lunes, junio 30, 2025
Ciencia y Salud

Remedios con orina y veneno de serpiente: al interior de una conferencia de biohacking de la derecha


A pesar de la afinidad con MAHA, todos los biohackers con los que hablo, incluido Asprey, aseguran que son apolíticos. La propia MAHA, insisten, es apolítica. ¿Qué puede haber de partidista en querer niños sanos? ¿En tener energía, vitalidad y una alta calidad de vida? Mi único intercambio acalorado durante los tres días de la conferencia fue con Siggi Clavien, fundadora de Equilibrium Labs, la empresa que escaneó el hígado de mi «bebé recién nacido».

«Preservar, hacer progresar y salvar la salud de los niños de esta nación: eso es MAHA. Y si tomas partido por eso políticamente, no entiendes lo que hacemos. ¿Y cómo te atreves a tomar ese aspecto y desafiarnos, intentando ayudar a la salud infantil?».

Para los biohackers, la descentralización es una característica, no un error. Es una salvaguarda contra la corrupción. «La comunidad del biohacking no pertenece a ninguna entidad. Son individuos reales», subraya Fabrizio «Fab» Mancini, quiropráctico y asiduo al circuito médico de la televisión diurna. Sin embargo, en una comunidad para la que la desregulación es lo más importante, ¿cómo se filtran las patrañas?

Le pregunto a Asprey por el proceso de selección de la multitud de vendedores y conferenciantes que ofrecen tratamientos en su feria, muchos de ellos caros y pocos aprobados por la FDA: «No considero que nada sea marginal. O se conoce, o no se conoce. Y tiene pruebas, o no las tiene».

Tecnología de drenaje linftico Flowpresso.

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Fotografía: Will Bahr


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Esta enfermedad crónica que afecta a millones de personas en todo el mundo sigue en aumento debido a factores sistémicos que van más allá de las decisiones individuales. Este 4 de marzo es el Día Mundial de la Obesidad y también el Día Nacional de la Obesidad.


Asistí a una charla sobre el veneno de serpiente

El último día, un hombre llamado Sincere Seven ensalza las virtudes medicinales de la microdosificación de venenos de víbora, cobra y cascabel, directamente en el torrente sanguíneo de sus pacientes. «La serpiente cura a su presa antes de matarla», afirma, antes de personificar a la serpiente. «Te inyecto veneno que inducirá una curación rápida. Inunda el cuerpo de glóbulos blancos, acaba con los virus, las bacterias, los tumores, los cánceres… porque no quiero comer eso». Actualmente se utilizan trazas de venenos en medicamentos aprobados por la FDA, y se ha comprobado su eficacia en el tratamiento de derrames cerebrales. Un miembro del público pregunta a Seven si el veneno de serpiente podría utilizarse para tratar el autismo. Aunque aún no lo ha probado personalmente, Seven subraya: «Estoy dispuesto a trabajar con cualquiera… Mis colegas y yo somos los ensayos clínicos».

«Dios mío», respira una mujer entre el público. No sé si está conmovida u horrorizada.

A fin de cuentas, lo entiendo. No es justo decir que odio mi cuerpo: tiene sus méritos y, además, los biohackers hablan constantemente del poder del lenguaje positivo para manifestar tu realidad. Pero nunca nos hemos llevado bien. Uno de mis primeros recuerdos es el de mis padres llamando al 911 porque tenía problemas respiratorios; los paramédicos se cernían sobre mí, tan altos que juraría que rozaban el techo. En la universidad contraje la enfermedad de Lyme, y una mañana se me congelaron las muñecas hasta el punto de no poder abrir la puerta del dormitorio. Me he roto varios huesos, me han extirpado una lesión no cancerosa del cuero cabelludo y he expulsado un cálculo renal. Tengo insomnio y depresión, y un tobillo perpetuamente hinchado. He tenido covid al menos cinco veces. En el momento de escribir esto, estoy a días de una cita con mi dermatólogo, que me extraerá una parte de la espalda para determinar si tengo o no cáncer de piel.

Una parte de mí realmente quiere endosarse un gran arsenal de balas mágicas. Estoy enfermo, cansado, y quiero respuestas. Yo también anhelo levantar las manos, descartar la medicina occidental con todos sus gastos bizantinos, abrazar algo diferente, excéntrico, incluso caro, siempre que signifique curarme por fin.



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