una nueva halcón con carnet republicano anida en la Fed y no pondrá fácil las bajadas de tipos
El miércoles pasado, cuando la Reserva Federal anunció su recorte ‘jumbo’ de tipos, de 50 puntos básicos de golpe, hubo un detalle que atrajo la atención de los expertos: la decisión no fue unánime. Una de los gobernadores de la Fed, Michelle Bowman, había votado en contra, apostando por un recorte ‘simple’ de 25 puntos básicos. Desde entonces, las miradas se han posado sobre la líder de los ‘halcones’ del banco central, una republicana que no oculta sus simpatías políticas y que tiene uno de los mayores currículums políticos de todos los altos cargos del banco central.
Los banqueros de la Fed no ocultan sus afiliaciones políticas, pero la gran mayoría vienen de universidades y por encima de todo hacen gala de la independencia del banco central, por lo que sus facetas políticas son prácticamente irrelevantes. Jerome Powell hizo sus pinitos en política como asistente de un senador republicano en los setenta, lo que no fue impedimento para que un presidente demócrata, Barack Obama, le designara como gobernador de la Fed. Sus decisiones molestaron públicamente a otro presidente republicano, Donald Trump, que pasó años quejándose por cada subida de los tipos de interés.
De los 7 gobernadores actuales, solo dos tienen un perfil claramente político. Uno es el vicepresidente de Supervisión, Michael Barr, que trabajó en el Departamento del Tesoro con Bill Clinton y Obama, y fue uno de los autores clave de la ley Dodd-Frank de regulación financiera que aprobó este último presidente en respuesta a la crisis de 2008. La otra es Bowman, que destaca porque sus primeros 15 años de carrera no tuvieron nada que ver con la economía y sí con la política.
‘Miki’ Bowman, mote que tuvo hasta su nombramiento en la Fed, empezó su carrera como becaria del candidato republicano a la presidencia en 1996, el senador Bob Dole. Tras su derrota electoral, pasó al otro ala del Capitolio, a la Cámara de Representantes, como asesora de Transportes y de Supervisión Gubernamental del grupo republicano. Y tras la victoria de George Bush hijo en el 2000, pasó a encargarse de asuntos de Interior: primero en la Agencia de Gestión de Emergencias y luego como vicesecretaria del Departamento de Seguridad Nacional, el ‘ministerio del Interior’ creado por Bush.
A partir de ahí, viajó con su marido a Londres, donde fundó su propia empresa de asesoría. Pero ni ahí abandonó su militancia política: durante ese tiempo dirigió la agrupación de Republicanos en el Extranjero del Reino Unido. En 2008, la agencia Associated Press la entrevistó en plena noche electoral, ataviada con pins de apoyo a John McCain y lamentando la victoria de Obama. En aquel momento, Bowman parecía más destinada a acabar como congresista republicana que en la Fed.
Pero su carrera cambió en 2010, cuando su familia la invitó a volver a EEUU. En concreto, a Kansas, donde los Bowman tenían un banco, el Farmers & Drovers Bank (‘Banco de Granjeros y Pastores’), una pequeña entidad local que apenas supera hoy los 200 millones en activos. ‘Miki’ entró directamente como vicepresidenta, encargada de regulación y ‘compliance’. Un puesto en el que tuvo que hacer un curso de aprendizaje intensivo sobre las normas de la Fed y cómo cumplirlas.
Tras siete años, un polémico gobernador republicano de Kansas, Sam Brownback, escogió a Bowman para ser la comisaria del Estado para la Banca, un puesto regulatorio que suponía pasar de un lado al otro de la mesa: de rellenar documentos a pedírselos a los banqueros. Brownback, que intentó ser Liz Truss una década antes, aprobó unos recortes de impuestos masivos que acabaron por llevar a la bancarrota al estado, y terminó abandonando el Gobierno de Kansas apenas un año después con su aprobación por los suelos. Tal fue el desastre que los votantes escogieron a una demócrata para reemplazarle, algo sorprendente en un estado tan profundamente conservador. Pero Bowman ya había metido los dos pies en la Administración, y había despertado el interés del entonces presidente Trump.
Así, apenas un año desde que pasara de dirigir un banco a regularlo, Trump la nominó para gobernadora de la Fed en 2018. Su decisión fue polémica: 34 senadores demócratas votaron en contra, un nivel de rechazo extraordinario hasta que la polarización acabó con los enormes consensos que solían sostener los nombramientos de ese tipo de cargos.
Una vez nombrada, Bowman no atrajo la atención y apoyó sistemáticamente las decisiones de Powell, junto a los demás gobernadores del banco central. Hasta que este mes se destapó como la ‘gran halcón’: su disenso fue el primero en 19 años, y el primero en 30 años en el que uno de los gobernadores pidió una política monetaria más dura de la que apoyaron sus compañeros.
Sus primeras declaraciones tras la decisión revelaron su miedo a que la inflación pueda resurgir y su confianza en que el mercado laboral está más fuerte de lo que se creen. Una posición mucho más ‘hawkish’ que la de los demás gobernadores que han hablado desde entonces, que han dejado abierta la puerta a otro recorte de tipos ‘jumbo’ para noviembre. La pregunta que circula por los mentideros de Washington es si Bowman es más cuidadosa que los demás, o si cree que bajar los tipos con tanta fuerza podría suponer un espaldarazo económico a los demócratas en la recta final de las elecciones. En este sentido, Powell ha demostrado con creces su independencia. Pero las dudas sobrevuelan a la gobernadora que se ha colocado los focos sobre su cabeza.