¿Qué deben esperar los cubanos cuando se inicie el cambio?
LA HABANA.- El pasado lunes, en estas mismas páginas de CubaNet, salió publicada una entrevista realizada por la colega Claudia Padrón Cueto a uno de los políticos de origen cubano que más se destacan representando al Estado de la Florida en la Cámara de Representantes federal, en Washington. Me refiero al señor Carlos Giménez.
Las preguntas de doña Claudia llevaron al señor Giménez a referirse a su respaldo a las acciones dirigidas contra el régimen de La Habana. También a otra actividad en la que él se ha destacado: sus gestiones contra antiguos personeros del castrocomunismo ahora refugiados en Estados Unidos. De ellos ha confeccionado listas que ha publicado y remitido a órganos competentes del Gobierno Federal. La idea es que, si esas personas han violado derechos humanos o faltado a la verdad para ser admitidos en el gran país, sean expulsados de este.
Pero don Carlos —insisto— también se refiere a las perspectivas halagüeñas que él vislumbra para una Cuba ya cambiada. La frase de su autoría que ha servido como titular de aquel trabajo periodístico es harto elocuente: “Cuando caiga el régimen, llegarán a Cuba miles de millones de dólares en inversiones”. Y ello con esta importante precisión: “Cuba necesita comenzar cuanto antes su recuperación”.
Pese al poco tiempo decursado desde su publicación, la mencionada entrevista ha dado lugar a buen número de comentarios de lectores. En líneas generales, los participantes deploran la realidad actual de la Isla y lamentan tener que expresarse en esos términos, pero manifiestan sus dudas sobre que, una vez eliminado el régimen castrocomunista, se produzca la rápida mejoría que auguran el político cubanoamericano y otras personas.
“Cuba es peor que Haití”, plantea Sutton. “Señor congresista, no sea iluso”, expone de modo tajante Cienfueguero libre, quien agrega: “la Isla es poco atractiva para inversores”. Sobre el arribo de los miles de millones, Boniato mantiene su postura: “Dudo mucho que eso vaya a pasar”. Y ClariasareSOB sentencia: “Buenos deseos no son suficientes, señor congresista”.
Tanto los planteamientos que en esta oportunidad ha formulado el señor Giménez como las objeciones de quienes lo rebaten deben despertar legítimo interés. De modo especial para los cubanos que, por residir en la Isla, somos quienes de manera más directa padecemos la situación catastrófica que ha entronizado en nuestra Patria el abominable régimen castrocomunista.
Porque ya todos saben, a estas alturas del juego, que la población cubana, en masa, abomina del régimen. No cabe esperar otra cosa, si tomamos en cuenta que han sido precisamente las políticas demenciales del castrocomunismo, mantenidas a ultranza durante decenios, las que han sumido a sus súbditos en el hambre, la desesperanza y la miseria.
Entonces, un enfoque objetivo y realista de las perspectivas que se abrirán ante Cuba cuando se produzca la inevitable caída del actual régimen resultará determinante para que los posibles actores del cambio determinen su curso de acción. Y conste que me estoy refiriendo no sólo a la gran masa (que es hostil al castrocomunismo, como ya dije, pero que debe superar aún sus miedos para poder escribir su propia historia). También tengo en mente a algunos que ahora mismo militan en las filas del oficialismo, pero están conscientes del total agotamiento del actual modelo. Por esta razón, asimismo ellos pueden, desde sus posiciones, propiciar el cambio hacia la democracia.
¿Qué debe esperar ese abigarrado conjunto de compatriotas para “el día después”? ¿Una plétora de recursos e inversiones de todo tipo? ¿O la continuación de la involución y la desesperanza actuales? Una vez llegada esa etapa, ¿qué pronósticos se harán realidad: los del representante Giménez y quienes piensan como él, o los de aquellos que los tildan de irreales y expresan sus objeciones?
Es probable que la realidad se mueva entre esas dos visiones extremadas del probable futuro. Admito que no haya el tremendo boom de inversiones que auguran los más optimistas, pero tampoco la eternización del actual estado de postración en que ha caído Cuba de la mano de los hermanos Castro y Díaz-Canel.
Para empezar, me atrevo a augurar que la desaparición del régimen castrocomunista y el establecimiento de otro distinto, que anuncie su respeto por los derechos humanos, sus propósitos democráticos y su reconocimiento a la propiedad privada, constituirá un verdadero parteaguas. Parece evidente que, a partir de ese momento, será menester hablar de un antes y un después.
De entrada, la instauración de ese nuevo régimen abrirá las vías para que se manifieste de lleno la cubanía de la nutrida y próspera comunidad que integran nuestros compatriotas residentes fuera de la Isla. Eso lo han demostrado ampliamente esos connacionales nuestros, ¡incluso a pesar del régimen castrocomunismo que padecemos! ¡Con mucha más razón lo harán cuando el gobierno de su país respete los derechos humanos, exalte la libertad y reconozca de forma plena la propiedad privada! Lo mismo cabe pensar de los gobiernos de países extranjeros, que es razonable que, dentro de sus posibilidades, amplíen de modo considerable su ayuda.
Pero no se trata únicamente de confiar en el patriotismo de los cubanos exiliados, que es real, o en la ayuda foránea. También habrá otros cubanos que, guiados por motivaciones menos altruistas, coadyuvarán de diversos modos al relanzamiento de nuestra Patria. Pienso (por sólo poner un ejemplo) en los que, como jubilados, tienen un nivel de vida medio o incluso modesto en sus países de residencia, pero que, con las mismas prestaciones de seguridad social, en la Isla se convertirían en una especie de magnates!…
Lo más importante es, creo, que el anhelado cambio de régimen en Cuba (que es inevitable, y que esperemos que sobrevenga más temprano que tarde) se traducirá necesariamente en una mejoría neta y rápida de la lamentable situación que padece ahora mismo el cubano de la Isla. También renacerán las esperanzas de cara al futuro, que ahora brillan por su ausencia. Eso es lo fundamental.