sábado, marzo 22, 2025
Cuba

Pioneros, por el comunismo, seremos como Carlos Lazo


LA HABANA.-De todas las conjeturas y versiones sobre el ridículo “enfrentamiento” de Carlos Lazo y el régimen cubano, me convence más la que sospecha de un montaje al más puro estilo del teatro de una “continuidad” angustiada, en medio de lo que podrían ser sus horas finales y, además, temerosa de perder a uno de sus más “dinámicos” (que no precisamente “importante”) agentes de influencia en los Estados Unidos.

Carlos Lazo es el personaje que le ha servido al régimen comunista para “actualizar” ese prototipo infantiloide de “emigrado fiel”, “obediente”, alguna vez díscolo, pero que en la lejanía ha sabido “corregirse” en tanto ha descubierto que eso a lo que algunos injustamente llaman “dictadura” es en realidad “gobierno de amor”, enfrentado por supuesto a los “enemigos odiadores”.

Es la pieza maniquea que llegó para reemplazar, por ejemplo, al desechado y desgastado (“desactualizado”) Edmundo García y, precisamente, lo que buscaban para corporeizar esa tesis del amor/odio, sacada a toda prisa del ideario martiano en tiempos donde escasean ideas que puedan servir para apuntalar lo que no hay modo de continuar sosteniendo con discursos propios y originales.

Y quien dice “ideas” también dice “dólares frescos”, porque en el lenguaje de los comunistas cubanos —esos a los que de último minuto se les ha ocurrido desdolarizar dolarizando— ambas cosas deben estar obligatoriamente juntas, incluso fundidas. De modo que Carlos Lazo, con su “creativo” (nótese que no digo “lucrativo”) negocio de Puentes de Amor es el “héroe de nuevo tipo”, “atemperado” a las actuales circunstancias en que un “revolucionario” es más útil cuando envía dólares y cargamentos desde “afuera” que cuando se queda a robar en la empresa estatal socialista, a quejarse por los apagones y el salario que no alcanza, o a exigir la cuota de “arroz  de la libreta” que le deben desde diciembre.

Carlos Lazo es el modelo de ciudadano “dinámico” al que aspiran los diseñadores de la continuidad (en tanto no permanece demasiado tiempo en el territorio nacional, sino solo lo imprescindible como para dejar dólares sin causar problemas). Es decir, un tipo de negocio que les cuesta poco, de inversión casi cero y que, no obstante, les rinde lo que jamás rendirían, aún trabajando 12 horas diarias de lunes a domingo, esos millones de cubanos que, por muy “fidelistas” que pudieran ser ni viajan ni reciben remesas. Y, para colmo de males, sus vidas transcurren netamente en moneda nacional (y por transferencia, ni siquiera en efectivo).

De modo que, para entender lo que ha sucedido en los últimos días, y concluir sin sombra de dudas que todo es pura actuación, no solo hay que fijarse en las piezas que ha usado el régimen, fundamentalmente desde Cubadebate, para simular un “desacuerdo”, una “chancleta” (Israel Rojas, Michel Torres Corona, Cristina Escobar, Fernando González Llort, et al.)  sino que, además, hay que tener claro el papel que Carlos Lazo juega en el esquema de “salvación” de un régimen que no está en condiciones de descartar por el momento a un tonto útil de semejante calibre.

Garantizar su conservación, en un momento en que no se sabe cuánto más podría escalar la creatividad de Donald Trump con respecto a la dictadura cubana, pasa por simular a toda prisa distanciamiento político-ideológico con ese “agente de influencia”  en los Estados Unidos que, de ser neutralizado por sus relaciones de beneficio mutuo con la jerarquía militar que gobierna en la Isla, les causaría un daño considerable.

Daño que no solo habría que contabilizar en términos de toneladas de leche en polvo e insumos médicos sino de información y desinformación, de canales no convencionales de comunicación con políticos afines dentro de los Estados Unidos, de proyección de imagen positiva hacia el exterior, de adoctrinamiento o “trabajo ideológico” y, por supuesto, de inyección de dólares frescos. Porque sin ese último detalle ningún “proyecto” que llegue de “afuera”, por muy buena fe que lo ampare, pudiera ser tomado en serio por el PCC.

Carlos Lazo ha marcado a tiempo (o al menos eso le parece a él) la distancia con un elemento que pudiera resultarle tóxico en un futuro inmediato si las cosas continúan por el rumbo que van desde la Casa Blanca. Al mismo tiempo, ha ayudado al régimen cubano (una vez más) a reforzar la narrativa sobre la existencia, dentro del gobierno comunista, de una malvada facción burocrática que, sirviendo de sombrilla al bloqueo interno, sea la única responsable de que no se avance a ese “cambio de mentalidades” del que hablaba Raúl Castro cuando pretendía “enamorar” a Barack Obama.

No por casualidad, en defensa del Ministerio de Salud Pública, sacaron a una de sus funcionarias más descartables a hacer el papel de mentirosa. De haber sido el ministro o el propio Miguel Díaz-Canel quien desmintiera a Carlos Lazo, entonces habría que ver si, por ejemplo, la defensa de Israel Rojas hubiera sido la misma. Pero se trata de una puesta en escena mala y aburrida, aunque ensayada de corre-corre en la madrugada para ponérnosla en el matutino, después de saludar la bandera y la imagen del dios Fidel. Porque, más allá de especulaciones, la última publicación de Carlos Lazo para terminar la controversia —replicada incluso por Inés María Chapman en su cuenta de X—, lo que parece es eso, la actuación de un pionerito en el matutino escolar junto con el obligado juramento de, por el comunismo, ser como el Che.



Source link

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *