta mejor, y esa pudiera ofrecérsela Trump, confiado en terminar el conflicto en 24 horas.
Si se diera una situación así, ya para mediados de 2025 el sistema eléctrico colapsaría irremediablemente, sin esperanzas de otros remiendos tecnológicos o financieros, y para finales de año, endeudado por un petróleo que ya hoy se escribe con P de “pobreza”, el régimen pudiera encontrarse en una situación de jaque mate como jamás ha habido otra. Lo peor del caso es que antes de eso, ya la miseria se habrá llevado por delante a unos cientos de miles de cubanos y cubanas, entre el hambre, la desesperanza y la represión.